Locos lindos

Daniel Samper Pizano

Fragmento

Locos adorables
Perfil del loco adorable

Los argentinos, pueblo avezado en asuntos de psiquiatría, sostienen que en el mundo hay dos clases de locos: los locos de mierda y los locos lindos o locos adorables.

Llaman locos de mierda a aquellos personajes cuya conducta se caracteriza por ser extraña, impredecible, egoísta, venenosa y perversa.

Los locos adorables —agregan— también observan una conducta extraña e impredecible. Pero, al contrario que los otros, son gente esencialmente buena y casi siempre divertida, cuyo modo de ser muchas veces entraña peligro para sí mismos, pero solo podrían representar un riesgo para los demás por ingenuidad o imprudencia. Jamás por maldad, como ocurre con los locos de mierda.

El loco adorable es capaz de provocar situaciones poéticas sin darse cuenta y a menudo anda envuelto en un aroma cómico. El loco de mierda, en cambio, está cerca de la crueldad, y allí donde el loco adorable es una figura humorística o conmovedora, el otro es un sujeto sardónico.

La vida de los locos adorables suele transcurrir entre éxitos y fracasos, entre sueños y realidades, por lo general con destellos de imaginación genial al cobijo de las utopías que nutren estos proyectos. Muchos de ellos han ayudado a cambiar la historia.

Estos pintorescos sujetos no son necesariamente modelos de conducta ni paradigmas de ciudadanos. El loco adorable es alguien cuyos errores o fallas no opacan su talante esencialmente bueno ni su talento fuera de serie. El loco adorable no se comporta de acuerdo con los cánones de la normalidad: por eso es loco. Pero no siembra odios ni se regodea en perversidades: por eso es adorable. Tiende a caracterizarse por su generosidad, su afán de acertar, su buena fe y con frecuencia su simpatía e incluso su genialidad. A veces arrastra en su locura a otras personas, pero no hace daño ex profeso: su principal víctima suele ser él mismo.

«El loco de mierda —advierte un psiquiatra argentino consultado para este trabajo— no toma en cuenta el daño que pueda causar a las demás personas o a sí mismo». Y añade: «Por su parte, el loco adorable hace algo inesperado sin ser del todo consciente de si ese comportamiento es lo que la sociedad espera o no. Al final, sus acciones no te perjudican, y seguramente generan alguna pregunta interesante».

En este libro he escogido a diez personajes inolvidables que dejaron una impronta duradera. Más exactamente, a seis locos adorables y cuatro locas encantadoras. Todos sobresalieron en su medio, aunque varios ni siquiera se percataron de que estaban haciendo historia. Gracias a su intervención, sin embargo, la actividad en la que desarrollaron sus dones registró un cambio que en ciertos casos marcó virajes trascendentales.

Ellos son:

Françoise Vatel (1631-1671), el cocinero deshonrado. Fue el creador del chef profesional convencido de la importancia de su oficio y entregado a él.

Aimé Bonpland (1773-1858), el sabio enamoradizo. Su participación en el descubrimiento científico de América implicó, al mismo tiempo, una mirada económica, erótica y política.

Ada Byron (1815-1852), la precursora del ordenador. Mientras su padre, Lord Byron, era un huracán romántico, ella exploraba los primeros algoritmos, predecesores del ordenador.

Temistocle Solera (1815-1878), el policía que escribía óperas. Su aporte al músico Giuseppe Verdi, a la ópera y a la unidad de Italia fueron amalgama del patriotismo.

Ezequiel Uricoechea (1834-1880), el colombiano que todo lo sabía. Fue uno de los líderes americanos en el campo de la filología y contribuyó a la unidad del español.

Annie Oakley (1860-1926), la Pequeña Tirofijo. En medio de una multitud de machos cazadores, domadores, tiradores, ella demostró al mundo que una mujer podía superarlos.

Graciela Olmos (1895-1962), la bandida que componía boleros. Revolucionaria mexicana y compositora, empleó el papel relegado a la mujer para adquirir un formidable poder.

Sidney Franklin (1903-1976), el torero gringo. En un medio hostil que lo miraba como una extravagancia probó que era capaz de triunfar y figurar al lado de los mejores toreros.

Hedy Lamarr (1914-2000), la actriz que inventaba. Fue una estrella del cine famosa por sus desnudos y un genio científico que sembró las bases del wifi y otros prodigios cibernéticos.

Mané Garrincha (1933-1983), el cojo que cambió el fútbol. Desordenado, sin disciplina, enamoradizo, buena gente y borrachín, con un balón en los pies convirtió un deporte en espectáculo.

En casi todos los casos las figuras de nuestro elenco aparecen rodeadas de circunstancias y personajes fascinantes: algunos tan atractivos como ellos. Por la ley universal de la compensación, no resulta raro que cerca del loco adorable actúe algún loco de mierda. Es, por ejemplo, el caso de Aimé Bonpland, el genial naturalista europeo que optó por investigar y trabajar en América del Sur y tuvo que compartir parte de su vida con el Doctor Francia, famoso loco de mierda que durante veintiséis años hundió a Paraguay en una dictadura tenebrosa.

Los locos adorables de esta antología soñaron con triunfar y lo lograron, al menos en algún momento, hasta el punto de que imprimieron una huella en la historia particular de su oficio. La suerte quiso que la gran mayoría de ellos terminaran sus días de manera triste, de manera dramática o de manera trágica.

Al fin y al cabo, el destino es otro loco de mierda.

Locos adorables
François Vatel

EL COCINERO DESHONRADO

El francés legendario que cambió la gastronomía europea en el siglo XVII no era cocinero sino maître, algo parecido a banquetero. De aquel siglo dorado de los manteles provienen platos mundialmente famosos y también la tendencia de los chefs célebres al suicidio.

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