La soledad en tiempos de pandemia

Fragmento

CAPÍTULO 1
UN TRISTE ESCENARIO

La soledad cambia tu vida.

¿Lo hace para mejor o para peor?

Solo depende de ti.

Si la utilizas para conocerte, habrás crecido.

Si solo te lamentas de tu destino,

la tristeza se apoderará de ti.

¡Elige crecer y conócete a ti mismo!

Dr. Walter Dresel

¿Hay algo más importante que tu vida?

Responde rápidamente… ¿sí o no?

Quiero pensar que la palabra que ronda tu mente y que tus labios están por esbozar es la segunda.

Estamos de acuerdo. Sabiendo que priorizas tu existencia, partiremos de allí para entender cuál es la realidad que estamos viviendo todos y la que tú particularmente estás experimentando.

El mundo ha entrado en pánico. Los parámetros a través de los cuales las sociedades se venían manejando hasta el presente se han desmoronado.

Todo ha quedado de lado; el dinero, las posesiones materiales, los viajes, la vestimenta y una larga lista de palabras que creíamos hasta hace muy poco que guiaban nuestra existencia.

Hoy, tú, yo y todos los seres humanos hemos comenzado a aprender y reafirmar que no hay nada más importante o que pueda estar antes que preservar la vida.

¿Dónde está el enemigo? ¿Cuál es el ejército o fuerza militar que nos está amenazando? No hay tal cosa. Esta es una guerra biológica. Se trata de un virus ultramicroscópico que ha transformado la humanidad sembrando muerte, dolor e incredulidad.

Las piezas del tablero imaginario del mundo se movieron y lo hicieron en pocas semanas, ante la mirada atónita de millones de hombres y mujeres que asistieron a un cambio radical en su estilo de vida. Entre ellos estamos tú y yo.

¿Cómo debemos actuar? ¿Qué debemos hacer? ¿Nos enfermaremos?

Son solo las primeras preguntas de una larga lista que todos nos hemos hecho y a la que le seguiremos agregando interrogantes.

Más allá de las recomendaciones sanitarias que debemos respetar para preservar el tesoro que es la vida y la salud, se hizo presente la repercusión emocional de esta crisis universal.

Aun teniendo un pensamiento positivo y confiando en la capacidad del ser humano para superar períodos difíciles, se hace inevitable reflexionar acerca de la brevedad de la vida y de cómo “ayer” todo parecía estar en orden y hoy cada nación lucha denodadamente para evitar que la estela de enfermedad y muerte diezme a su población.

Es posible que cuando tú tengas este libro en tus manos lo peor haya pasado… o no. No lo sé a ciencia cierta y creo que nadie puede predecir hacia dónde se dirige la humanidad. Esta es una incógnita que encierra un mensaje muy serio y profundo a tener en cuenta.

No voy a abordar en esta obra los daños a la macroeconomía y sus repercusiones sobre los diferentes conglomerados sociales. Eso les compete a los economistas y a los gobiernos de cada país.

Yo deseo que tú estés a mi lado en el análisis de cómo ha impactado esta batalla que enfrentamos en el día a día por salvaguardar nuestra existencia.

Lo primero que ha surgido en mí ha sido un sentimiento de rebeldía. Una vez que logré controlar esa verdadera revolución interna, se hizo presente el pensamiento y el sentimiento de impotencia e indefensión como ser humano, ante el enemigo invisible.

Es cierto, los científicos trabajan denodadamente para poner a punto en varios centros de investigación y laboratorios en el mundo vacunas que proporcionen inmunidad y estimulen los mecanismos de defensa a las personas, para detener a este asesino implacable.

Pero nada impidió que en medio de estas cavilaciones, y aun estando con nuestras familias relativamente cerca o bajo el mismo techo, la soledad se hiciera presente, con todo lo que ello trajo aparejado y que todavía persiste en muchos seres humanos.

Soledad física en algunos casos, soledad emocional, soledad elegida o impuesta por las circunstancias… Y aquí te pregunto: ¿cuál es tu soledad?

Yo sé que te sorprendo con el contenido de esta interrogante. Tómate tu tiempo para responderte.

Mira… hoy tengo mis dudas acerca de si habremos aprendido a valorar nuestra vida y establecer cuáles son las prioridades.

Solemos tener una memoria frágil, sin darnos cuenta de que ya nada será como antes, al punto que ni siquiera sabemos si hemos de sobrevivir a esta pandemia.

En este escenario, la soledad del alma se instaló para agregar un elemento más a nuestra incertidumbre respecto de nuestro presente y de nuestro futuro.

Esa soledad y el confinamiento, el cual nos vimos obligados a cumplir, indudablemente nos transportan al repaso de nuestro pasado, con sus aciertos y errores que nos jalonaron la existencia.

De ese balance puede haber surgido que los aciertos fueron más que los errores cometidos, y es posible entonces que una tenue sonrisa se haya dibujado en nuestros rostros.

En cambio, si los errores ganaron la partida, la sensación de fracaso ocupó nuestra mente. Así, la tristeza y la angustia pudieron y pueden aun ahora impactar duramente en nuestro estado de ánimo, facilitando el camino para la instalación de una depresión con todas sus consecuencias.

Por ello es que la soledad tiene dos abordajes bien opuestos.

Por un lado es la situación ideal para iniciar un análisis de cómo ha sido nuestra vida hasta el presente, permitiéndonos puntualizar, sobre todo, las carencias o debilidades que pudimos encontrar, para trabajar sobre ellas y convertirlas en nuevos puntos de apoyo.

En cambio, si realizamos este balance y como consecuencia de ello nos lamentamos por lo que no hemos podido lograr, no estaremos contribuyendo a la recuperación de nuestro equilibrio emocional, ni de la armonía interior, tan necesarios para sobrellevar los tiempos críticos que protagonizamos.

En un número elevado de casos hemos asistido, y lo seguimos haciendo, a una soledad impuesta. Ya no por una pérdida —sea de la naturaleza que sea— sino por la presencia de un virus que obligó al mundo a refugiarse físicamente en sus hogares para intentar evitar el contagio.

También es cierto que muchas personas ya se encontraban solas y la pandemia profundizó su estado. Solos o acompañados, el sentimiento predominante fue y sigue siendo el de preservar la vida, habida cuenta que el contagio y el desarrollo de la enfermedad pueden culminar en la muerte.

Te confieso que nunca me enfrenté a un escenario como el que el mundo presentó desde fines de 2019, el curso de 2020 y buena parte ya de 2021, sin saber hasta cuándo se extenderá esta epidemia.

Todos estamos atentos a las noticias que nos llegan a través de los medios de comunicación. La impotencia es enorme. Asistir día a día, con las manos atadas, a que un virus cause los estragos que causó y que continúa provocando, personalmente nunca lo había presenciado en más de 43 años de ejercicio activo como médico.

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