Las mujeres que aman demasiado

Robin Norwood

Fragmento

 

Título original: Women who love too much

Traducción: Nora Escoms

© 1985 by Robin Norwood

© Ediciones B, S.A., 2006

Bailén, 84 - 08009 Barcelona (España)

www.edicionesb.com

Publicado por acuerdo con Susan Schulman Literary Agency, New York, USA

 

Depósito Legal: B.8213-2012

 

ISBN EPUB:  978-84-15389-31-6

Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en las leyes, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.

 

 

 

 

 

 

Este libro está dedicado

a los programas de Anónimos,

con gratitud por el milagro

de recuperación que ofrecen.

 

Contenido

Portadilla

Créditos

Dedicatoria

 

Agradecimientos

Prólogo

Prólogo a la nueva edición

1 Amar al hombre que no nos ama

2 Buen sexo en malas relaciones

3 Si sufro por ti, ¿me amarás?

4 La necesidad de ser necesitadas

5 ¿Bailamos?

6 Los hombres que eligen a las mujeres que aman demasiado

7 La Bella y la Bestia La Bella y la Bestia

8 Cuando una adicción alimenta a otra

9 Morir por amor

10 El camino hacia la recuperación

11 Recuperación e intimidad: cerrar la brecha

Apéndice 1

Apéndice 2

 

Agradecimientos

 

Deseo expresar mi más profundo agradecimiento a tres personas, por su alentador compromiso con la creación de este libro. En primer lugar, agradezco a mi esposo, Bob Calvert, quien cocinó la cena todas las noches durante el último año del desarrollo de este libro; él ha leído todo lo que escribí —seis, siete veces, y más aún— y se ha mantenido enérgico, positivo, animándome y proporcionándome con tacto una respuesta valiosísima, sugerencias útiles y suavísimas críticas al trabajo en desarrollo. A pesar de la considerable cantidad de tiempo, esfuerzo y atención que este libro nos ha costado, siempre ha apoyado maravillosamente el proyecto, tanto con palabras como con acciones.

En segundo lugar, agradezco a mi mecanógrafa, Stephanie Stevens, que demostró una capacidad infinita para descifrar páginas enteras de mi manuscrito, acompañado por complicadas instrucciones para el formato. De esas pilas de hojas garabateadas, ella produjo hermosas páginas a tiempo para entregar en el momento adecuado, respondiendo siempre con entusiasmo al material que copiaba. Finalmente, debo agradecer a Laura Golden, la editora de Tarcher, que vio por primera vez el manuscrito y creyó en él. La clara, comprensión de Laura del concepto de amar demasiado, además de su perspicaz, impetuoso e incansable asesoramiento para una escritora primeriza, incrementaron ampliamente la relevancia, coherencia y calidad general del libro. Trabajar con ella ha sido una gran bendición y una delicia.

Cada una de estas personas creyó en este libro antes de que fuera realidad, y tengo que agradecer por su dedicación, su cariño y su apoyo.

 

 

Prólogo

 

Cuando estar enamorada significa sufrir, estamos amando demasiado.

Cuando la mayoría de nuestras conversaciones con amigas íntimas son acerca de él, de sus problemas, sus ideas, sus sentimientos, y cuando casi todas nuestras frases comienzan con “él...”, estamos amando demasiado.

Cuando disculpamos su mal humor, su mal carácter, su indiferencia o sus desaires como problemas debidos a una niñez infeliz y tratamos de convertirnos en su psicoterapeuta, estamos amando demasiado.

Cuando leemos un libro de autoayuda y subrayamos todos los pasajes que lo ayudarían a él, estamos amando demasiado.

Cuando no nos gustan muchas de sus conductas, valores y características básicas, pero las soportamos con la idea de que, si tan sólo fuéramos lo suficientemente atractivas y cariñosas, él querría cambiar por nosotras, estamos amando demasiado.

Cuando nuestra relación perjudica nuestro bienestar emocional e incluso, quizá, nuestra salud e integridad física, sin duda estamos amando demasiado.

