El arte de curar el alma

Fragmento

Prólogo

Cuerpo y alma transitan juntos e inseparables los caminos de la vida. Sin embargo, mientras el cuerpo físico es visible y apreciable a los sentidos del ser humano, no sucede lo mismo con el alma. Esta ha sido objeto de las más diversas conceptualizaciones, desde aquellas que la consideran el motor del cuerpo que habita, hasta las que sencillamente desechan su existencia. ¿Dónde está la verdad? ¿Quién se anima a expresar que sabe con certeza si el alma existe, si no existe, dónde se aloja o cómo convive con “su cuerpo”?

Aún en medio de esta controversia probablemente infinita, lo que sí es real y comprobable es que el alma es el crisol donde se funden los pensamientos, los sentimientos y las emociones que generamos los seres humanos en nuestro deambular existencial.

Independientemente de las diferentes concepciones acerca de la significación del alma como entidad en sí misma y su supervivencia más allá de la muerte, lo cierto es que las experiencias que vivimos como negativas o frustrantes a lo largo de la vida dejan en ella heridas abiertas que demoran más en cicatrizar que aquellas que ocurren en nuestro cuerpo físico. Y, aun cuando cierran, quedan zonas más débiles, más sensibles, como testimonio de aquello que vivimos y de lo que fuimos protagonistas.

El alma guarda la historia de nuestra vida, todos los episodios que nos tuvieron como actores principales y que fueron dejando sus huellas en lo más profundo de nuestro ser. Cuando hurgamos en esa trayectoria personal que cada uno de nosotros tiene, volvemos a encontrarnos con circunstancias que logran despertar una sonrisa en nuestro rostro, así como con aquellas que nos hacen sentir un nudo en nuestra garganta por la angustia que nos provocan.

Curar el alma no es sencillo, pero es un verdadero arte. Del mismo modo que el compositor escribe una sinfonía, donde la armonía de la música se ve reflejada en el diálogo de los instrumentos, o el pintor plasma sus sentimientos y sus emociones en una tela, la curación del alma es un arte que comienza con la escucha empática de quien va a ayudarnos en la noble tarea, con el ubicarse en el lugar de quien está sufriendo y necesita saber no solo por qué sino cómo deshacerse de esa sensación tan desagradable.

Tú mismo puedes lograr la curación de tu alma si eres consciente de cómo has vivido y cuáles han sido las circunstancias que han rodeado tu historia existencial. De ser así, no necesitarás una ayuda específica que te asista y que ejerza la escucha empática de la que hablamos en el parágrafo anterior. La resiliencia que tú puedes tener será suficiente para generar el espacio necesario para llenarlo con emociones positivas que incrementen tu calidad de vida.

Escuchar la voz del alma requiere cierto entrenamiento para poder separar lo banal de lo sustancial. El alma llora, sí, a través de lágrimas que humedecen las mejillas una y otra vez.

¿En qué me he equivocado?, es la pregunta que surge espontáneamente. ¿Sabes? Quizás en nada específicamente.

Puede que determinadas circunstancias —probablemente ajenas a ti— hayan terminado involucrándote en vivencias de fracaso y de frustración, a raíz de las cuales tu alma hoy está triste y carente de la motivación necesaria para abordar un futuro diferente.

No todo tiene que atravesar una revisión de tu historia personal. Tú tienes que preguntarte: ¿cómo me siento hoy a la luz de mis triunfos y mis derrotas en mi camino existencial? A veces es necesario curar primero el presente, para luego ir hacia atrás, por la sencilla razón de que introducirse en el pasado desde el vamos puede ser extremadamente doloroso y por ende no poder soportarse.

La idea fundamental es ir tras la sanación del alma. Trabajar sobre todo aquello que incide en tu estado de ánimo y en aquellos episodios que pueden haberte marcado a lo largo de tu vida. No importa qué edad tengas hoy. A veces pocos años de vida encierran historias muy difíciles que han dañado el alma y la han dejado sangrando.

Casi todo es reparable. Digo casi todo porque hay acontecimientos que no pueden olvidarse y en ese caso la actitud será aprender a convivir con esos recuerdos, intentando que ellos incidan lo menos posible en nuestro proyecto de vida.

Aprender a acariciar tu alma será un bálsamo que aliviará sobremanera tu dolor. ¿Cómo lo harás? Apoyándote en todo aquello que has hecho de corazón, con tu mejor intención, siendo solidario y extendiendo tu mano para ayudar a quien pudo necesitarte.

Tú eres un ser de luz y esa potente luz ilumina el camino del encuentro asiduo con lo mejor de tu persona. A la vez, marca el trayecto a recorrer para aquellos que aún no han encontrado el suyo. Tomar conciencia de que no solo te puedes ayudar a ti mismo, sino a los demás, también es parte del proceso de curación de tu alma.

Estamos pues en camino; te extiendo la invitación a acompañarme en esta nueva aventura que nos llevará hasta los rincones más desconocidos de ese espacio tan hermoso, incógnita que ha movilizado a filósofos, científicos y religiosos a través de los siglos.

Si aceptas, compartamos pues ya el primer café de este viaje. Uno bien caliente al que le agregaremos una cucharadita de crema chantilly. Un verdadero placer que lo degustemos juntos.

Gracias. Ya iniciamos la travesía que nos conducirá a descubrir el arte de curar el alma.

I. El arte de curar

Curar el cuerpo y el alma.

Hurgar en la humanidad.

Descubrir y mitigar el dolor.

Contener y comprender.

Noble tarea de quien la realiza.

¡Recuperar la sonrisa es la meta anhelada!

Dr. Walter Dresel

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