Chico Buarque por Fito Páez: bienvenidos al siglo XXI
Chico Buarque es uno de los más precisos e inspirados artistas latinoamericanos de la intimidad y la política. Sin embargo, con «Esa gente», su nueva novela, esa mirada parece alcanzar una amplitud inédita: Manuel Duarte, un escritor sexagenario, deambula por Río de Janeiro, y nos guía por una divina comedia de exclusión y privilegio. Un músico negro acribillado por la policía, un decreto que flexibiliza el uso de las armas de fuego, un avión privado lleno de cocaína, las lujosas fiestas de la nueva casta política, una manifestación reprimida con ferocidad, un mendigo salvajemente golpeado, una pareja gay violentada por el poder evangelista, el elegante barrio de Leblón y la áspera realidad de la favela de Vidigal… Fascinado con esta novela y devoto de la obra de Buarque, el gran Fito Páez lo entrevistó para adentrarse todavía más en este fresco de voces y personajes que, en sus heridas y tragedias personales, reconstruyen la memoria fragmentada de un Brasil azotado por la injusticia y los procesos políticos de los últimos años.
Por Fito Páez

Crédito: Max Rompo.
Esa gente de Chico Buarque es la puerta de entrada al siglo XXI. Se terminaron los escritores insuflados enamorados del sonido de su voz, las voces moralistas de las izquierdas con tono de manual de autoayuda, la corrección política, las palabras y las escenas que no se pueden contar en el mainstream. Es una novela que funciona como un cántaro de agua fresca. Pura vida brotando de la imaginación de un artista que no conoce de límites. Le apuesto un trago a quien quiera, que cada lector se sentirá identificado e interpelado por alguno de los personajes de esta obra coral que finalmente y, como los grandes libros, logra aquel imposible: contarlo todo.
Fito Páez: Encuentro que Esa gente es la clase de libro que tiene al lector embrujado sin poder soltarlo hasta llegar al final. Por lo tanto, la primera pregunta apuntaría a cuáles se supone que son las armas para mantener la atención del lector.
Chico Buarque: Muchas veces leo artículos en los diarios sobre los talleres de creación literaria. Creo que es posible enseñar ciertas técnicas de escritura, sobre todo si hablamos de guiones cinematográficos o para televisión, donde, por lo general, se trabaja en equipo. Pero el trabajo del novelista suele ser solitario: el escritor y el lector son una misma persona. Escribo por el placer de leer, para mantener la atención de ese lector que soy yo mismo.
Fito Páez: En la realización de esta obra existe una vitalidad desbordante y definitivamente incorrecta al respecto de los cánones de lo que se supone que debe ser un «escritor latinoamericano». En mi mapa te encuentro por momentos más cerca de Copi o de Fogwill en la utilización desfachatada del absurdo, el tipo de ficción, los sueños, disrupciones de edición, etcétera, y ciertamente alejado de la tradición épica, utópica y un tanto solemne del bureau del boom latinoamericano del siglo pasado. ¿Tienes alguna idea al respecto para comentarnos o te parece una idea trasnochada?
Chico Buarque: Mi formación literaria es bastante heterogénea. Lamentablemente no conozco la obra de Copi ni la de Fogwill, pero leí y valoro a muchos autores latinoamericanos, inclusive los del boom del siglo pasado. Hace más de sesenta años que tengo el hábito de la lectura, lo cual no me ha convertido en un hombre especialmente culto, tal vez porque suelo olvidar lo que leí. El otro día, por ejemplo, me puse a buscar un fragmento de un cuento de Cortázar, del que tenía un recuerdo vago. No encontré lo que buscaba, pero mi búsqueda infructuosa me llevó a releer el libro entero como si fuese la primera vez. Eso se llama serendipia, ¿no?
