La Celestina (Los mejores clásicos)

Fernando de Rojas

Fragmento

Introducción

INTRODUCCIÓN

1. PERFILES DE LA ÉPOCA

La Celestina surge en uno de los períodos de mayor trascendencia política, social y cultural de la historia de España, el reinado de los Reyes Católicos, en el que se sientan las bases del estado moderno.

La llegada al trono de Isabel en Castilla se produce a raíz de la muerte de su hermano Enrique IV en 1474. Los derechos de Isabel a la corona castellana fueron inmediatamente contestados por un grupo de nobles que apoyaba la causa de Juana la Beltraneja, hija de la reina Juana –esposa de Enrique IV– y, según rumores nunca confirmados, de un alto personaje de la corte, Beltrán de la Cueva. Sin embargo, esta resistencia a aceptar la autoridad de Isabel fue vencida en la batalla de Toro (1476), victoria en la que resultó determinante la ayuda que la reina recibió de su esposo, don Fernando, heredero del trono aragonés, con quien se había casado en 1469. La victoria de Toro marca el principio del afianzamiento del poder real, después de décadas de intromisión de la nobleza castellana en el gobierno y en los asuntos reales, situación en gran medida propiciada por la debilidad de los propios monarcas.

El control de la nobleza y la pacificación interna del reino permitió a la reina Isabel culminar la Reconquista, el gran asunto pendiente para Castilla en el siglo XV y que no se había podido abordar con anterioridad, en parte, por las luchas civiles que la dividían. La unión de las coronas de Castilla y Aragón en 1479, a raíz de la subida al trono aragonés de Fernando, que sucedió a su padre Juan II, facilitó, por otro lado, el que Isabel pudiera contar con el necesario apoyo militar de su marido para conquistar el reino nazarí. La entrega de Granada en 1492 posee un gran valor simbólico, pues se ponía fin a siglos de presencia musulmana en la Península.

En el mismo año de 1492, algunos meses después de la conquista de Granada, tiene lugar uno de los acontecimientos más significativos de la historia de Occidente, el descubrimiento de América por Cristóbal Colón, un proyecto respaldado, después de grandes titubeos, por Castilla, interesada en hallar una nueva ruta para llegar a las Indias, donde florecía un comercio de especias que interesaba también a los portugueses. La empresa colombina marca el principio de la expansión española en América, que se desarrollará en la centuria siguiente. Si durante el reinado de los Reyes Católicos los intereses expansionistas de Castilla se dirigen hacia nuevos horizontes, los de Aragón continúan centrados en el Mediterráneo. Gracias a hábiles maniobras políticas y a una brillante campaña militar, Fernando el Católico conseguirá que caiga el reino napolitano (1501), que en un principio se divide con Francia, pero que terminará ocupando en su totalidad. La hegemonía española en Italia será objetivo preferente de la política de Carlos V en la primera mitad del siglo XVI.

Aun cuando la unión de las dos coronas no significaba, ni mucho menos, una unidad política de la Península Ibérica, sí hubo factores que contribuyeron a una mayor cohesión de ambos reinos. El más sobresaliente de ellos probablemente sea el establecimiento de la Inquisición, conocida también como el Tribunal del Santo Oficio, creado primero en Castilla en 1478, pero que terminará extendiéndose pronto a toda la Península. Los historiadores han debatido mucho sobre el motivo que llevó a la reina Isabel a solicitar del papa Sixto IV la creación de un tribunal eclesiástico específicamente encargado de velar por la pureza de la fe cristiana y de castigar a los cristianos que se alejaban de la ortodoxia. A pesar de que no hay unanimidad entre los estudiosos, es probable que sean razones de tipo religioso las que expliquen el origen de la Inquisición. Se trataría, en este sentido, de acabar con el problema que para una sociedad profundamente cristiana representaban los conversos judaizantes, es decir, judíos que habían abrazado el cristianismo, pero que, en secreto, permanecían fieles a la fe y a las prácticas judías.

Consecuencia lógica del establecimiento de la Inquisición es una de las decisiones de mayor relevancia del reinado de los Reyes Católicos, la expulsión de los judíos, decretada en 1492. Es cierto que, en especial desde el siglo XIV, había ido creciendo de forma alarmante el sentimiento antisemita en el pueblo, odio que incluso había desembocado en matanzas masivas de judíos (una de las razones, por cierto, por las cuales muchos judíos, deseosos de escapar de estas persecuciones, habían abrazado el cristianismo). Sin embargo, la expulsión de los judíos que se negaron a bautizarse se debe, fundamentalmente, también a razones de tipo religioso. Preocupados por velar por la pureza de la fe, los monarcas entendían que la existencia de una minoría judía significaba una amenaza para la población cristiana y una tentación para los conversos de retornar a su antigua religión.

La homogeneidad en la fe religiosa, la preeminencia del Estado frente al individuo y el centralismo que traen consigo la Inquisición y la expulsión de los judíos anuncian una nueva era. Por otro lado, además del inmenso drama humano con miles de víctimas que significaron, uno y otro acontecimiento supusieron que se empezara a generalizar la preocupación por la “limpieza de sangre”, que obsesionaría a la sociedad española en los siglos siguientes.

Por lo que respecta a su política internacional, los Reyes Católicos se distinguieron también por ambiciosos proyectos, sustentados en alianzas matrimoniales que, sin embargo, no aportarían los frutos deseados. El príncipe don Juan moriría al poco tiempo de su boda con Margarita de Austria; su hermana Juana, que se había casado con Felipe el Hermoso, heredaría el trono de Castilla a la muerte de la reina Isabel (1504), pero terminaría siendo recluida y apartada del gobierno por su enajenación mental, que le valdría el sobrenombre de “la Loca”. La unión con Portugal se vio frustrada con la muerte de Miguel, el hijo que Isabel, la primogénita de los Reyes Católicos, había tenido con Manuel el Afortunado. Finalmente, Enrique VIII de Inglaterra acabaría divorciándose de Catalina, la hija de los Reyes Católicos con quien se había casado en 1509, lo que provocaría la separación de la Iglesia inglesa de Roma. La unión de las dos coronas quedaría, de todas formas, garantizada, gracias a Carlos, el hijo de Juana la Loca y Felipe el Hermoso, quien heredaría el título de emperador por parte paterna.

El reinado de Isabel y Fernando trajo consigo un florecimiento literario, artístico y musical, contexto en el que hay que situar la aparición de la Celestina. Toda una larga serie de rasgos anuncia que la Península está en los albores del Renacimiento. Se potencian los estudios clásicos (especialmente el cultivo del latín), se acoge a humanistas italianos, se crean nuevas universidades (Alcalá de Henares, Valencia, Sevilla) y aumenta el número de lectores y de los bibliófilos que atesoran importantes bibliotecas. Se desarrolla, asimismo, el mecenazgo, actividad en la que destacará el Cardenal Cisneros, que patrocina

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