Tres peldaños de una escalera
LA INTUICIÓN es el peldaño más alto de la escalera, la escalera de la conciencia. Se puede dividir en tres partes: la inferior y la primera es el instinto; la segunda, en el medio, es el intelecto; y la tercera, la más alta, es la intuición.
El prefijo in se utiliza en las tres. Esto es algo importante. Quiere decir que las tres son cualidades innatas. No son cosas que puedas aprender, no las puedes cultivar con una ayuda externa.
El instinto es el mundo de los animales; todo es instinto. A pesar de que a veces veas otra cosa, no es más que una proyección tuya. Por ejemplo, puedes ver amor en los animales —la madre cuidando de sus crías muy cariñosa, muy atenta— y puedes pensar que no es solo instinto, que es algo más elevado, no algo simplemente biológico. Sin embargo, no es algo más elevado, es solo biológico. La madre hace eso como un robot en manos de la naturaleza. No lo puede evitar; tiene que hacerlo.
En muchos animales el padre no tiene instinto de paternidad; por el contrario, muchos matan a sus crías y se las comen. Por ejemplo, en el caso de los cocodrilos, la vida de las crías corre un gran peligro. La madre las protege y lucha por la vida de sus crías, ¡en cambio, el padre no piensa más que en darse un buen desayuno! El padre no tiene instinto paternal; de hecho, la figura del padre es una institución humana. La madre cocodrilo tiene que guardar a las crías en su boca para protegerlas del padre. Tiene una boca muy grande —todas las mujeres tienen bocas grandes— y se las arregla para guardar al menos a una docena de crías en su boca. En la boca de la madre, justo al lado de sus peligrosos dientes, las crías están a salvo. Para las crías, lo más difícil consiste en distinguir quién es la madre y quién es el padre ya que los dos se parecen mucho. A veces las crías se acercan al padre, se meten en su boca y desaparecen para siempre; nunca más volverán a ver la luz.
En cambio, la madre trata de luchar, de protegerlas. Quizá por esa razón, la naturaleza da a los cocodrilos tal cantidad de crías: la madre tiene una docena cada vez, cada año. Si consigue salvar al menos dos logrará que la población siga siendo la misma pero consigue proteger casi a la mitad de las crías.
Cualquier persona que vea esto pensará que el padre es muy cruel, que no tiene compasión, que no tiene amor, que la madre es realmente maternal. Pero solo estás proyectando tus ideas. La madre los protege, no por una razón consciente; en sus hormonas está el protegerlos. En cambio, el padre no tiene nada que ver con esas hormonas. Si se le inyectaran las mismas hormonas, dejaría de matar a sus propias crías. Así que es una cuestión de química, no de psicología ni de nada más elevado que la bioquímica.
El noventa por ciento de la vida del hombre sigue siendo parte del mundo animal. Vivimos gracias al instinto.
Te enamoras de una mujer o una mujer se enamora de ti y piensas que es algo maravilloso. No tiene nada de maravilloso, no es nada más que un encantamiento instintivo: son hormonas que se sienten atraídas por otras hormonas. No eres más que un juguete en manos de la naturaleza. Ningún animal se preocupa por las delicadezas o sutilezas del amor, en cambio, el hombre siente que ser simplemente instintivo es algo insultante, humillante. ¿Tu amor solo es bioquímica? Tu amor es poesía, tu amor es arte, tu amor es filosofía; en cambio ¿bioquímica? Parece como si te avergonzaras de tu biología, de tu química, de tu naturaleza.
Pero esta no es la manera de entenderlo. Tienes que entender exactamente qué es cada cosa. Hay que distinguir bien, de lo contrario siempre estarás confundido. Tu ego seguirá haciéndote proyectar lo más alto posible cosas que tienen tan poco que ver con cualquier cosa elevada como los niveles más bajos.