A pesar de todo el dolor y la insatisfacción que acarrea, amar demasiado es una experiencia tan común para muchas mujeres que casi creemos que es así como deben ser las relaciones de pareja. La mayoría de nosotras hemos amado demasiado por lo menos una vez, y para muchas de nosotras ha sido un tema recurrente en nuestra vida. Algunas nos hemos obsesionado tanto con nuestra pareja y nuestra relación que apenas podemos funcionar como personas.

En este libro examinaremos a fondo los motivos por los que tantas mujeres, en busca de alguien que las ame, parecen encontrar inevitablemente parejas nocivas y sin amor. Analizaremos también por qué, una vez que sabemos que una relación no satisface nuestras necesidades, nos cuesta tanto ponerle fin. Veremos que el amor se convierte en amar demasiado cuando nuestro hombre es inadecuado, desamorado o inaccesible y, sin embargo, no podemos dejarlo; de hecho, lo queremos y lo necesitamos aún más. Llegaremos a entender cómo nuestro deseo de amar, nuestra ansia de amor, nuestro amor mismo, se convierte en una adicción.

“Adicción” es una palabra que asusta. Evoca imágenes de consumidores de heroína que se clavan agujas en los brazos y llevan una vida obviamente autodestructiva. No nos agrada la palabra y no deseamos aplicar el concepto a nuestra forma de relacionarnos con los hombres. Pero muchas, muchas de nosotras hemos sido “adictas a los hombres” y, al igual que cualquier otro adicto, necesitamos admitir la seriedad del problema antes de poder empezar a curarnos.

Si usted alguna vez se vio obsesionada por un hombre, quizás haya sospechado que la raíz de esa obsesión no era el amor sino el miedo. Quienes amamos en forma obsesiva estamos llenas de miedo: miedo a estar solas, miedo a no ser dignas o a no inspirar cariño, miedo a ser ignoradas, abandonadas o destruidas. Damos nuestro amor con la desesperada ilusión de que el hombre por quien estamos obsesionadas se ocupe de nuestros miedos. En cambio, los miedos —y nuestra obsesión— se profundizan hasta que el hecho de dar amor para recibirlo se convierte en la fuerza que impulsa nuestra vida. Y como nuestra estrategia no da resultado, tratamos, amamos aún más. Amamos demasiado.

La primera vez que reconocí este fenómeno de “amar demasiado” como un síndrome de ideas, sentimientos y conductas fue después de varios años de asesorar a alcohólicos y drogadictos. Después de llevar a cabo cientos de entrevistas con adictos y sus familias, hice un descubrimiento sorprendente. A veces, los pacientes a quienes entrevistaba se habían criado en el seno de familias con problemas, y a veces, no; pero sus parejas casi siempre provenían de familias con problemas severos, en las cuales habían experimentado tensiones y sufrimientos mayores que los comunes. Al luchar por salir adelante con sus compañeros adictos, estas mujeres (que en el área del tratamiento para el alcoholismo se conocen como “coalcohólicas”) inconscientemente recreaban y revivían aspectos significativos de su niñez.

Principalmente a través de las esposas y novias de adictos, comencé a entender la naturaleza del hecho de amar demasiado. Sus historias personales revelaban la necesidad de superioridad y sufrimiento que experimentaban en su papel de “salvadoras” y me ayudaron a comprender la profundidad de su adicción a un hombre que, a su vez, era adicto a una sustancia. Obviamente, en esas parejas, ambos integrantes necesitaban ayuda por igual, y que ambos estaban literalmente muriendo por sus adicciones: él por los efectos del consumo de sustancias químicas; ella, por los efectos de una tensión extrema.

Esas mujeres coalcohólicas me clarificaron el increíble poder y la influencia de sus experiencias infantiles sobre sus patrones adultos para relacionarse con los hombres. Ellas tienen algo que decirnos a todas quienes hemos amado demasiado acerca de la razón por la cual hemos desarrollado nuestra predilección por las relaciones problemáticas, cómo perpetramos nuestros problemas y, lo más importante, cómo podemos cambiar y mejorar.

