Hombres, bebes y todo lo demás

Jane Green

Fragmento

1

Julia se da la vuelta en la cama con esfuerzo hasta tener la cabeza a los pies de esta, luego levanta las piernas y las apoya con cuidado en la cabecera.

—Estás ridícula, ¿sabes? —gruñe Mark mientras sale de la habitación para ir a buscar papel higiénico al cuarto de baño, porque ese es el pacto que han hecho: ella permitirá que la mancha mojada esté en su lado de la cama siempre que sea Mark quien la limpie, y solo lo permite porque está encantada, emocionada, asombrada de que Mark haya accedido a tener ese niño.

O se quedó encantada. Hace nueve meses, cuando sacó el tema por primera vez a colación y le dijo que estaba desesperada por tener un niño, que a los treinta y tres años se le estaba acabando el tiempo; que su madre había tenido problemas en concebirla y había tardado dos años y medio. Esta última parte era una mentirilla en realidad, porque su madre la concibió la misma noche de bodas. Pero ese fue el argumento irrebatible y Julia al final se salió con la suya.

Observa a Mark cuando vuelve del cuarto de baño. Más bien alto y ancho de espaldas, de ojos verdes y pelo castaño claro, tendría unos hijos adorables. Juntos tendrían unos hijos adorables. Con los hoyuelos de Julia y los ojos de Mark. El pelo de Julia y la complexión de Mark. La mansedumbre y la calma de Mark, y la tenacidad y el dinamismo de Julia.

Sus hijos serían muy completos si Mark y Julia fueran capaces de engendrarlos.

Nueve meses.

Irónico, ¿no?

Si hubieran tenido éxito esa primera vez que decidieron dejar los condones en el cajón, ahora estarían a punto de tener un niño. Para ser más exactos, Julia estaría de parto el próximo jueves. El jueves 30 de enero.

Él o ella, o «mi bebé», como Julia ha empezado a llamar a la vida aún por concebir, sería Acuario. Su libro El lenguaje secreto de los cumpleaños dice lo siguiente sobre los nacidos el 30 de enero:

«Las personalidades dominantes nacidas el 30 de enero están destinadas a ser líderes. Tienen muchas aptitudes para orientar, entretener, enseñar, explicar y, en general, exponer sus ideas con claridad a los demás».

El niño de Julia habría nacido el mismo día que Franklin Delano Roosevelt, Vanessa Redgrave, Gene Hackman y toda una hueste de gente supuestamente famosa que no vale la pena reproducir aquí.

Pero ¿Franklin Delano Roosevelt? Bueno, es fácil imaginar lo que está pensando Julia. Se quedó horas tumbada en la cama la primera noche, con los ojos como platos, pensando en su hijo, el futuro primer ministro, o su hija, la próxima presidente de las Naciones Unidas. No es que lo hubiera planeado, pero la verdad, ¿había un signo mejor en la galaxia?

Su bebé habría sido lo bastante afortunado para no heredar el humor cambiante de un Cáncer como Mark o la conflictiva sensiblería de una Piscis como ella. Según Linda Goodman, los niños y niñas nacidos bajo el signo de Acuario pueden ser «tranquilos y dóciles en apariencia, pero el viento del norte puede hacerlos enloquecer de pronto».

«Cuenta con que tu hijo de febrero tenga un sueño —dice—, y se aferre a él hasta reemplazarlo por otro. Tu pequeño uranio es, por lo visto, muy especial. Es humanitario. Quiere a la gente. ¿Sabes lo excepcional que es eso? A medida que la sociedad se adentra en la era de Acuario, su sabiduría sin prejuicios nos guía. Los nacidos bajo el signo Acuario han sido escogidos por el destino para llevar a cabo las promesas del mañana.»

En general no estaba mal. De modo que fue un golpe bastante duro cuando el bebé de Julia decidió no aparecer.