Tu amor no es más que una ilusión creada por tu química. Piensa: Si se borrara la idea romántica del amor no creo que ningún hombre ni ninguna mujer fueran capaces de soportar el sexo y su necedad. Parecería algo estúpido. No tienes más que eliminar toda idea romántica y pensar en términos de biología y química; entonces tu sexo te hará sentirte avergonzado. No hay nada de lo que jactarse. Imagínate a ti mismo haciendo el amor con un hombre o con una mujer sin que exista ningún tipo de romance, sin poesía, sin ningún Omar Khayyam, sin ningún Shelley, sin ningún Byron, solo como un simple proceso reproductivo porque la naturaleza quiere procrear a través tuyo porque sabe que vas a morir. No eres eterno; antes de que mueras, la naturaleza quiere que la vida continúe. En cambio, el hombre no puede practicar el sexo sin pensar en él de forma romántica, así que ha creado todo un halo alrededor del sexo al que llama amor. Finge, incluso cree que es amor, pero obsérvalo con atención.
Si se borrara la idea romántica del amor no creo que ningún hombre ni ninguna mujer fueran capaces de soportar el sexo y su necedad. Parecería algo estúpido.
Te interesa un hombre o una mujer. El instinto natural de la mujer es de jugar al escondite. Es algo muy extraño que en todas las culturas, en todo el mundo, los niños juegan sin excepción a dos juegos. Sus religiones son diferentes, sus culturas son diferentes, sus razas son diferentes, sus sociedades, sus lenguajes —todo es diferente— pero en lo relativo a estos dos juegos, da igual que hayan nacido en África, en China, en América o en India. Uno de los juegos es el del escondite. Es extraño que no exista en todo el mundo ni una sola cultura en la que los niños no jueguen al escondite. Parece como si tuviera que ver con el instinto y se estuvieran preparando para otro juego del escondite más importante. Esto es solo un ensayo y durante el resto de la vida continúa el juego.
La mujer es siempre la que se intenta esconder y el hombre es siempre el macho que busca. El hecho de buscar supone un reto para él; cuanto más se esconde la mujer, mayor reto y mayor excitación supone.
Pero todos los niños del mundo juegan al escondite. Nadie les enseña, ¿cómo es que se ha vuelto universal? Debe surgir de su naturaleza interna; un deseo de buscar, de encontrar, de sentirse retados.
Es extraño que no exista en todo el mundo ni una sola cultura en la que los niños no jueguen al escondite. Parece como si tuviera que ver con el instinto y se estuvieran preparando para otro juego del escondite más importante.
Estas cosas ocurren de forma natural; no son cosas que nadie decida, forman parte de tu naturaleza biológica. Sin embargo, la naturaleza ha sido lo suficientemente sabia para darte el engaño del amor; de lo contrario, solo por fines reproductivos, para que continúe la vida, no ibas a practicar todos esos ejercicios, esas ochenta y cuatro posturas que indica Vatsyayana; extrañas, feas, estúpidas. Si dejas de lado el amor, el sexo puro realmente parece algo animal. Ese es uno de los problemas con que se ha encontrado siempre la humanidad y con el que todavía se encuentra. Solo nos queda esperar que en un futuro lo podamos hacer más comprensible.
El hombre continúa buscando, persuadiendo, escribiendo cartas de amor, enviando regalos y haciendo todo lo que está en su poder pero una vez que su sexo está satisfecho deja de sentir interés. Sin embargo, no es algo que haga conscientemente. No pretende herir a nadie; especialmente, no pretende herir a la persona que ha amado. Pero ese es el camino de la biología. Todo ese romance y todo ese amor no eran más que un halo en el que la naturaleza estaba tratando de ocultar la parte sexual, que por sí misma parece fea, así que le estaba dando una bonita fachada.
Una vez que el trabajo de la naturaleza se hace a través tuyo, desaparece todo ese halo. El instinto solo conoce el sexo. El amor es solo una capa de azúcar en una pastilla amarga para ayudarnos a tragarla. No la mantengas en tu boca, de lo contrario, no serás capaz de tragártela; muy pronto, habrá desaparecido esa fina capa de azúcar y escupirás la pastilla amarga.