No pretendo afirmar que las mujeres sean las únicas que aman demasiado. Algunos hombres desarrollan esta obsesión con las relaciones con tanto fervor como podría hacerlo una mujer, y sus sentimientos y conductas provienen de la misma dinámica y las mismas experiencias infantiles. Sin embargo, la mayoría de los hombres que han sido dañados en la niñez no desarrollan una adicción a las relaciones. Debido a una interacción de factores biológicos y culturales, por lo general tratan de protegerse y evitar el dolor mediante objetivos más externos que internos, más impersonales que personales. Tienden a obsesionarse con el trabajo, los deportes o los hobbies, mientras que la mujer, debido a las fuerzas biológicas y culturales que la afectan, tiende a obsesionarse con una relación, tal vez con un hombre así dañado y distante.

Es de esperar que este libro sea útil para cualquiera que ame demasiado, pero está escrito en especial para las mujeres porque el hecho de amar demasiado es principalmente un fenómeno femenino. Su propósito es muy específico: ayudar a reconocer ese hecho a las mujeres que tienen patrones destructivos de relacionarse con los hombres, comprender el origen de esos patrones y obtener las herramientas necesarias para cambiar sus vidas.

Pero si usted es una mujer que ama demasiado, me parece justo prevenirle que éste no será un libro fácil de leer. Por cierto, si el concepto le llama la atención y aun así lee este libro en forma superficial, sin que la afecte o la conmueva, o si se encuentra aburrida o enojada, o no logra concentrarse en el material aquí presentado, o si sólo piensa en lo mucho que esto podría ayudar a otra persona, le sugiero que pruebe volver a leerlo dentro de un tiempo. Todos necesitamos negar lo que nos resulta demasiado doloroso o amenazador para aceptarlo. La negación es un medio natural de autoprotección, que obra en forma automática y espontánea. Tal vez en una lectura posterior usted podrá enfrentar sus propias experiencias y sus sentimientos más profundos.

Lea despacio, permítase reflexionar tanto intelectual como emocionalmente con estas mujeres y sus historias. Las historias presentadas en este libro podrán parecerle extremas. Le aseguro que son todo lo contrario. Las personalidades, las características y las historias que he encontrado entre cientos de mujeres a quienes he conocido personal y profesionalmente y que entran en la categoría de amar demasiado no están en absoluto exageradas aquí. Sus historias reales son mucho más complicadas y llenas de dolor. Si los problemas de ellas le parecen mucho más graves y angustiosos que los suyos, permítame decir que su reacción inicial es típica de la mayoría de mis pacientes. Cada una cree que su problema “no es tan grave”, aun cuando se compadece de la situación de otras mujeres que, en su opinión, tienen “verdaderos” problemas.

Una de las ironías de la vida es que las mujeres podemos responder con gran compasión y comprensión a la vida de otros y mostrarnos ciegas ante (y por) el dolor en nuestra propia vida. Conozco eso muy bien, pues la mayor parte de mi vida fui una mujer que amó demasiado hasta que el efecto nocivo sobre mi salud física y emocional fue tan severo que me vi forzada a examinar a fondo mi forma de relacionarme con los hombres. He pasado los últimos años trabajando mucho para cambiar ese patrón. Han sido los años más gratificantes de mi vida.

Espero que, a todas ustedes que aman demasiado, este libro las ayude a cobrar mayor conciencia de la realidad de su situación, pero que también las aliente a empezar a cambiarla, reencauzando su afecto, no hacia su obsesión por un hombre, sino hacia su propia recuperación y su propia vida.

