Beastie Boys. El Libro

Fragmento

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1Impredecible (una presentación)Adam Horovitz(AH)12«Beastie Revolution» Luc Sante26PixPixPix(AH)29El otro chico en el concierto de Bad BrainsMichael Diamond(MD)39Bueno, cuando yo era joven. . .(AH)47Black Flag en el Peppermint Lounge (MD)50 Chicos (y chica) que entran en estados anarquistas en busca de la excelencia interior (MD)58Una barba y una goma elástica (MD)67Mouth of the Rat (AH)75La pizza de Samson (AH)80A7(MD)82El hip hop llega a la ciudad (MD)86Bullabesa de chico blanco (Una arqueología) Blake y Jonathan Lethem98Así se hizo «Cooky Puss» (AH)106 Por favor, cómeme. La historia oral de Cookie Puss Colson Whitehead114British Airways (AH)117El MG (AH)120 DJ Double R y su famosa máquina de burbujas (MD)124Los Niños DJ Anita Sarko132 Tíquets de bebida, «Buffalo Gals» y el Danceteria (AH)134Los temazos del Danceteria (AH)137Butthole Surfers me salvaron la vida (AH)138Rush (nada que ver con el grupo) (MD)144Delante de un micro en el Fever (MD)Índice
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148Run y los otros dos (MD) 151Conviértete en lo que odias (AH)156Espectáculo de marionetas y Beastie Boys (MD)159La banda sonora del cortometraje She’s On It (MD)164Felices dieciséis (AH)167Una habitación con suelo de asfalto (AH/MD)174Algo parecido a «Like a Virgin» (AH) 180Información y anécdotas de la gira con Madonna (AH) 186Tendrías que hacer un loop con eso (AH) 189Londres, 1986 (AH)194La canción que lo cambió todo (MD)198MC Shy D y una docena de huevos (AH) con Judit Tondora 211Walk This Way (AH)213 Posiblemente, el concierto más corto de la historia como artista principal (MD)217 (Quiero contaros…) una historia (AH)225Nos gustaba. Lo odiábamos (MD)239La primera «Dick in a Box» (AH)240Informe de laboratorio Ada Calhoun244Tadlock (AH)246 PaulWilliams(el cantante/compositor) (AH)249El Capitán (AH/MD)255Los disturbios de Liverpool (AH)259Pelillos a la mar (MD)263El desencuentro (AH)2671988 (AH)
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272Por unojo de la cara (MD) 281Randy Barrilete (MD)287 Todo empezó en la fiesta de cumpleaños de Dolly Parton (AH)294El asunto de Paul’s Boutique(AH)301No me acuerdo de nada (AH)302Soul Train (AH)305G-Son (MD)315Hippie Steve (AH)316Ropa de Los Ángeles (MD)318Eh, Paul, soy Allen (AH)322La recopilación del Toyota Corolla (AH)326El Diabólico Biz Markie (AH)328El tipo nuevo del departamento artís-tico (AH)332Check Your Head (AH) 338Besa al mono en la nariz (AH)342Oye, deberíamos publicarla(MD)346La chica del grupoo Adiós a todos y a vuestro pene hinchable Kate Schellenbach351SimplementelollamaréMitchell (AH)358 (Quizá) No deberías jugar a baloncesto colocado de setas (MD)363«Sabotage» (MD/AH) 367Ceñirse al tema: quince fotosSpike Jonze384Crítica de Ill Communication(Reproducida con el permiso de Syncopation Magazine, abril de 1994)TimWilloughby390¿Alguien en esta mesa chupa pollas? (MD/AH)394Como un fanzine, pero en el ordenador Ian Rogers402El verano de Os Mutantes (AH)406Halloween con Lee «Scratch» Perry (MD)
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411Milarepa (MD)414El Informe DracoMix Master Mike416Hello Nasty es nuestro mejor disco (AH)426No más violencia donde los fideosYoshimiO431Come con ritmo: Un recetarioRoy Choi450Casi adultos (MD)456Esa era la vida que yo quería (AH)460El fiasco de 5 Boroughs (AH) 466Queridos Beastie BoysSasquatch469Repaso a los vídeos de Beastie BoysAmy Poehler475Estilazo Mix-Up (AH)488Atenas (un correo enviadoa mi familia) (AH)490La música hizo que parase (AH)494Elanillo (AH)496Instrumentos (AH/MD)501Hörnblowér: Retrato de un pastorWes Anderson506Bestival (AH)513Nadie pareció darse cuenta (AH)521Yauch, cineasta (AH)523El último concierto (AH)524La recopilación de Yauch (MD)528Una ingente cantidad de canciones (AH/MD)533No.Nanay.Ah,no.¡Ejem!André Leon Talley549Cierre (MD)553 Descripción de las fotografías554 Créditos de las fotografías555 Créditos de las ilustraciones557 Índice alfabético
