La razón estrangulada

Carlos Elías

Fragmento

Índice

Índice

La razón estrangulada

Agradecimientos

Introducción

1. Preparando el viaje

2. ¿Por qué hay un declive de la ciencia?

3. Un sistema económico que estrangula la ciencia

4. El cine y la televisión en el derrumbe de lo científico

5. Filosofía posmoderna, universidad y poder a favor de la irracionalidad

6. Las dos culturas: ¿hegemonía literaria frente a decadencia científica?

7. De lo científico en el arte

8. Cultura periodística y colapso de la divulgación científica

9. Las revistas de impacto y la ciencia mediática

10. Cultura mediática frente a avance científico: la revista Nature

11. Lenguajes científico y literario encerrados en el armario

12. ¿Adónde nos lleva estrangular la razón?

Epílogo

Bibliografía

Notas

Biografía

Créditos

A los hombres y mujeres de ciencias puras:
porque tienen el deber moral de evitar que nuestra sociedad
regrese a las tinieblas del pensamiento mágico e irracional

Agradecimientos

Escribir este libro (y, en general, todo el proyecto) ha sido una de las aventuras más gratificantes de mi vida. Si ha llegado a su fin ha sido gracias a muchas personas que, de una u otra forma, me han respaldado. Sin embargo, el principal artífice ha sido Martin W. Bauer, profesor de la London School of Economics (LSE), coordinador del grupo de investigación Science, Technology and the Public Sphere (STEPS) y codirector del seminario permanente de debate Public Understanding of Science (PUS). Sin conocerme de nada, sólo por mi currículo y por un ensayo sobre mi proyecto, defendió mi candidatura para la plaza de visiting fellow que ofertaba el Instituto de Psicología Social de la LSE para el curso 2005-2006. También me facilitó elementos más mundanos pero importantes para un investigador, como conseguirme despacho propio —tan difícil en la LSE—, incluirme en proyectos de investigación que ya tenían en marcha o brindarme la oportunidad de dar clases en el máster que él dirige. Obviamente, agradezco el respaldo del director del Instituto, Patrick Humphreys, y de todos los que me apoyaron en la reunión que hubo para decidir mi incorporación. También agradezco a Daniel Linehan, secretario del departamento, su extraordinaria disposición para facilitarme todo mi trabajo.

Bauer me abrió las puertas de la LSE —e incluso las de su casa y familia—, pero, además, ejerció de auténtico tutor intelectual, rebatiendo y analizando constantemente mis ideas y recomendándome lecturas y seminarios útiles para llevar a cabo el desafío. Aunque nuestras visiones sean muy distintas, le debo mucho y es justo reconocerlo. Debo agradecer también los comentarios de Jane Gregory, del University College de Londres, y, en general, de todos los ponentes e integrantes del PUS, así como a los asistentes a mis dos exposiciones públicas sobre las causas del declive de la ciencia y su relación con la cultura mediática. Agradezco a Simona Valeriani y a Jon Adams, del Departamento de Historia Económica de la LSE, su invitación a participar como ponente en el seminario «How Well Do “Facts” Travel?».

Aunque mi interés era analizar las causas del declive de la ciencia en Occidente, estoy en deuda con Satoshi Kawanishi, profesor de matemáticas en el Departamento de Economía de la universidad japonesa Sophia (Tokio). Kawanishi estaba también de visiting fellow en la LSE —en econometría— y, gracias a las conversaciones que mantuvimos, pude comprobar que el declive de la ciencia no sólo era algo de Occidente, sino que el fenómeno se extendía a sociedades occidentalizadas como Japón. Agradezco a su mujer, Mayumi, que me mostrara lo maravillosa que es la comida japonesa casera.

A María Pilar Diezhandino, catedrática de periodismo de la Universidad Carlos III de Madrid, le agradezco que, como directora de mi departamento, avalara ante el MEC mi solicitud de beca para la estancia de un año en Gran Bretaña. También a Miguel A. Delgado, catedrático de economía de la Carlos III, su ayuda para conseguir alojamiento en Londres, así como las interesantes conversaciones que mantuvimos en la LSE.

A Lourdes Heredia, excelente periodista de la BBC y mejor amiga, le estaré siempre agradecido por su gran generosidad. Desde el primer día en que nos conocimos, puso a mi disposición todo lo que tenía, incluido lo más valioso: su fantástico grupo de amigos, algunos de los cuales —Ramón Abarca, Ainhoa Paredes, Diana Zileri, Thomas Catan, Begoña Cortina, etc. (casualmente todos periodistas)— ahora están entre mis mejores amistades. Las excursiones dominicales por el countryside inglés o sus cenas mexicanas serán inolvidables. Sin Lourdes, Londres hubiese sido gris.

Y, sobre todo, doy las gracias a mi familia. Sin su apoyo y su aliento constante ni siquiera podría haber empezado nada, y mucho menos este libro. Me gustaría dedicárselo especialmente a Sofía, mi primera sobrina, que nació en Tenerife cuando yo lo escribía en Londres: con la esperanza de que nada ni nadie estrangule su razón.

Introducción

El asunto pasa inadvertido para el gran público e, incluso, para la linterna mediática, pero ce

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