Por eso los amantes tienen mucha prisa por hacer el amor. ¿Por qué esa prisa? ¿Por qué no pueden esperar? La capa de azúcar es muy fina y tienen miedo de que si se demoran mucho, esta desaparezca y todo sea amargo, realmente amargo.
El instinto no te hace humano, solo te mantiene como un animal; de dos piernas, pero, a pesar de ello, un animal.
No hay forma de incrementar tu capacidad intelectual; todo lo que se puede hacer es convertir en real todo tu potencial actual. La realidad es que la persona más inteligente utiliza solo un quince por ciento de su potencial.
El segundo peldaño, el intelecto, te proporciona algo que es más elevado que la biología, que la química, que la naturaleza animal. El intelecto también es algo innato, al igual que la intuición, al igual que el instinto. No hay forma de incrementar tu capacidad intelectual; todo lo que se puede hacer es convertir en real todo tu potencial, lo que hará que parezca que ha aumentado tu intelecto. La realidad es que la persona más inteligente utiliza solo un quince por ciento de su potencial; la persona corriente, normal, habitual, solo usa un seis o un siete por ciento. El ochenta y cinco por ciento de la inteligencia permanece intacto incluso en Albert Einstein o en Bertrand Russell. Podemos disponer de ese ochenta y cinco por ciento lo que supondrá un gran crecimiento. Pensarás que realmente ha aumentado tu inteligencia. En cambio, no has hecho más que recuperar, recobrar aquello que ya era tuyo.
Hemos descubierto maneras de potenciar el intelecto y de incrementar la memoria. Todas las escuelas, los institutos y las universidades; todo el sistema educativo de todo el mundo no hace más que esto: agudizar tu intelecto. Pero ha surgido un problema que los educadores no habían previsto. Cuando el intelecto se hace un poco poderoso, comienza a interferir en el instinto. Comienza una competición, una lucha por el poder.
El intelecto intenta dominar y, dado que tiene a la lógica de su parte —la razón, los argumentos, mil pruebas—, consigue, en lo respectivo a la mente, convencerte de que el instinto es algo malo. Por eso, todas las religiones han condenado el instinto.
Cualquier cosa que decidas con tu mente consciente puede ser desterrada en cualquier momento por el inconsciente ya que este es nueve veces más poderoso. No se preocupa por tu lógica, tu razón ni por nada de eso.
No son más que juegos intelectuales; el instinto es parte de tu mente inconsciente y el intelecto es parte de tu mente consciente pero el problema es que la mente consciente es solo la décima parte de la mente inconsciente. Es como un iceberg; solo una décima parte sobresale por encima del agua, hay nueve partes más ocultas bajo el agua. Tu mente consciente es solo una décima parte, pero se ve; la conoces. No sabes nada de tu mente inconsciente.
La mente consciente es educada en las escuelas, los institutos, las universidades, las iglesias, las sinagogas; en todas partes. Ponen a tu mente consciente contra el instinto. Es un fenómeno horrible; te obligan a ir contra la naturaleza, contra ti mismo.
En cambio, la mente inconsciente siempre está en silencio; inmersa en la oscuridad. No se preocupa en absoluto por la mente consciente. Cualquier cosa que decidas con la mente consciente puede ser desterrada en cualquier momento por el inconsciente ya que este es nueve veces más poderoso. No se preocupa por tu lógica, tu razón ni por nada de eso.
No estaba injustificado el hecho de que incluso un hombre como Gautama Buda estuviera en contra de dejar entrar mujeres a su comunidad. Quería que fuera una comunidad totalmente masculina en la que no hubiera ninguna mujer. Yo estoy en contra de esta actitud pero entiendo la razón. Hay que pensar cuál era la razón de esto. Sabía que una vez que hubiera mujeres, ¿qué iba a hacer con la mente inconsciente de los hombres? Era una cuestión de psicología, no de religión.
Sigmund Freud o Jung o Adler son insignificantes al lado de Gautama Buda. Parece inhumano impedir el paso a las mujeres pero si profundizas te sorprenderás; el hombre tenía un sólido fundamento. El fundamento no era la mujer; en realidad no estaba diciendo que las mujeres se quedaran fuera. Estaba diciendo: «Sé que no podéis vencer a vuestro inconsciente.» En realidad no era una condena de las mujeres era una condena de los discípulos. Estaba diciendo que al dejar entrar a las mujeres se iba a crear una situación en la que el inconsciente se iba a imponer en ti.
