Prólogo
Estamos ante un libro muy singular, yo diría que excepcional, en el que se mezcla la vida de la autora, durante cinco años en la prostitución, con una reflexión de largo alcance sobre esta institución. La autora convierte la «experiencia vivida» —término acuñado por Simone de Beauvoir— en una reflexión crítica que conduce hacia las entrañas de una realidad, la prostitución, que es una fuente inagotable de dolor y violencia para millones de mujeres y niñas en todo el mundo. Este libro que tienen ustedes en las manos es tanto una reivindicación que hace Amelia Tiganus de sí misma como una radiografía del sistema prostitucional. Son páginas llenas de dolor, pero también de optimismo. Son palabras de quien ha logrado sobrevivir al infierno, pero también de quien un día abrazó el feminismo porque encontró en él las palabras y los conceptos que transformaron su experiencia individual en un hecho político. El optimismo nace de quien un día se acostumbró «a vivir sin vida» y hoy tiene una vida plena de proyectos. Sin embargo, este libro, que se lee de un tirón, no se recrea en el dolor y solo narra una pequeñísima parte de lo que vivió en esos «campos de concentración» —tal y como los denomina otra superviviente argentina, Sonia Sánchez— que son los burdeles. Agradezco a Amelia que no se haya recreado en las experiencias dolorosas y haya utilizado las elipsis para dar paso a una interpretación política de su propia experiencia.
Este libro está escrito para quien quiera saber y escuchar más allá de tópicos dominantes, prejuicios ignorantes y discursos interesados. La experiencia vivida de Amelia Tiganus confirma los análisis crítico-abolicionistas de la prostitución. Y es que, tomando como punto de partida la vida de Tiganus, se pueden reconstruir aquellos procesos que hacen de la prostitución una estrategia de desarrollo para países con altas tasas de pobreza. A través de su vida también se identifican las estrategias de captación de mujeres y niñas para la prostitución. Su experiencia en prostíbulos nos acerca a la sobreexplotación de las mujeres prostituidas, así como a la lógica «empresarial-esclavista» sobre la que se asientan los prostíbulos y otros lugares de prostitución. En el mismo sentido, su vida nos aproxima a la realidad de las mafias que sostienen la economía criminal y que mercantilizan los cuerpos de niñas y mujeres. Y, de la misma forma, se comprenden tanto las estrategias de los proxenetas para, sin violencia física, controlar y atar a las mujeres a la vida prostitucional con alcohol y/o drogas, entre otros recursos, como a la producción de discursos empoderantes que desembocan en el «orgullo de la puta» a efectos de anular cualquier atisbo de malestar crítico de las mujeres prostituidas. Como dice la autora: «Es mucho más sencillo fabricar putas orgullosas que activistas feministas».
Amelia Tiganus, con sencillez solo aparente y con complejidad de fondo, desactiva los grandes argumentos de la industria de la explotación sexual. El gran discurso de legitimación que interpela, asumido incomprensiblemente por sectores políticos progresistas, es el del consentimiento. Y lo hace cuando afirma que «someterse para sobrevivir no es consentir». Las mujeres que desembocan en la prostitución, tanto si lo hacen voluntariamente como a través del engaño o la violencia, lo hacen para sobrevivir. Por eso explica que «si pudiéramos sentir lo que es un día en un prostíbulo...» difícilmente se podría blanquear esta institución con el argumento de la libertad de elección, a excepción de los proxenetas, mercenarios que viven de la industria de la explotación sexual y los puteros.
Este libro da testimonio de una nueva fase en la que ha entrado el pensamiento y la práctica política abolicionista. Hasta hace apenas dos décadas, el abolicionismo estaba formado por un grupo de mujeres feministas que analizaban la prostitución como una institución clave para la reproducción del sistema patriarcal. Por tant