Nació en Alabama inaugurando el siglo XX y murió 48 años más tarde en un incendio desatado en el enésimo sanatorio mental en el que estuvo ingresada. En el 75 aniversario de su fallecimiento, recuperamos —a través de tres cartas recogidas en «Querido Scott, Querida Zelda» (Lumen), un volumen que recopila en su forma original la correspondencia que mantuvieron Zelda y su marido Francis Scott Fitzgerald— la figura de una musa y escritora de incuestionable talento natural. Junto a Scott, Zelda conoció el frenesí de los años veinte y el tormento derivado de una mezcla vital explosiva: amor, alcohol y locura. Las cartas que compartimos corresponden a tres momentos esenciales en su trayectoria: el noviazgo con Fitzgerald, uno de sus episodios de ingreso por supuesta esquizofrenia y la vuelta de un desastroso viaje de Cuba tras el que nunca más volvieron a verse (él, enfermo, quedó al cuidado de su hermana en Nueva York; ella, por su parte, regresó por sus propios medios al hospital psiquiátrico en Asheville).