Intentó por todos los medios que esto no pasara. Les dijo a sus monjes que tenían que caminar mirando solo un metro por delante de modo que no pudieran ver el rostro de ninguna mujer en la calle ni en ninguna parte; como mucho, podrían ver sus piernas. Les dijo a sus discípulos:
—No toquéis a ninguna mujer, no habléis a ninguna mujer.
Uno de sus discípulos insistía diciéndole:
—En una situación concreta, por ejemplo si una mujer se cae en el camino y está enferma o se está muriendo, ¿podemos hablar con ella y preguntarle dónde quiere ir? ¿Podemos tocarla y llevarla a su casa?
Él respondió:
—En una situación excepcional como esta, sí, puedes tocarla y puedes hablar con ella, pero sé muy consciente de que es una mujer.
Su insistencia, «sé muy consciente», no está dirigida contra la mujer, está dirigida contra tu inconsciente. Si eres muy consciente existe la posibilidad de que tu inconsciente no sea capaz de penetrar e imponerse a la mente consciente.
Todas las religiones han ido en contra de la mujer; no quiere decir que fueran misóginas, no; solo estaban intentando proteger al monje, al sacerdote y a los papas. Evidentemente, no estoy de acuerdo con su metodología porque esa no es forma de proteger; de hecho solo te hace más inflamable. Un monje que no ha tocado nunca a una mujer, que no ha hablado con una mujer y que no tiene ni idea de mujeres está más destinado a ser presa de su instinto que un hombre que ha vivido con mujeres, que ha hablado con ellas y que se ha sentido tan natural con ellas como con cualquier hombre.
Los monjes y las monjas han estado más bajo el influjo del instinto. Si separas tu instinto completamente de la satisfacción se puede hacer tan poderoso —casi como una droga— que te puede envenenar, te puede provocar alucinaciones. En la Edad Media había monjes que confesaban delante de un tribunal especial convocado por el Papa. Era un tribunal especial donde se llamaba a declarar a todas las monjas y monjes honestos: «¿Estás teniendo relaciones con demonios, con brujas?» Y miles de ellos confesaban: «Sí, las brujas vinieron por la noche, los demonios vinieron por la noche.»
Los muros y los cerrojos de los monasterios no les impedían entrar; claro, ¡para algo eran demonios y brujas! Describían exactamente cómo era una bruja, cómo era un demonio, y cómo fueron tentados sexualmente y fueron incapaces de resistirse. Estas monjas y monjes fueron quemados vivos para que sirvieran de ejemplo a los demás.
Sin embargo, nadie se ha molestado en observar una cosa: a ti no se te acerca ninguna bruja aunque tengas la puerta abierta. A ti no se te acerca ningún demonio. ¿Por qué esos demonios y esas brujas se acercaban solo a los católicos? ¡Qué raro! ¿Qué pecado han cometido los pobres católicos?
La razón es muy simple. Habían reprimido tanto el sexo que se convirtió en algo que hervía en su inconsciente. Y cuando se iban a dormir, sus sueños eran realmente vívidos, coloridos y realistas; dependía de cuánto habían sido reprimidos. No tienes más que ayunar durante dos o tres días y verás: cada noche tendrás en sueños un maravilloso festín. A medida que ayunas más y tienes más hambre, el festín será más delicioso, fragante, colorista, realista. Es probable que después de veintiún días de ayuno puedas soñar con los ojos abiertos con comida, completamente despierto. Ya no te hace falta dormir; ahora el inconsciente se empieza a infiltrar en la conciencia incluso mientras estás despierto. Muchos de esos monjes y monjas admitieron que los demonios y las brujas fueron a visitarlos e hicieron el amor con ellos no solo por la noche, sino también durante el día. Y ellos fueron incapaces de hacer nada, estaba por encima de sus posibilidades.