Aquí cabe una segunda advertencia. En este libro, al igual que en tantos libros de “autoayuda”, hay una lista de pasos a seguir a fin de cambiar. Si usted decide que realmente desea seguir esos pasos, necesitará —como en todo cambio terapéutico— años de trabajo y nada menos que su dedicación total. No hay atajos para salir del patrón de amar demasiado en el que usted está atrapada. Es un modelo aprendido a temprana edad y muy bien practicado, y el hecho de abandonarlo será temible, amenazador y un constante desafío. Con esta advertencia no pretendo desalentarla. Después de todo, si usted no cambia su patrón de relaciones, sin duda se enfrentará a una lucha en los años venideros. Pero en ese caso, su lucha no será por crecer sino simplemente por sobrevivir. Si elige iniciar el proceso de recuperación, dejará de ser una mujer que ama a alguien con una intensidad tal que resulta dolorosa para empezar a ser una mujer que se ama a sí misma lo suficiente para evitar el dolor.

 

Prólogo a la nueva edición

 

¿Qué puedo deciros a vosotras, mujeres de mi generación que aún no habéis leído este libro, y necesitáis hacerlo? ¿Y cómo puedo, a la vez, llegar hasta aquellas de nosotras que entrabais en la adolescencia cuando se publicó la primera edición de Las mujeres que aman demasiado, que habéis crecido en una sociedad ya versada en el concepto del amor adictivo, y que a pesar de todo lo que ya sabéis al respecto, os descubrís amando demasiado?

En 1985, cuando fue publicado este libro, el concepto de que una mujer podía amar demasiado era una idea revolucionaria que aparecía en el momento preciso. Yo pensaba que, con la escritura del libro podría modificar la manera en que la cultura piensa sobre el amor, y esperaba también que, en lugar de rodear de un halo de romanticismo toda la desdicha engendrada por vivir obsesionada por un hombre, pudiéramos ser capaces de decir: “¡Eso es amar demasiado!”, aprendiendo así una manera mejor y más sana de establecer relaciones afectivas.

El libro ha sido leído por millones de mujeres de todo el mundo, a quienes brindó ayuda para cambiar sus pautas de relación con los hombres. En estos tiempos, el concepto de amar demasiado es tan difundido que títulos y frases similares proliferan por doquier. Abundan las bromas acerca de amar demasiado, o sus numerosos derivados.

Pero a pesar del reconocimiento prácticamente global del problema, muchas, muchas mujeres de todas las edades siguen siendo, no obstante, tan dependientes, tan sometidas, incluso tan desesperadas en sus relaciones con los hombres, como lo eran antes de que la condición de amar demasiado fuera siquiera definida. Esta situación se mantiene, aunque actualmente la mujer disfruta de una libertad mayor que en ningún otro momento de la historia: las restricciones sociales se han distendido en lo referente a las elecciones personales y la expresión; existen más oportunidades igualitarias en educación y en ocupaciones, lo mismo que en las áreas de la concepción y el embarazo. Ya no necesitamos la fuerza física ni el apoyo económico de un hombre para nuestra supervivencia. Pero persiste el problema de amar demasiado. ¿Por qué no está más extendido el reconocimiento de los efectos dañinos de amar demasiado, acoplado a nuestra mayor libertad y nuestras mayores oportunidades de elección, suficientes para terminar con esta conducta?

En primer lugar, parte de la respuesta radica en el hecho de que las mujeres estamos programadas, tanto cultural como biológicamente, para amar, sostener, ayudar y consolar a los demás. Cuando lo que hacemos naturalmente no funciona, casi inevitablemente tendemos a hacerlo con más ahínco. Sólo podemos intentarlo con más fuerzas. Terminamos cautivas de un ciclo adictivo.

En segundo lugar, identificar o comprender un problema no lo elimina automáticamente. No se lo puede detener ni evitar sólo porque por fin haya sido reconocido como conflicto. Aunque ese reconocimiento sea lo que hace posible su tratamiento, la cantidad de personas que siguen desarrollando adicciones de todo tipo va en aumento. Se calcula que cerca del noventa por ciento de los problemas presentados por los pacientes que requieren psicoterapia tiene sus raíces en alguna clase de adicción. Pero, al mismo tiempo, cada vez son más personas que, conscientes de padecer un problema

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