Princess por sorpresa

Ana Punset

Fragmento

cap-1

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Lucía no podía creer que estuvieran otra vez en plenos exámenes. Casi no había tenido tiempo de recuperarse del semestre anterior y ahí estaban de nuevo: decenas de lecciones que empollar, tropecientos ejercicios que resolver... Y todo para demostrarle a su madre y a los profes (y, sí, también a sí misma) que podía hacerlo, que podía aprobar tercero de ESO igual que había aprobado los cursos anteriores. Aunque fuera con ayuda de un profe particular. Claro que, para ser sincera, su profe particular molaba un montón. Y es que Mike, ahora, también era su amigo.

—Vamos, ahora tú sola, Lucía —le pidió Mike devolviéndole la libreta con unos cuantos ejercicios de matemáticas. Lucía la cogió desde el otro extremo de la mesa del comedor de su padre.

Le quedaban cuatro días para superar el reto. Ese mismo viernes tenía el examen que más temía de todos, su infierno personal: las matemáticas. Desde que Mike había empezado a darle clases en diciembre las notas de los parciales habían mejorado bastante, pero ahora llegaba la hora de la verdad, la prueba final que demostraría si realmente había aprendido a dominar las mates durante ese tiempo. Lo último que quería era que su madre contratara a otro profesor, a alguno de los que se presentaron en su día a la entrevista. No, Lucía se lo pasaba bien con Mike, porque no era como ellos. Era... solo Mike. Y no quería que lo sustituyeran, así que más le valía centrarse en lo que estaban haciendo en ese momento: estudiar, estudiar y estudiar. Aunque a ratos también les daba tiempo de charlar un poco, claro.

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—¿Me pides que calcule el área de un listón de cuatro centímetros de ancho por ciento ochenta centímetros de largo?

Miró a Mike, que asentía con la vista fija en ella. Sus ojos azules esperaban pacientes su respuesta.

—Puedes hacerlo. Vamos —le dijo con tanta convicción que no tuvo más remedio que creerle. Agachó la cabeza pelirroja y se dejó absorber por los números.

Estaba peleándose con la fórmula cuando se escuchó la vibración de un móvil. Al levantar la vista, vio que Mike respondía a un mensaje con el ceño algo fruncido. Como no quería ser entrometida, volvió a su ejercicio. «Venga, Lucía, que si Mike dice que puedes...»

Otra vibración.

Pues sí que le estaba costando concentrarse. Miró a Mike, que en ese momento negaba con la cabeza, frustrado. Dejó el lápiz sobre la mesa porque se sentía incapaz de ignorarlo.

—¿Pasa algo?

—No es nada. Es que Nadia últimamente... —dijo pasándose la mano por el pelo rubio en un gesto algo nervioso. A Lucía le sorprendió verlo alterado, porque Mike siempre parecía recién salido de una sesión de meditación.

Esperó la respuesta sin presionarle. Era la primera vez que él hablaba de su relación con su amiga. Llevaban juntos oficialmente un par de meses, desde que Nadia aceptó salir exclusivamente con él cuando Mike se lo pidió en el Aquarium, en el pasillo de los tiburones, justo después de que pasara un pez raya por encima de ellos, tal como le había contado Nadia. Dos meses de camisetas de corazones, de sonrisas bobas, de felicidad en cada poro. Y de repente...

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—... se enfada por cualquier cosa —dijo Mike con cuidado.

Lucía no sabía qué decir, porque estaba hablando de su amiga y se sentía un poco en medio.

—¡Qué raro!, si Nadia es antienfados —le soltó.

—¡Y yo! Por eso no lo entiendo. —Mike se encogió de hombros.

Lucía frunció el ceño sorprendida. La verdad es que el chico era el mayor optimista con el que se había topado nunca.

—Ahora mismo, por ejemplo. Me ha escrito preguntándome si estaba aquí, contigo, y cuando le he dicho que sí, va y me responde esto.

Lucía miró el móvil sintiéndose un poco rara. Eso de que Mike compartiera algo tan íntimo con ella la incomodaba, pero él se había portado muy bien con ella desde el principio y quería ayudarle, así que aceptó leer el mensaje que su amiga Nadia le había escrito:

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Pues sí que parecía enfadada con él.

—¿Le has dicho algo que le haya podido molestar antes de venir? —le preguntó para intentar hallar la respuesta a la actitud de su amiga.

—Qué va.

—Pero de aquí sales siempre a la misma hora —le dijo.

—Sí, menos la semana pasada, que se nos fue la pinza y estuvimos un ratito más charlando sobre tu plan con Mario, pero vamos...

Lucía se mordió el labio.

—Ya te digo que no sé por qué está así... —insistió Mike.

—Bah, ya se le pasará. —Lucía acabó por quitarle importancia, deseando que, efectivamente, no fuera nada importante.

No quería que Nadia cortara con Mike, porque eso significaría que tendría que escoger entre él y su amiga y estaba demasiado contenta con su profesor particular como para cambiarlo ahora. Definitivamente, sería un problema que cortasen.

—Eso espero... —respondió él resoplando sonoramente—. ¿Has acabado ya el ejercicio? —preguntó de pronto.

—¡¿Cómo?! Si estoy hablando contigo —le respondió ella entre risas.

—Pues vamos, concéntrate y déjate de cháchara —dijo él, en tono bromista.

Lucía sonrió y devolvió su atención al ejercicio que tenía delante. No, definitivamente no quería cambiar de profesor particular.

cap-2

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—¿No te parece romántico? —le preguntó Lucía a Mario. Estaban sentados en el sofá de la casa de los padres de él, mientras veían Todo, todo en la tele.

—No está mal. Como no puede salir de la casa, el tío le llena la ventana de fotos de océanos y le pega carteles con frases bonitas en los cristales. Pero a mí se me habría ocurrido alguna cosa mejor —dijo sonriendo con su cara de pillo, y Lucía se deshizo en sus brazos.

Era miércoles, la única tarde de la semana que tenía medio libre y, aprovechando que los padres de Mario ese día tenían reuniones y llegarían tarde, habían quedado en casa de él. Quería estar bien pegada a su novio porque no podía desaprovechar ni un solo minuto de la cuenta atrás que ya había empezado.

El día que Mario le desveló el misterio que le había amargado las fiestas de Navidad, Lucía se había sentido aliviada y destrozada a la vez. Aliviada por saber por fin qué era lo que su chico le había estado escondiendo, pero destrozada porque aquella noticia había supuesto el doloroso tiro de salida y, ahora, los días, las horas, los minutos e incluso los segundos corrían a una velocidad descontrolada en el corazó

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