Otras religiones han hecho lo mismo.
Cuando tu inteligencia y tu instinto no están en conflicto, te vuelves humano por primera vez; ya no formas parte del reino animal.
Yo me esfuerzo en hacer lo contrario que todas las religiones porque me doy cuenta de lo que han hecho. Su intención era buena pero su entendimiento no era lo suficientemente profundo. Yo quiero que los hombres y las mujeres vivan juntos, que cada uno conozca el cuerpo del otro, las diferencias, las polaridades de modo que tu inconsciente no necesite cargar con ninguna represión.
Una vez que tu inconsciente esté completamente libre de represión, tu instinto será diferente. Estará unido a la inteligencia. Cuando tu inconsciente ya no está reprimido, cuando ya no existe un muro de Berlín entre tu conciencia y tu inconsciencia, se puede derribar el muro porque ya no hay represión, así que no hay necesidad de mantener oculto al inconsciente; así puedes entrar y salir de tu inconsciente tan fácilmente como vas de una habitación a otra de tu casa.
Esta es tu casa; Gurdjieff solía usar esta metáfora de la casa, diciendo que el hombre es una casa de tres pisos. El primer piso es el inconsciente, el segundo es la conciencia y el tercer piso es al supraconciencia. Cuando tu inteligencia y tu instinto no están en conflicto, te vuelves humano por primera vez; ya no formas parte del reino animal. Para mí, esto es lo que necesita completamente cualquier persona que quiera conocer la verdad, la vida, la existencia, cualquiera que quiera conocer quién es.
Si reprimes nueve partes de tu mente, ¿cómo vas a conocerte a ti mismo? Has reprimido gran parte de ti mismo a un sótano, donde ya no puedes soportar ir. Todas las personas religiosas han vivido con miedo, temblando. ¿Qué temían? Temían a su propio inconsciente y a sus instintos reprimidos, que llamaban a la puerta de su conciencia: «¡Abre la puerta, queremos entrar! ¡Queremos realizarnos, queremos ser colmados!» Cuanta más hambre tienen, más peligrosos son. Estás rodeado de lobos hambrientos; cada instinto se convierte en un lobo y esa es la tortura en medio de la que han vivido las llamadas personas religiosas, rodeadas de lobos hambrientos.
La mayor parte de tu inteligencia se dedica a reprimir.
Estás sentado en un volcán intentando impedir que estalle.
Quiero que estéis en buenos términos con vuestro inconsciente. Permitid que vuestra biología se satisfaga totalmente. Miradlo desde este punto de vista. Si vuestra biología está completamente satisfecha, no habrá lucha entre la conciencia y el inconsciente. Te vuelves uno, en lo que respecta a tu mente; tu mente será una. Te dará una gran inteligencia porque la mayor parte de tu inteligencia se dedica a reprimir. Estás sentado en un volcán intentando impedir que estalle. El volcán va a estallar, tienes tan poco poder que no lo puedes contener siempre; por el contrario, cuando explote, estallarás en tantas pequeñas piezas que será imposible volver a unirte de nuevo.
Todos los locos que hay en el mundo, en los psiquiátricos, en los hospitales, ¿qué son? ¿Quiénes son? ¿Qué les ha pasado? Han estallado en mil piezas y ya no las pueden volver a unir. No hay forma de reunirlas a menos que consiga que todos sus instintos reprimidos se vean saciados. Pero ¿quién se atreve a decir esto? Al haberme dedicado a decir esto durante treinta y cinco años me he convertido en el hombre más famoso del mundo.
Precisamente el otro día vi en la revista alemana Stern, un especial de quince páginas dedicado a mi comuna, y no es más que la primera parte de una serie. Van a ser cinco partes en cinco números consecutivos de la revista. El titular de la primera página dice: «El Estado del Sexo.» ¡Me encantó! Y lo más curioso es que si sigues leyendo aparte de esas quince páginas, te quedarás sorprendido. ¿Quién vive en un estado del sexo? ¿Los miembros del Stern, los editores y sus colaboradores o nosotros?