Fito Páez: Hacía mucho tiempo que no me reía tanto leyendo un libro. Más bien me encontré con un texto inusual en mi condición de lector desprolijo de tus novelas. Me produjo gran placer descubrir que el escritor de Contruçao, Eu te amo y Retrato em branco e preto tenía no solo las habilidades para describir las melancolías y sufrimientos del amor como protagonista y el drama social como testigo en Contruçao, sin contar el preciso relato de tu árbol genealógico en Para todos y la vida canalla del joven que fuiste en A foto da capa, sino además la relajada capacidad para elaborar los avatares de comedia de Duarte, que me llevaron a un Woody Allen carioca que se nos hace entrañable por sus ineludibles cualidades de antihéroe moderno. Me gustaría que te explayases sobre esta «dicotomía», a la que encuentro muy estimulante y poco usual en otros artistas.
Chico Buarque: En mis canciones, la música siempre es anterior a la letra. Con esto quiero decir que esas palabras no se me ocurrirían si antes no existiera esa música. Mi primera novela, publicada hace ya tres décadas, nació después de una sequía musical de más de un año. En aquel momento Gilberto Gil dijo que quería musicalizar algunos pasajes de la novela. En un principio dudé... y todavía estoy esperando. Para bien o para mal, mis textos en prosa no se confunden con los versos de mis canciones. Me alegra saber que ambas vertientes te agradan, porque para muchas personas se excluyen mutuamente. Es una cosa o la otra.
«No creo que un artista tenga la obligación de ser políticamente correcto. Leo a muchos autores con quienes disiento en materia política, valoro a poetas reaccionarios, yo mismo soy musical y literariamente incorrecto.»
Fito Páez: Otro elemento que llama la atención es la delicada precisión con la que cuentas los muy diversos universos de la sociedad carioca, como un sociólogo de última generación, con la clara diferencia de que tú eres un artista. Poder transmitir tu mirada sobre todos los estratos sociales, reírte de ti y/o de Duarte y de todo el resto de la pléyade, con la precisión quirúrgica de un cirujano que conoce la materia, como un auténtico flaneur urbano... La pregunta apunta a si realizaste un trabajo de campo específico en esta novela o fueron solo puntos de vista ganados en el andar de tu vida, pura experiencia vital.
Chico Buarque: No realicé trabajo de campo para esta novela: escribí sobre una ciudad cuyos diferentes aspectos me son familiares. Yo no nací en la favela, pero camino por sus calles y juego al fútbol con sus moradores, aunque a veces me miren con desconfianza. Conozco por dentro los clubes de élite donde se aprecian los buenos vinos y la buena música y donde, si es necesario, se vota como presidente a un defensor de la tortura y un cultor de la muerte. No hay que ser sociólogo o artista para testimoniar la miseria creciente en las calles de Río de Janeiro. Los episodios de violencia policial, odio de clase, racismo y homofobia son parte de nuestra vida cotidiana.
Fito Páez: La escena con tu madre me pareció extraordinaria. Jamás leí en el panorama latinoamericano esa escena ancestral, que oscila entre la clásica pero temeraria versión freudiana y los deseos más profundos de madre e hijo universales, contada con tanta naturalidad y sencillez. Secuencia inolvidable. ¿Podrías explicarnos algo acerca de la construcción de esta escena?
Chico Buarque: Lo que más me gusta de esa escena es que no fue construida, ni siquiera prevista. Yo no esperaba que la madre entrara en escena, simplemente apareció.
Fito Páez: Siguiendo con las mujeres de tu libro: son todas complejas y altamente elaboradas en su constitución psíquica como personajes. Por otro lado, la valentía de todas y cada una de ellas: se muestran frágiles, erráticas y temerarias. Encuentro en la pasión de tus personajes femeninos una absoluta incorrección de espíritu, igual que en ti como escritor. Sin querer cometer el error de pensar que Duarte es Buarque, tal como me imaginé durante toda la lectura, se me hace ineludible una elipsis natural al interpretar que las naturalezas femeninas, masculinas y todas las infinitas otras tienen más en común en el trámite de la vida, que diferencias. ¿Hay algo en tu naturaleza que te permite trazar una línea recta en este sentido sobre los seres humanos? ¿Será tu cercanía vital con las personas, sin importarte su color, nacionalidad, credo o género lo que te hace propietario de certeros conocimientos del alma humana? ¿Juega entonces el feminismo contemporáneo en parte del diseño de tus personajes femeninos? ¿Crees en ese tipo de corrección política? Creo conocer las respuestas, pero no es esto lo que reclaman los lectores de esta entrevista. Muchas preguntas en una sola, querido Chico. Deficiencias de entrevistador amateur.
