Introducción

La Palabra de Dios, la Biblia, me ha ayudado a superar muchos problemas y ha cambiado mi vida y la vida de millones de personas. Jesús es el Verbo hecho carne que vino a habitar en la tierra, entre nosotros (Juan 1:14). Vino a salvarnos de nuestros pecados y a darnos una vida abundante llena de todas las bendiciones que podamos imaginar (Mateo 1:21; Juan 10:10). Siempre supe que Jesús murió para salvarme de mis pecados, pero no sabía que también había muerto para que yo tuviera una vida abundante, una vida que pudiera disfrutar.
La Palabra de Dios hace muchas cosas por nosotros si la estudiamos, creemos en ella y la aplicamos a nuestras vidas. La gente termina destruida por falta de conocimiento (Oseas 4:6). He estudiado la Palabra de Dios por más de cuarenta años, y ha sido el mejor uso que le he podido dar a mi tiempo. Hoy, me asombro de todo lo que no sabía en mis primeros años como cristiana y que, por lo tanto, no podía aplicar a mi vida. En aquellos días iba a la iglesia cada semana, pero no estudiaba la Palabra de Dios por mí misma. Pasar tiempo por nuestra cuenta estudiando la Palabra de Dios es necesario para que crezcamos en nuestra fe. Escuchar a otros enseñar la Palabra de Dios es importante también, pero estudiarla por nosotros mismos es lo que la planta profundamente en nuestros corazones.
Tuve muchos comportamientos erráticos en mi vida debido a los abusos sexuales de mi padre y al hecho de que mi madre permitió esos abusos, pero Dios ha sanado mi alma herida a través del poder de Su Palabra. Tal vez tú también has sido herido de diversas maneras. No importa qué haya causado tu dolor o cuán profundas sean tus heridas, puedo asegurarte que Dios también te sanará y te enseñará cómo ser un vencedor si se lo pides y aplicas Su Palabra a tu vida. Juan 8:31-32 dice que, si permanecemos en la Palabra de Dios, conoceremos la verdad y la verdad nos hará libres. Sin embargo, solo leerla no nos hace libres; debemos aplicarla y hacer lo que nos indica hacer.
Un buen ejemplo es el tema de perdonar a quienes nos han hecho daño. Jesús dice que debemos perdonar a nuestros enemigos, rezar por ellos y bendecirlos (Mateo 5:44; Lucas 6:27-28). Esto parece injusto, y es emocionalmente difícil, por lo que la mayoría de la gente simplemente no lo hace. Puede que alguien que te ha hecho daño no merezca tu perdón, pero tú mereces la paz. Perdonarle te dará paz. Muchas personas están llenas de amargura, resentimiento y falta de perdón, lo cual abre una puerta para que el enemigo, Satanás, entre en sus vidas y traiga destrucción. Ellos pueden estar familiarizados con la Palabra, pero debido a que no están dispuestos a aplicarla, no les traerá la libertad y sanidad que necesitan.
Dios siempre nos muestra lo que tenemos que hacer y nos da la fuerza y el valor para hacerlo. Sin embargo, tenemos que actuar en consecuencia. Él no nos obligará a hacer las cosas a Su manera, porque nos ha dado libre albedrío. Mi oración es que al ver en este libro todas las cosas maravillosas que la Palabra de Dios promete hacer por ti, tú quieras estudiarla y aplicarla a tu vida. Si lo haces, puedo prometerte que nunca te arrepentirás.
Porque todo el que ha nacido de Dios vence al mundo. Esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo? Solo el que cree que Jesús es el Hijo de Dios.
1 Juan 5:4-5
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La Palabra de Dios enseña la verdad

Jesús se dirigió entonces a los judíos que habían creído en él, y les dijo:
—Si se mantienen fieles a mis palabras, serán realmente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.
Juan 8:31-32
Jesús es el Verbo hecho carne que vino a la tierra para habitar entre nosotros (Juan 1:14). Él dice que Él mismo es la verdad (Juan 14:6). La Palabra de Dios nos enseña la verdad, y si no conocemos su Palabra, Satanás, el padre de la mentira, puede engañarnos fácilmente. Podrá mentirnos, y creeremos sus mentiras porque no conocemos la verdad.
Si creemos una mentira, la mentira se convierte en nuestra realidad, porque no sabemos que no es verdad. Por ejemplo, si creemos que no podemos hacer algo, no podremos hacerlo, aunque en realidad seamos capaces de hacerlo. Es vital que conozcamos la verdad, y la verdad absoluta solo puede encontrarse en la Palabra de Dios.
Satanás engañó a Eva en el Jardín del Edén (Génesis 3:13) y ha estado engañando a la gente desde entonces. Convenció a Eva de que Dios no hablaba en serio cuando le dijo que no comiera del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal (Génesis 2:17; 3:1-5). Al creer sus mentiras, le dio acceso a su vida y le dio la oportunidad de destruir todas las cosas buenas que Dios tenía para ella. Ser engañado no es una excusa para desobedecer, porque tenemos la responsabilidad de conocer la Palabra de Dios. Y si no la conocemos, seremos engañados.
Tenemos la responsabilidad de conocer la Palabra de Dios.
Eva no solo pecó personalmente, sino que también le dio parte del fruto prohibido a Adán, y este lo comió desobedeciendo a Dios. Dios corrigió a Adán, a Eva y a Satanás, pero afortunadamente también tenía un plan para la redención de Adán y Eva. Su plan era enviar a Jesús (la verdad) para que pagara por sus pecados y por todos los pecados cometidos por cualquier persona.
Cuando conocemos y aplicamos en nuestras vidas la verdad de la Palabra de Dios, nos liberamos de la esclavitud creada por las mentiras de Satanás. Jesús vino a liberarnos, y aquellos a quienes el Hijo libera son “verdaderamente libres” (Juan 8:36).
El mundo en que vivimos hoy es confuso, y saber cuál es la verdad puede ser todo un reto. Encontramos mentiras por todas partes. Pero afortunadamente tenemos una fuente de verdad que siempre nos guiará en la dirección correcta: la Palabra de Dios, la Biblia. La Palabra de Dios es nuestra fuente de verdad, y estudiarla es lo más sabio que podemos hacer.
Isaías 5:20 dice: “Ay de los que llaman al mal bien y al bien mal” (NBLA). Vivimos en una época en la que la gente hace precisamente eso. Estos son días peligrosos, días en los que muchas personas ya no conocen la verdad y son susceptibles a las mentiras de Satanás.
Invierte tiempo cada día en estudiar la verdad de la Palabra de Dios, y siempre te guiará en la dirección correcta. Te hará reconocer las mentiras de Satanás y evitarás ser engañado por ellas. Enséñale la Palabra de Dios a tus hijos, y deja que guíe tu vida familiar. Es importante enseñar la Palabra a tus hijos y ser para ellos un ejemplo de alguien que aplica la Palabra de Dios a su vida.
Así como necesitamos alimento para nuestro cuerpo físico, también necesitamos alimento para nuestro espíritu y alma. La Palabra de Dios es el alimento que necesitamos. En Mateo 4:4, Jesús dice: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
Las palabras que Dios pronuncia “son Espíritu y son vida” (Juan 6:63). La carne no aprovecha nada, pero la Palabra de Dios nos ministra vida; no solo vida natural, sino vida tal como Dios la tiene. Yo quiero esta vida, y estoy segura de que tú también.
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La Palabra de Dios es vida, curación y salud para todos los que la encuentran

