Masters of Sex

Thomas Maier

Fragmento

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Prefacio

 

 

 

 

«¿Qué es eso que llaman amor?»

COLE PORTER

 

 

El sexo, en todas sus gloriosas expresiones, siempre ha formado parte de la experiencia estadounidense en mis cuatro biografías, respectivamente las de Si Newhouse, Benjamin Spock, los Kennedy, y ahora también la de Masters y Johnson. Como me dijo una vez con impactante honestidad el doctor Spock, el experto superventas que crió a la generación del baby boom estadounidense, «¡Todo es sexo!». Ciertamente, con su poder y su trascendencia, el sexo es el motor de la evolución de las especies y la más íntima forma de expresión entre adultos.

La historia de William Masters y Virginia Johnson, posiblemente como ninguna otra, trata de los eternos misterios del sexo y el amor. Su vida pública supone una ventana sin parangón hacia la revolución sexual estadounidense y los cambios culturales históricos que nos acompañan hasta nuestros días, mientras que su relación privada refleja muchos de los deseos básicos, las tensiones y las contradicciones existentes entre los hombres y las mujeres. Entrevisté por primera vez al doctor Masters cuando se jubiló en diciembre de 1994, víctima ya de los primeros síntomas del Parkinson que lo llevaría a la muerte en 2001. Después de varias salidas en falso, obtuve la absoluta colaboración de Virginia Johnson en 2005, con numerosas horas de entrevistas, incluida una prolongada visita a su casa de Saint Louis. A pesar de la fama mundial, «éramos, sin duda, las dos personas más discretas sobre la faz de la Tierra», me confió Johnson. «Nadie nos conocía demasiado bien. La gente ha especulado mucho, pero no sabía nada».

Durante años, el trabajo de Masters y Johnson estuvo envuelto en una estricta confidencialidad que obedecía a su propio deseo de evitar el escrutinio público. Solo ahora, gracias a la buena disposición de muchos de los entrevistados y el acceso a sus cartas, documentos privados y las propias memorias inéditas de Johnson, podemos entender la relevancia de sus vidas y los tiempos que vivieron. A pesar del enorme conocimiento clínico que obtuvieron a resultas del mayor experimento sexual realizado en Estados Unidos (con cientos de hombres y mujeres y más de diez mil orgasmos), su historia versa más sobre lo elusivo e indefinible de los aspectos que afectan a la intimidad humana. Como muchos se preguntan hoy: «¿Qué es eso que llaman amor?».

 

T. M.

Long Island, Nueva York

Abril de 2009

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FASE UNO

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Gini de joven

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1
La chica de Golden

 

 

«A menudo comienza en el asiento trasero de un coche.
Es rápido y al grano. El asiento trasero
de un coche difícilmente proporcionará la posibilidad
de expresar la personalidad de uno.»

WILLIAM H. MASTERS

 

 

En la oscuridad, dos haces de luz mostraban el camino. Los penetrantes faros de un Plymouth hendían la impenetrable oscuridad de los campos de Missouri. Lentamente, el coche que llevaba a Mary Virginia Eshelman y su novio del instituto, Gordon Garrett, atravesaba la ruta 160, una vasta extensión de asfalto carente de alumbrado, donde solo las estrellas y la luna iluminaban el cielo nocturno.

Para su cita con Mary Virginia, Gordon había tomado prestado el recién estrenado coche de la familia Garrett, un sedán verde de 1941 con una lustrosa parrilla de cromo, una protuberante capota, poderosos guardabarros y un amplio asiento trasero. Pasaban por delante de granjas y campos de cultivo arrancados a las praderas. Esa noche habían quedado con unos amigos en el Palace, el único cine del pueblo, donde las melodías y los bailes de los musicales de Hollywood les invitaban a escapar del aburrimiento de Golden City. La prensa les daba a conocer un mundo mucho más amplio más allá de su diminuto pueblo de ochocientos habitantes. Lindando con las montañas de los Ozarks, Golden City estaba más cerca de la Oklahoma rural que de la gran ciudad de Saint Louis, ambas envueltas en millas polvorientas y el férreo puño de la Biblia.

Antes de regresar a casa, Gordon detuvo el Plymouth a un lado de la carretera y apagó los faros. El sonido de los neumáticos mordiendo el apartadero de grava se detuvo repentinamente, seguido por un silencio palpable. Apretados la una contra el otro, Mary Virginia y su novio habían aparcado en una zona deshabitada donde nadie podría verlos.

En el asiento delantero del coche, Gordon le desabrochó la blusa, le aflojó la falda y presionó su piel contra la de ella. Ella no se movió ni se resistió, sino que se lo quedó mirando asombrada. Mary Virginia nunca había visto un pene antes, salvo, según recordaba, cuando su madre cambiaba el pañal de su hermano lactante. Esa noche, poco después de su decimoquinto cumpleaños, Mary Virginia Eshelman (más tarde conocida como Virginia E. Johnson) se adentró en los misterios de la intimidad humana. «Yo no tenía la menor idea de todo aquello», confesó la mujer cuya importantísima colaboración con el doctor William H. Masters algún día se tornaría en sinónimo de sexo y amor en Estados Unidos.

En su puritano hogar del Medio Oeste, Mary Vir

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