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Todos tenemos diferentes tipos de amigos,¿no? Está ese que es un poco gilipollas perocon el que te gusta quedar a veces.Te diviertes bebiendo y hablando mal de todo,pero ala hora de la verdad nunca lo llamarías buscando ayuda física o apoyo emocional porqueno puedes fiarte de él. (Y además es un poco gilipollas.) O está aquel amigo al que ves de vez en cuando y con el que te mola pasar el rato,y del que siempre dices «deberíapasar más tiempo con él»,pero por alguna razón… al final no.Luego está ese amigo deverdad,con quien te tiras horas hablando por teléfono.Aquel que te ayuda con lamudanza,o que va a visitarte al hospital,o que siempre tiene su sofá disponible por silo necesitas.Esa clase de amigos son escasos,todos lo sabemos.PERO… hay un amigoaún más raro:el que siempre te mantiene motivado.Ese que no solo se mantiene siem-pre activo y hace grandes cosas,sino que además te dice:deberíamos quedar todos yhacer esto.Y vais y lo hacéis.Adam Yauch era de esa clase de amigos.Ese amigo queaparece una vez en la vida.El amigo que hace que sucedan cosas.El amigo que teinspiraparaactuaralogrande.Todos vemos las cosas de forma distinta.Todos experimentamos los sucesos anuestra propia manera.Este libro es como Michael «Sweet Lou» Diamond y yo recor-damos lo que nos pasó.Yauch había expresado su deseo de dejar constancia documentalde nuestro grupo pero,lamentablemente,al no estar él ya aquí,Mike y yo vamos a tenerque hacerlo solos.Digo «lamentablemente» porque… bueno,por lo que ya se sabe.Adam falleció en 2012.Es triste por partida doble porque,si alguno de los tres veía lascosas con una perspectiva única,ese era Yauch.Era un tipo impredecible de veras.Alguien,tal como lo recuerdo,que se comportaba en plan «¡Hostia!… Voy a subir hastala cumbre del Empire State Building con cámaras pegadas a los zapatos… Y te llevaréa cuestas… Será divertido.Vamos».Era ese tipo de persona insólita que termina haciendo todas esas cosas disparatadas que asegura que va a hacer.Y que cada vez sevuelven más disparatadas de lo que nadie habría imaginado. Por ejemplo…Yauch se aficionó al snowboardinga finales de los ochenta.Conoció a unas cuantaspersonas que estaban metidas en el tema y le apetecía ir a deslizarse por la nieve conellas.Pero no como lo habría hecho una persona normal.Conoció a alguien que sabíade alguien en Alaska,y esta persona en Alaska los llevaría volando en helicóptero hastala cima de una montaña en la que nadie había hecho todavía snowboarding,y saltaríandel helicóptero,con las tablas ya fijadas a los pies,y se deslizarían montaña abajo.Untipo de locura que ni siquiera tú te atreverías a plantearte,y mucho menos decir que lallevarás a cabo. O hacerla de verdad. O haberla hecho. La primera vez que fuimos a Australia fue en 1992.Era un país que me resultabacompletamente ajeno.No solo no había estado nunca en Australia,sino que no recordabahaber conocido nunca a ningún australiano.¿Qué cosas pasaban por allí? No tenía niidea.El vuelo duró algo así como dieciséis horas.Y cuando llegamos,pasamos por laImpredecible (una presentación)Adam Horovitz1
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aduana y todo eso,salimos agotados por el viaje y algo nerviosos por estar en un lugarnuevo tan lejos de casa.Necesitaba acostarme o tomarme una taza de café.Cuandorecogimos el equipaje y fuimos a buscar un taxi,Yauch nos dijo que había conocido a nosé quién en el vuelo,y que tenía unos amigos que iban a quedar para ir a hacer snowboard-ingpor ahí,a muchas horas (de viaje acumulado) lejos de donde estábamos.Y comonuestro primer concierto no sería hasta un par de días más tarde,había decidido irse porsu cuenta y pasar un poco de tiempo con esa gente,y que ya nos volveríamos a ver antesde la prueba de sonido del concierto. Un segundo… ¿QUÉ? En aquel momento de mi vida me gustaba pensar que yo era una persona espontánea,pero aquello empezaba a serdemasiado. Era incapaz de entender esa clase de comportamiento.Yauch quería ver mundo.Así que lo hizo.Se fue a la India a explorar el país.Viocosas y conoció a gente.Durante uno de sus viajes,supo de la tragedia del pueblo delTíbet.Estaba tan conmovido por su cultura y por todo lo que habían soportado,y loque seguían soportando,que cuando volvió a casa quería —es más,necesitaba— quetodo el mundo que no supiera del asunto estuviera al corriente de inmediato.De modoque organizó un gran concierto.No solo un concierto,sino un puto concierto benéficogigante en el parque Golden Gate de San Francisco.Y eso fue solo el principio.Terminómontando unos cuantos conciertos de ese tipo por todo el mundo.Conciertos gigan-tescos en campos de béisbol.Con bandas enormes como U2.Sí,podía meterse encualquier sitio (incluso en el helicóptero de Alaska para hacer snowboard) porque erafamoso,pero no hay demasiada gente capaz de convocar a otra gente en masa paratrabajar gratis.Sobre todo si es para una causa «rarita» como la de la no violencia.Pasión y compasión. Yauch lo tenía todo.Yauch,Mike y yo hemos pasado más tiempo juntos que con nuestras propias fami-lias.EN SERIO.Cuando éramos chavales,todo lo que hacíamos era estar juntos y hacer2
