Deberías haberte ido

Daniel Kehlmann

Fragmento

deberias_haberte_ido-2

Jana y Ella van en tándem por la carretera. Brilla el sol, las hierbas ondean, música alegre. Ella al manillar, Jana extiende los brazos, primer plano: feliz, parpadea al sol. Entonces la bicicleta tropieza con una piedra, se desvía de la carretera y vuelca. Gritos de dolor. La música se interrumpe, fundido en negro, créditos de apertura. Introduce de inmediato el tono correcto.

Muy adecuado empezar aquí arriba con un nuevo bloc de notas. Nuevo entorno, nuevas ideas, un nuevo comienzo. Aire fresco.

La semana pasada, Esther cumplió cuatro años. De ahora en adelante todo será más fácil. Ya se nota que no nos peleamos constantemente por la cuestión de quién se levanta con ella, quién la acuesta, quién juega con ella con los bloques de construcción, con el trenecito o con los Legos. Ya puede hacer muchas más cosas sola.

El frío blancoazulado de los dos glaciares, debajo de ellos granito escarpado, luego los bosques, que la bruma convierte en una superficie lisa de un verde oscuro. El cielo está ligeramente cubierto, una nube se ha colocado delante del sol, una corona de fuego rodea sus bordes blancos y deshilachados.

Delante de la casa que hemos alquilado, la pradera forma una suave pendiente, de unos cien metros, hasta la linde del bosque: abetos, pinos y, allá, un sauce inmenso, pálido. Cuando abro la ventana oigo susurrar el viento. Aparte de eso, no oigo nada. Al fondo se extiende el valle, con sus casas tan pequeñas como dados, cortado a lo ancho por tres cintas: la carretera, el río, la vía férrea. La carretera llena de curvas por la que hemos subido se ramifica como un trazo fino a lápiz.

Un viaje horrible, por cierto. La carretera es abrupta, sin quitamiedos a los lados, y Susanna es un desastre conduciendo. Me costó no decir nada. Bueno, pero después por desgracia sí que dije algo, de modo que estuvimos discutiendo el resto del camino.

Justo ahora el sol ha aparecido, empujando la nube, por lo que el cielo se derrite en una luminosidad dolorosa, deslumbrante, magnífica.

¿O son demasiadas metáforas? Está claro que el sol no empuja hacia ningún sitio, es el viento el que aparta las nubes, y naturalmente no es que el cielo se derrita. Pero «una luminosidad dolorosa, deslumbrante, magnífica», no está nada mal.

Cosa desacostumbrada, se trata de una casa que en la realidad resulta todavía más bonita que en las fotos de internet. No es ninguna cabañita alpina llena de moho, sino una casa claramente de arquitecto, con dos pisos, nueva y minimalista, con un estrecho balcón arriba y un gran ventanal en la sala de estar.

hiriente luminosidad

nube de fuego

el sol rodando por el firmamento

montañas, grabadas en el azul

«Firmamento»: anticuado. Mejor la palabra más simple, «cielo». Haz que un personaje secundario utilice un par de veces la palabra «firmamento». No hace falta más, con eso queda caracterizado.

Fundido de apertura, Jana camina por la calle con una bolsa de la compra.

Justo cuando quería seguir escribiendo, han entrado. Y cuando están en la habitación no me puedo concentrar. Ahora están jugando en la alfombra y hacen ruido, yo garabateo algo, para que crean que estoy trabajando, porque cuando Susanna cree que no estoy trabajando no para de decir: Para ya de quejarte, si de todas formas no estás trabajando. Así que escribo y escribo y escribo y hago como que estoy ocupado, y de verdad lo estoy, puesto que, al fin y al cabo, toda la producción me está esperando.

La quiero, y no deseo una vida distinta. ¿Por qué nos peleamos tanto?

Pues otra vez. Se incorporó de la alfombra cargada de reproches, y en ese momento pensé: Ya empezamos. Y realmente dijo exactamente lo que yo ya sabía que iba a decir: Acabamos de llegar, no hace falta ponerse ya otra vez, se pue­de estar primero un poco con la familia, etcétera.

Pero así, dije yo, no saldrá nunca nada, ¡así no nace una obra!

¿Te refieres a tu guion?

Era el tono al pronunciar la palabra. Sabe exactamente lo que más me irrita. Y, naturalmente, caí en la trampa. ¿Un guion no es una obra?, exclamé. ¿La Strada, Barry Lyndon, no son obras?

A eso repuso apaciblemente: Un guion es una obra, pero no una «obra». No como tú lo pronuncias. Y Mejores amigas 2, pues bueno…

Alguna vez escribiré una película sobre todo esto. Largos diálogos, muchos flashbacks, sin música. Se llamará Matrimonio. Todavía no hay nada con ese título, sorprendentemente está libre.

No debería haber respondido, simplemente debería haberme quedado callado, así se podría haber evitado la pelea. Pero no pude resistirme a recordarle que precisamente los derechos de autor de esos guiones que ella consideraba obras pero no «obras», y precisamente los de Mejores amigas 1, pagaban los intereses de la hipoteca de nuestra casa, una casa adosada con jardín, eso que consideraba tan importante porque al fin y al cabo un niño debía tener jardín, y ahora tenemos una casa adosada, y falta mucho por pagar de la hipoteca, y Esther realmente nunca juega en el jardín, y si no escribo la segunda parte de mi película de mayor éxito, entonces ¿qué pasa con la hipoteca?

A lo que ella respondió que no tenía nada que objetar a mis comedias, siempre que, por favor, no hiciera como si se trataran de Minna von Barnhelm o El cántaro roto —siempre tiene que citar clásicos, para recordarme que ella tiene un título en filología clásica y alemana, mientras que yo nunca fui a la universidad—, y que mi manía de escribir a mano como si fuera un poeta era, por cierto, insoportable. Entonces retrocedió un paso y soltó una risa tan aguda como solo puede proferir un actor los días en que el talento le ha abandonado. Tan afectada resultó que sentí un escalofrío en la espalda y justo en ese momento nos interrumpió Esther, porque le había roto el brazo a su muñeca y pedía llorando pegamento, y ¿de dónde vamos a sacar pegamento aquí arriba?

Ahora ellas se inclinan sobre los trozos de la muñeca y los mueven de aquí para allá y esperan un milagro, y yo sigo escribiendo y no levanto la vista, para que quede claro que no tengo tiempo para ayudar con esas estupideces. El juguete está roto.

Matrimonio. El secreto está en que, a pesar de todo, nos queremos. Yo no querría vivir sin ella: echaría de menos hasta su risa de actriz. Ni ella sin mí. Si no nos crispáramos tanto los nervios el uno al otro…

Vete mientras

deberias_haberte_ido-3

3 de diciembre

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Product added to wishlist