Los dos primeros meses no le dieron mayor importancia. Solo se convirtió en un problema cuando Sam, la mejor amiga de Julia, se quedó embarazada sin proponérselo siquiera. Por supuesto, Julia se alegró muchísimo por ella, no podría haber estado más contenta o más emocionada, pero de alguna manera lo convirtió en algo competitivo, aumentó la presión, y de pronto Julia se encontró con que ya no era algo divertido, sino un problema. Por primera vez en su vida se encontró con que fracasaba en algo.

Julia siempre había sido la niña bonita. En la universidad, y después en su primer empleo en un programa de formación de licenciados de la London Daytime Television. Alguien en alguna parte debía de estar sonriéndole, porque enseguida la ascendieron a las series mejores y ahora es la editora de un destacado programa de entrevistas de media tarde.

A la hora del almuerzo se sorprende a sí misma sentada con el director de espectáculos. Este clava el tenedor en el pollo de Julia para probarlo, de una manera que da a entender igualdad y confianza. Y posiblemente algo más, aunque ella no está interesada. La jefa de Factual —para el continuo asombro de Julia— la telefonea para lamentarse de su vida sentimental. Se sientan en el bar después del trabajo mientras los investigadores tratan de ganar puntos invitándolas a copas y abasteciéndolas de cotilleos de la oficina.

Por supuesto, Julia no tiene nada de que lamentarse. Esto es lo que la gente dice de ella: me encantaría estar en su lugar.

Siempre ha tenido lo que todos han deseado. Desde su brillante pelo moreno —seguramente su mejor rasgo— hasta sus pies pequeños enfundados en zapatillas bordadas con cuentas o sensuales sandalias de tacón con el talón descubierto; desde su destacada carrera —se la menciona a menudo en las revistas entre la gente a tener en cuenta— hasta su enorme casa victoriana de Hampstead (en realidad es Gospel Oak, pero está prácticamente al lado del parque y dado que todos los agentes inmobiliarios lo consideran Hampstead, ella ha empezado a hacer lo mismo). Y, por encima de todo, Mark.

Julia y Mark se conocieron hace cuatro años. Él era el abogado de la compañía, hacía seis meses que trabajaba en ella y ya se había convertido en el ídolo de la oficina. Julia, dicho sea en su honor, ni se había dado cuenta de ello, atrapada como estaba en una relación con uno de esos hombres difíciles y terribles que fingen quererte, pero que en realidad están demasiado ocupados con sus amigos y su vida para dedicarte tiempo.

Tal vez no sea del todo cierto decir que ni se había dado cuenta. Era vagamente consciente de que un nuevo abogado había hecho acelerar corazones, así como de que sus colegas investigadoras no paraban de correr al piso de arriba para pedir a Mark que validara algún documento que en opinión de Julia ya era a todas luces legal, y aunque le constaba que había conocido a Mark e incluso había hablado con él, no lo veía como un hombre.

Un día, a la hora de comer, él se detuvo junto a la mesa de Julia, con un plato rebosante de espaguetis que amenazaban con caerse de la bandeja, y le preguntó si podía sentarse a su mesa. Ella tenía uno de esos días en que se ve todo negro, después de haberse dado cuenta de que el hombre terrible y difícil estaba resultando ser demasiado terrible y difícil, incluso para ella, pero al cabo de unos minutos Mark le hizo sonreír. La primera vez que sonreía en semanas.

Julia nunca se molestó en llamar al hombre terrible y difícil para decirle que habían terminado. Claro que él tampoco la llamó nunca. Ella de vez en cuando se siente tentada, cuatro años después, de telefonearlo y decirle que su relación no parece estar funcionando, solo para echar unas risas, pero aunque la idea le hace sonreír es algo que nunca haría.

Por un tiempo Julia y Mark fueron amigos. Ella trabajaba hasta tarde, reuniendo datos para un documental sobre mujeres que se operaban con cirugía plástica. Mark, en ese momento, era el abogado subalterno. Fingía trabajar hasta tarde e iba a su oficina para persuadirla de ir a comer algo después del trabaj

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