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cosas.Cosas estúpidas de críos.Como no hacer nada durante todo el día.Y cuandoempezamos a tomarnos en serio lo de montar una banda,y escribir y grabar música,nosreuníamos prácticamente a diario,cinco días a la semana,para trabajar.Y durante los finesde semana seguíamos quedando porque,ya se sabe,¿qué otra cosa vas a hacer? De modoque,si sumas todos esos días durante treinta y cinco años,es mucho tiempo para conocera una persona.Así que… cuando hablo de mi amigo el rapero Mike D,lo conozco deverdad.Digamos que muy a fondo.Sé qué sonidos hace cuando come (murmulla y segolpealosdientesconlacuchara).Sé exactamentecuándodebodeciralgo relacionadocon pedos para hacerle escupir la bebida o lo que esté comiendo.Nunca fallo.Más omenos siempre sé lo que va a decir.Y él me conoce de la misma manera.Sabe que siemprellego tarde.Sabe que mi cuerpo huele fatal si paso cierto tiempo sin ducharme.Sabe quesiempre tengo que contar alguna historia larga,ridícula y estresante,como que mi perrase ha cagado doce veces en la sala de estar y que he tenido que llevarla al veterinario o loque sea.Siempre.Pero ¿Adam Yauch? Un rompecabezas.Un acertijo.Un laberinto deideas y emociones. Un enigma. Alguien impredecible de verdad.Después de treinta años de amistad,nunca acerté a saber lo que iba a hacer o decir.Era justo lo contrario a la idea habitual de cómo tienes que ser o qué se supone que debes hacer.Es el budista que te cuenta que la noche anterior había estado en la última de todas las fiestas que había tras un desfile de moda.Y es el tipo de «Fight for Your Right to Party» que se fue a vagar por el Nepal en un viaje de descubrimiento personal.Una vez me contó que lo que más le gustaba del dalái lama era lo divertido que era el tipo.Por supuesto,había más razones que lo llevaron hacia la espiritualidad,la fe y el budismo,pero lo del tipo divertido me cuadraba a la perfección viniendo de Yauch.Paraél,ladiversióneraimportante.Cuando eres «famoso»,la gente te mira como si fueras especial.O,mejor dicho,te mira de manera diferente.Pero hay ciertos rasgos personales que no saltan a la vista.Cosas que nunca habrías sabido de esa persona.Como que… Yauch era un tornado de información.Volaba por el mundo extrayendo todo lo que podía,y lo más rápido posible.Por ejemplo:cuando éramos niños,no le bastaba con tocar la guitarra.Necesitaba saber cómo funcionaba.¿Qué hace que la guitarra suene a través de ese amplificador? Algo relacionado con esas bobinas envueltas en metal fijadas a la gui-tarra,y cuando las cuerdas de metal vibran e impactan contra ellas,y cuando laguitarra está enchufada a una fuente eléctrica y tocas ese acorde… Dios mío… Me lo explicó por lo menos siete veces,y yo nunca lo entendía.Rick Rubin lo llamaba el mago de la tecnología, porque entendía las cosas a través de la misma.Era impredecible… una y otra vez.Russell Simmons también solía decir queYauch era el James Dean del grupo,porque era cortés con las mujeres (en los ochenta).Recuerda,esto sucedía antes de internet y de los multimillonarios de internet,así que aúnno existía nadie aficionado a la tecnología y que a la vez fuera cortés con las mujeres.Mike y yo siempre fuimos muy distintos a Yauch.Quizá fuera porque nosotroséramos los menores de tres hermanos.Cuando tienes hermanos o hermanas mayores nosueles emplear tanto tiempo o espacio en desarrollar un proceso de pensamiento complejo.Te dedicas a algo más físico que reflexivo.Consiste más en pelearte para hacerte un sitio3
