«Los seductores», de James Ellroy
4 de agosto de 1962. Los Ángeles está que hierve, en medio de una intensa ola de calor. Una estrella de cine B ha sido secuestrada en extrañas circunstancias. Y acaban de encontrar el cuerpo sin vida de Marilyn Monroe. ¿Sobredosis, suicidio, asesinato? El jefe de policía William H. Parker pone sobre la pista a Freddy Otash, expolicía corrupto y extorsionador, que no tardará en intuir que ambos casos están relacionados. Pero, si quiere salvar su propio pellejo no puede limitarse a descubrir la verdad: deberá encontrar pruebas que alejen a los Kennedy de los rumores de asesinato. Otash investigará la última y terrible farsa que rodeó a Marilyn y sacará a la luz la vida oculta del mito, en medio de la pesadilla de los bajos fondos del Hollywood que el propio Otash contribuyó a crear. LENGUA publica a continuación las primeras páginas de «Los seductores» (Random House, febrero de 2025), una trascendental, provocadora, trepidante, ingeniosa e irreverente nueva obra del indiscutible rey del «noir»: James Ellroy.
Por James Ellroy

COMUNICADO CONFIDENCIAL
De: Teniente J. T. Meadows, Jr./n.º 294883
División de Disturbios e Inteligencia
Departamento de Policía de Los Ángeles
Para: Exjefe Daryl F. Gates
Dana Point, California
(telefax seguro)
Asunto: Misión de vigilancia en el funeral por Fred Otash y observaciones conexas sobre los hechos ocurridos durante el verano de 1962 (conforme a la conversación previa al respecto).
10/10/92
Muy señor mío:
La ceremonia se celebró ayer por la mañana en Forest Lawn, Glendale. Dado el descrédito del que ha sido usted objeto en los medios de comunicación (y su retiro forzoso anticipado), entiendo su renuencia a asistir en persona. Dada la participación de mi padre –y la de usted– en los hechos ocurridos durante el verano del 62, fue para mí un honor que me encomendara, por un lado, la labor de vigilancia y, por otro, la elaboración del presente informe.
Asistieron al oficio junto a la tumba 43 personas. Un pastor libanés leyó un pasaje del Nuevo Testamento y mencionó la «novelesca vida de Freddy O. el Frescales». Uno de los dolientes, el antiguo plumífero del Mirror-News Morty Bendish, declaró a Tony Valdez, presentador de Channel 5 News, que «el rollo del pastor lo había escrito él, y el propio Freddy se lo había dictado». Conviene señalar que durante los hechos del verano de 1962 el señor Bendish era informante a sueldo del Departamento de Policía de Los Ángeles.
El «rollo» fue la cantinela biográfica de siempre sobre el difunto señor Otash en versión aséptica. En ella se destacó su periodo de servicio en el Departamento de Policía de Los Ángeles entre 1945 y 1953 y su posterior «reinado» como «monarca incontestable de los detectives privados de Hollywood». No se hizo mención de las facetas del señor Otash como extorsionador por cuenta propia, rastreador de trapos sucios para las revistas de cotilleo, perpetrador de chantajes en casos de divorcio, responsable del dopaje de caballos de carreras, informante del jefe de policía William H. Parker, proxeneta y proveedor de droga al servicio del presidente John F. Kennedy y agente provocador al servicio del fiscal general Robert F. Kennedy en la operación conjunta del Departamento de Policía de Los Ángeles y el Departamento de Justicia llevada a cabo en el verano del 62. Para concluir el «rollo» del señor Bendish, el pastor enalteció al señor Otash describiéndolo como el «cancerbero que tuvo cautivo a Hollywood» y un «modelo para todos los integrantes de la comunidad libanesa en Estados Unidos». Muchos de los presentes prorrumpieron en francas risas ante esta declaración final.