Todos los cuerpos son iguales, una vez que apagas la luz y desaparece todo el colorido y todas las diferencias. La oscuridad equilibra e iguala tanto que, en la oscuridad, puedes amar incluso a tu propia mujer.
En la revista hay mujeres desnudas; no están simplemente desvestidas, porque una mujer completamente desnuda no es fascinante. Tienes que hacer su desnudez incluso más fascinante poniéndole ropa sexy, que por un lado muestre el cuerpo y por otro lo oculte. Así puedes volver a jugar al juego del escondite. Puedes empezar a soñar cómo será esa mujer sin esa ropa. Puede que sin la ropa no sea bella; de hecho, todos los cuerpos femeninos son iguales y todos los cuerpos masculinos son iguales, una vez que apagas la luz y desaparece todo el colorido y todas las diferencias. La oscuridad equilibra e iguala tanto que, en la oscuridad, puedes amar incluso a tu propia mujer.
Toda la revista está llena de sexo, sin embargo somos nosotros el «estado del sexo». Incluso el Playboy escribe en contra mía. ¡Me pregunto en qué mundo más extraño vivimos! Sin embargo, sé por qué lo hacen precisamente Stern o Playboy o ese tipo de revistas, que son de tercera categoría y se dedican a explotar la sexualidad de las personas… venden millones de ejemplares. Stern vende cerca de dos millones de copias y se estima que cada copia la leen al menos ocho personas lo que significa dieciséis millones de personas.
¿Por qué están en contra mía? Y llevan en contra mía muchos años. La razón es que si yo tengo éxito, sus revistas tendrán que cerrar. Viven de la represión. La razón de por qué están en contra mía es bastante lógica. Los sacerdotes, que están en contra del sexo, están en contra mía y las personas que usan el sexo como una explotación, Playboy, Stern, y miles de revistas en todo el mundo; todos están en contra mía. Es extraño porque no están en contra del Papa; no hay un solo artículo en contra del Papa. Playboy debería estar en contra del Papa que está siempre condenando el sexo. Sin embargo, no…
Cuanto más condena el Papa el sexo, cuanto más lo reprime, más vende Playboy.
Hay una lógica intrínseca: cuanto más condena el Papa el sexo, cuanto más lo reprime, más vende Playboy. Mi comuna es el único lugar en que a nadie le interesa Playboy o Stern. ¿A quién le importan esas revistas? Si yo tengo éxito, todas esas revistas pornográficas, la literatura, las películas están condenadas a desaparecer. Pero tras ellas hay una gran inversión así que se van a oponer a mí, y se opondrán y me condenarán en nombre del sexo, como si yo estuviera propagando la sexualidad.
Si hay alguien que haya propagado la sexualidad debe ser vuestro Dios. Yo no tengo nada que ver con Él. Él sigue dando vida a niños con hormonas sexuales. Debería parar; ¡debería hacer caso al Papa! Sin embargo, esas revistas tampoco están en contra de Dios porque es el que les proporciona todo su mercado. Los papas y los que se dedican a la pornografía están compinchados; ambos están en contra mía sencillamente porque les estoy arruinando el negocio.
Estos dos tipos de personas se dedican a explotar la represión; por lo tanto, es completamente lógico que vayan en contra mía; los dos van en contra mía. Al menos Stern no debería ir en mi contra si he creado un estado del sexo; deberían estar felices y estar a favor. En cambio, no, están completamente enfadados. Puede que ni siquiera sean conscientes de por qué están enfadados conmigo; puede que lo hagan de forma inconsciente pero hasta el inconsciente tiene sus razones.
Reprime cualquier cosa y se volverá valiosa. Reprímela más y se volverá más valiosa. No la reprimas y perderá su valor.
Exprésala, se evaporará.
Yo le puedo decir al mundo que mi comuna es el único lugar donde el sexo no significa nada; no tiene valor. A nadie le importa; nadie sueña con él ni nadie fantasea con él. De hecho, la gente no hace más que escribirme, «Osho, ¿qué puedo hacer? Mi vida sexual prácticamente está desapareciendo».