Chico Buarque: Las deficiencias son del entrevistado. No sé si he comprendido bien tus preguntas, e incluso te pediría que me dictes esas respuestas que dices conocer. Sin embargo, en cuanto al feminismo, creo que mis textos de ficción ponen de manifiesto mi simpatía por las causas de las mujeres. Eso no impide que las mujeres a veces me desautoricen, como si yo no tuviera derecho a hablar en su nombre. Acepto la crítica, pero es una lástima, porque elegí trabajar con ficción precisamente para no tener que hablar por mí. Preferiría que las entrevistas también fueran ficcionales, me gustaría crear un personaje que respondiera por mí. Pero, volviendo a tus preguntas, no creo que un artista tenga la obligación de ser políticamente correcto. Leo a muchos autores con quienes disiento en materia política, valoro a poetas reaccionarios, yo mismo soy musical y literariamente incorrecto. Por otro lado, me interesan muchísimo los diversos movimientos artísticos que surgieron con fuerza a comienzos de siglo en Brasil, en parte gracias a los programas públicos de inclusión social. Las voces de la periferia, con sus mujeres, sus gays y sus negros, constituyen lo más significativo de nuestra música y nuestra literatura recientes.
«Cuando empiezo una novela no tengo un plan de vuelo. Mejor dicho: a veces lo tengo, pero en el transcurso de la escritura se desvía del camino previsto. No creo ser muy original en esto: muchos autores hablan de accidentes que se presentan en el camino, de personajes que cobran vida propia y cosas por el estilo. En el caso de este libro, la escritura fragmentada me dio otras libertades.»
Fito Páez: Al ver el amplio arco social que abarca tu novela, ¿esta ha sido una decisión de diseño previa o ha surgido del devenir de la escritura?
Chico Buarque: Comencé a escribir este libro inmediatamente después de las últimas elecciones presidenciales en Brasil. A mi entender, era evidente que viviríamos tiempos muy difíciles y que el contexto social y político del país afectaría a mi escritura. De ahí que haya optado por el formato del diario personal, donde el noticiero puede infiltrarse en la narración.
Fito Páez: Esta pregunta es legataria de la anterior. ¿Planeas los libros de una manera arquitectónica antes de sentarte a darles forma o comienzas a escribir y dejas que los hechos vayan aconteciendo, siguiendo tus más íntimos caprichos a la hora de hacerlo?
Chico Buarque: Cuando empiezo una novela no tengo un plan de vuelo. Mejor dicho: a veces lo tengo, pero en el transcurso de la escritura se desvía del camino previsto. No creo ser muy original en esto: muchos autores hablan de accidentes que se presentan en el camino, de personajes que cobran vida propia y cosas por el estilo. En el caso de este libro, la escritura fragmentada me dio otras libertades. Pude incluir ideas que tuve para otras novelas, proyectos que no siguieron adelante, como la historia de los castrati. Las cartas de la traductora al escritor norteamericano podrían ser el principio de una larga novela epistolar. Por no mencionar las ideas brillantes que se revelan estúpidas en una segunda lectura, o esos borradores impresentables que uno ruega que nadie encuentre jamás. Antes los arrojaba al fuego, aterrado por la posibilidad de que alguien los descubriera en el fondo de un cajón y decidiera publicarlos. Ahora los elimino de la computadora, todas las noches, antes de irme a dormir. Pero me dijeron que es imposible eliminarlos, porque todo queda almacenado en una nube. Eso es mentira, ¿no es cierto, Fito Páez?
Fito Páez: ¡El ojo orwelliano que todo lo ve! ¡Motivo para una próxima novela conspiranoica!... Por último, el sorprendente final marca una ruptura estilística entre el mundo vital, caótico, desvergonzado y emocional de la vida latinoamericana y la sequedad existencialista europea del siglo pasado o la novela negra norteamericana. La pregunta se vuelve inevitable: ¿podría alguien suponer que estas son dos de las partes más importantes de tu vida como hombre, artista e intelectual?
Chico Buarque: Nunca me pensé en esos términos, pero creo que tienes razón.