En lo que atañe a los propios asistentes:
En su mayor parte eran vecinos del edificio donde vivía el señor Otash, el Park Wellington Apartments. Había también tres exagentes de la Unidad de Investigación a la que perteneció Otash, ya desaparecida hace tiempo: Phil Irwin, Robbie Molette el Roedor y Nathaniel Denkins, alias Nasty Nat, presentador durante años del programa Nasty Nat's Soul Patrol en Radio KBLK. Irwin, Molette y Denkins fueron personajes secundarios en los hechos del verano del 62, pero varios individuos que podrían calificarse de «protagonistas» asistieron también a la ceremonia. Eran:
Los dos miembros supervivientes de la Brigada de los Sombreros, los sargentos retirados Harry Crowder y Clarence Stromwall, alias Red; Edgar Chacõn, ayudante del fiscal general e investigador del Departamento de Justicia a las órdenes de Robert F. Kennedy en el verano del 62;
Roddy McDowall, destacado actor de cine y televisión, además de director «clandestino» de películas porno para homosexuales; Eddie Fisher, el cantante/animador de club nocturno, que asistió al oficio con Bo Belinsky, antigua estrella del béisbol en las grandes ligas. El señor Fisher fue el cuarto marido de la actriz Elizabeth Taylor. Cabe señalar que en el verano del 62 el señor Otash y el señor Belinsky colaboraron en un chantaje a la señorita Taylor en relación con el divorcio de esta;
Lois Nettleton, actriz de cine y teatro, que asistió al oficio con la hermana de John y Robert Kennedy y exesposa del difunto actor Peter Lawford, Patricia Kennedy Lawford. Daba la impresión de que las dos mujeres eran amigas íntimas desde hacía tiempo. Abandonaron el lugar en una limusina con chófer. Seguí la limusina hasta la iglesia de Santa Vibiana, en el centro de Los Ángeles. Encendieron cirios, por Freddy Otash, cabe suponer, y luego la limusina las llevó al Pacific Dining Car, un restaurante cercano. Las observé en la coctelería. Se emborracharon y brindaron por Freddy Otash. En cierto momento, la señorita Nettleton dijo: «Deberíamos haberlo querido más».
En conclusión:
Considero improbable que la muerte de Freddy Otash sirva para reavivar los rumores sobre la connivencia entre el Departamento de Policía de Los Ángeles y el Departamento de Justicia, surgidos hace treinta años y causantes de muchas especulaciones. La confluencia única de estrellas de cine, políticos importantes, cierto elemento corrupto de Hollywood y hampones desaprensivos se ha borrado prácticamente de la conciencia pública, y la mayoría de los participantes más célebres y tristemente famosos han muerto o tienen un interés personal en permanecer en silencio. Freddy Otash era el único que conocía la historia completa, y ahora ha muerto. Y dudo mucho que haya dejado alguna prueba comprometedora y/o exposición narrativa. Hay otro detalle: usted estaba allí aquel verano. Sabe de sobra que el propio Freddy fue el participante más culpable en todo aquel enredo, y por tanto era él quien más tenía que perder si escondía documentos difamatorios.
Atentamente,
Teniente J.T. Meadows, Jr./n.º 294883/DDI
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PRIMERA PARTE
CHICAS CEBO
(4 de agosto de 1962)
1
(Los Ángeles, 20.23 h, sábado, 4/8/62)
Había un desnivel de veinticinco metros. El precipicio era una pared de tierra suelta, sin puntos de apoyo. Llevamos al capullo en volandas hasta el borde y le enseñamos la vista.
La autovía de Pasadena, sentido sur. Justo al norte de la salida de Chavez Ravine y Los Ángeles centro. Tráfico fluido a más de cien kilómetros por hora.
El capullo era Richard Douglas Danforth/hombre blanco estadounidense/edad aproximada 36. Sin antecedentes, sin orden de búsqueda, sin orden de detención. Es un fulano desabrido con un corte de pelo a lo pachuco y una camisa de Sir Guy.
Yo lo tenía sujeto por el brazo derecho. Max Herman lo tenía sujeto por el brazo izquierdo. Red Stromwall lo obligó a bajar la cabeza y contemplar la vista.
Freddy O. y la Brigada de los Sombreros. Otra vez en acción. Bill Parker dice «Salta». Nosotros decimos «¿Desde qué altura?». Esta noche se trata de un secuestro.