Hijo mío, presta atención a mis palabras; inclina tu oído a mis razones. Que no se aparten de tus ojos; guárdalas en medio de tu corazón. Porque son vida para los que las hallan y salud para todo su cuerpo.
Proverbios 4:20-22 NBLA
Todos necesitamos sanación en distintos momentos y de diferentes maneras. Podemos necesitar sanación espiritual, física, emocional o mental. Podemos necesitar sanidad financiera o sanidad en nuestras relaciones. Jesús es nuestro Sanador, y Él puede sanar cualquier herida.
Dios trabaja a través de varias formas y medios. Puede sanarte sobrenaturalmente a través de una curación milagrosa o puede obrar a través de un médico, un consejero, un ministro o un amigo para darte la ayuda que necesitas. Ya sea que ocurra a través de un milagro o a través de medicamentos, cirugía, terapia física o consejería, siempre debemos recordar que, sin importar cómo venga la sanación, viene de Jesús.
Cuando sentimos que necesitamos curación, siempre debemos pedírsela a Jesús y confiar en que Él actuará a través de los medios que Él elija. Las personas que están físicamente enfermas o con dolor necesitan curación física, y a menos que Jesús decida curarlas milagrosamente, probablemente tendrán que ir a un médico, que tiene el conocimiento y la habilidad para tratarlas eficazmente y que puede recetarles medicinas. Las personas que están siempre angustiadas y preocupadas necesitan curación mental. Tal vez sufren de una enfermedad mental, como la depresión, el trastorno bipolar o la esquizofrenia. He escuchado muchos testimonios de personas que fueron completamente sanadas de enfermedades mentales a través del estudio y la meditación de la Palabra de Dios. También he escuchado de otros que han sido sanados a través de consejería y algún tipo de medicamento.
A veces la curación viene rápidamente, y a veces es un proceso largo, pero sabemos que Dios es nuestro Sanador, y Él sana a su manera y a su tiempo. No podemos elegir cómo o cuándo Dios nos sana, pero sabemos que lo hará, porque esto es lo que su Palabra nos dice.
Si las personas han sido heridas emocionalmente a través del abuso, el rechazo, la crítica u otras experiencias, necesitan sanación emocional. Isaías 61:3 dice que Dios sacará belleza de donde solo había cenizas, lo que significa que redimirá las experiencias negativas que podrían destruirnos, y sacará belleza y fuerza de nuestro dolor.
Debido al abuso sexual que sufrí durante mi niñez, necesitaba desesperadamente sanación emocional, pero no tenía idea de que Jesús me proveería sanación porque nunca me habían dicho que lo haría. Necesitaba estabilidad emocional porque mis emociones estaban heridas y vivía según mis sentimientos, que eran volubles y poco fiables. Hace años, cuando leía sobre la sanación en la Biblia, suponía que se refería solo a la sanación espiritual, como el don de Dios de la vida eterna a través de Jesús, pero me equivocaba. Afortunadamente, descubrí en el Salmo 147:3 que Jesús nos sana cuando tenemos el corazón quebrantado y venda nuestras heridas.
También necesitaba sanidad mental porque mis pensamientos no estaban de acuerdo con la Palabra de Dios. Mi mente necesitaba ser renovada (Romanos 12:2; 2 Corintios 10:4-5), y la Palabra de Dios hace esto. Si aprendes la Palabra de Dios, podrás discernir cuando un pensamiento que viene a tu mente no es piadoso, y entonces podrás rechazarlo y reemplazarlo con los pensamientos de Dios. Nuestros pensamientos guían nuestra vida. Son la base de nuestras decisiones y, si son erróneos, nuestras vidas irán en la dirección equivocada.
Dios se preocupa por todo lo que te concierne.
Dios se preocupa por todo lo que nos concierne, se compadece de nosotros y se deleita en mostrarnos su poder y su misericordia. Pero quiere que le pidamos ayuda. El apóstol Santiago escribe: “No tienen, porque no piden” (Santiago 4:2), y J