Harry Crowder y Eddie Benson vigilaban al Sospechoso n.º 2. Lo tenían junto a su buga patrulla. Le administraban las amenazas de rigor, el ruido de los coches, la vista. El tipo en cuestión es Morris Hershel Stein, alias Buzzy/hombre blanco estadounidense/42 años. Su historial de depravación se remonta a 1938. Ha sido detenido por corrupción de menores y es un psicópata de la mamada. Danforth y Stein están aviados. Por un secuestro te mandaban a la cámara de gas.
Era un bolo al margen de la ley e improvisado. He aquí lo esencial:
Una actriz de serie B llamada Gwen Perloff fue raptada sin contemplaciones. A última hora de la mañana, ese mismo día. Vivía en un edificio hortera del Strip. Tres hombres la agarraron en la acera. Llevaban máscaras de Fidel Castro. Los vieron varios testigos. La metieron a empujones en un vehículo aparcado en doble fila y se colaron entre el tráfico en dirección sur. Dicho vehículo podría haber sido un Dodge del 58 o un Chevrolet Nomad del 56. La señorita Perloff interpreta papeles secundarios en pelis de terror y de baile. Tiene un contrato de esclava con la 20th Century-Fox. El Strip es territorio del condado. El aviso llegó a la Oficina del Sheriff de Los Ángeles, pero…
Alguien puso sobre aviso al capitoste de la Fox, Darryl Zanuck. Lo llamó una mujer desconocida. Delató a Danforth y Stein y pasó las señas de uno de los dos chabolos donde se llevaban a las chicas. Zanuck telefoneó a su íntimo amigo Bill Parker. El jefe Bill truncó el secuestro. Envió a Freddy y los Sombreros a una casa próxima al cruce de la Sexta con Dunsmuir. Prendimos a Danforth y Stein. Habían escondido a Perloff en otra parte. Danforth y Stein se negaron a revelar el paradero. Stein dijo que aún quedaban otros tres secuestradores sueltos. Ellos fueron los autores del trabajo, no Richie y él. Dicho esto, Stein echó la cremallera. Harry y Eddie le sacudieron con guantes lastrados. Stein mantuvo la cremallera cerrada. Danforth, ídem de ídem. Eso impuso la Amenaza de Muerte y el Número de la Caída a la Autovía.
Yo tenía sujeto a Danforth por el brazo derecho. Max lo tenía sujeto por el brazo izquierdo. Red lo obligó a bajar la cabeza y echar una ojeada.
Max puso cara de «¿Dónde está la chica?». Red puso cara de «Desembucha o sales volando». Harry, Eddie y Stein el Degenerado permanecían a tres metros del precipicio.
Era agosto en Los Ángeles, caluroso y húmedo. Max y Red tenían empapadas de sudor las camisas y las chaquetas de los trajes. Danforth se revolvió y retorció. Hincó los pies y forcejeó. Terrones de tierra se desprendieron del borde del precipicio. El puto despeñadero causaba impresión.
Eché un vistazo a Max y Red. Se los notaba impacientes. Yo tenía agarrado a Danforth por el brazo. Cargaba el peso contra mí. Se me durmió la mano. Me flojearon las piernas. Max y Red medían más de metro noventa y pasaban de los cien kilos. También a ellos les flojeaban las piernas.
Red dijo:
–Nos estás agotando la paciencia, Richie. No podemos seguir con esto toda la noche. Dinos dónde está la chica, y así podremos marcharnos.
Danforth dejó escapar una risita y escupió en los zapatos de Red. Dijo:
–Yo me lo estoy pasando bien.
Me calcé la nudillera y le asesté un puñetazo en los riñones. Ahogó un chillido e hincó los pies. Miré más allá del borde. Los coches pasaban como flechas, rápidos, sin interrupción.
Max suspiró. Red suspiró. Max dijo:
–Abajo con él, Freddy.
Retiraron las manos. Empujé a Danforth al vacío. Caminó por el aire durante una décima de segundo. En un grito distorsionado llegó: «Es un montaje». Lo oí estamparse contra el techo de un coche. Oí un chirrido de frenos. Oí el topetazo de unas ruedas al arrollarlo. Lo iluminaron los haces entrecruzados de los faros. Un macarramóvil Cadillac lo arrastró contra un guardarraíl y le amputó los pies.
La Dalia Negra, El gran desierto, L.A. Confiden...