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en el coche,o buscar la manera de que no te martiricen,o emular a tus hermanos mayorespara seguirles la corriente.Yauch era hijo único,con unos padres inteligentes y divertidosque lo apoyaban.Disponía de espacio para pensar y comprender.Por muchas razones,tuvimos la suerte de montar la banda.Pero uno de los motivos por los que Mike y yofuimos afortunados era que no teníamos que comprender un montón de cosas porqueYauch ya las sabía.Una vez a la semana,a lo largo de treinta años,Yauch solía decir algo del tipo:«Por cierto,me han hablado de una cámara que toma imágenes en 360 grados.Deberíamos buscar una esquina y sacar una foto.Sería súper guay observar Nueva York de esa manera».¿Dónde se lo habían dicho? ¿Dónde «le hablaban» de tantas cosas,y tan a menudo? Quiero insistir en lo de preinternet.Además de lo que te con-taban tus profesores en la escuela,si no tenías un #OrdenadorSmartPhoneTableta con#DatosIlimitados…¿cómo cojones podías enterarte de cosas que de verdad teinteresaban? PeroYauch sabía cosas que yoni siquiera sabía que debía querer saber.Quizá fuera porque no prestaba tanta atención,pero Yauch,desde el día en que loconocí,tenía conocimientos,y veía más allá de nuestro mundo de adolescentes.Eracapaz de extraer pequeñas perlas de información con el mismo descuido con que podíassacarte del bolsillo del abrigo unos pañuelos para los mocos.Comprendía muy bienmaterias como la historia y la ciencia,la naturaleza,la comida y la música,e inclusosobre… la vida,solo eso;sabía cómo gestionar su vida en una ciudad grande y peligrosa.Entre nosotros y él había un año y medio de diferencia,pero él parecía mucho mayor.Todos los grupos de amigos tenemos historias que siempre nos contamos.Todoshemos visto cosas con las que te caerías de culo.Hemos estado en situaciones raras decojones.Hemos estado en sitios.Hemos hecho cosas.Nos hemos tomado momentosde descanso.Nos hemos pirado por ahí.Hemos vuelto.Nos hemos contado qué pasómientras estábamos allí.Pero hay un pequeño detalle de unas vacaciones de Yauch quenunca me he podido quitar de la cabeza.Había ido a la India.Estaba sentado en unparque y se le acercó un mono,que le robó un zapato.El mono trepó a un árbol y noquería devolvérselo,y estuvo mofándose de Yauch con el zapato en la mano durante unamedia hora.Más tarde se lo arrojó de vuelta y se fue corriendo.¿A quién le pasan esascosas? ¿Un mono te roba un zapato? No hablamos de una pelea de bar/un accidente demoto/hacer volar algo por los aires/machacar una pistola con un martillo pilón/saltardesde un helicóptero (cosas,todas ellas,que también le ocurrieron a Adam),pero…¿India/mono/mofarse con un zapato en la mano?Para mí,la razón por la que Beastie Boys nos mantuvimos juntos durante tantotiempo y nos divertimos tanto como grupo fue porque Yauch y Mike son los miembrosde mi familia a los que quiero ver.Son los dos hermanos mayores a los que amo,y enlos que puedo confiar.Y sí,también son mis amigos capullos con los que me cuentochistes malísimos.Son los amigos con los que paso el día entero,y a los que puedo llamarpor la noche para hablar por teléfono durante una hora y partirnos de risa.Y los tres,alfin y al cabo,fuimos los amigos que nos animamos a ir a lo grande.Así que sí,es unaputada que este libro sobre nosotros y nuestro grupo no pueda incluir nuestros trespuntos de vista, pero Mike y yo vamos a darlo todo para contarte nuestra historia.6
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Estamos en 1981, en la ciudad de Nueva York: un planeta lejano, hoy difícil de comprender.Beastie Boysestán empezando a adoptar su forma embrionaria en un algún local de ensayo,donde sea. En otros lugares, Butthole Surfers, Cro-Mags, Mötley Crüe, Napalm Death, Run-DMC, Sonic Youthy Wham!también comienzan a gestarse de una manera parecida. En hos-pitales de otras ciudades norteamericanas nacen a la vez Beyoncé Knowles, Alicia Keys, BritneySpearsy Justin Timberlake. Ronald Reaganes, desde el 20 de enero, el cuadragésimo presidentedel país. El aparato de escucha portátil de cintas de casete conocido como Walkman está dis-ponible en Estados Unidos desde el verano pasado, pero no es barato y no mucha gente tieneuno. En cambio, la música flota en el ambiente de un extremo al otro de la ciudad. Está entodas partes, te guste o no. Puede que suene una canción en la WBLS mientras subes las esca-leras de la estación de metro y volverás a escucharla cuando suene por la radio de un cocheque pasa a tu lado, la retomarás en los altavoces exteriores de una tienda de comestibles, con-tinuará en otro radiocasete portátil colocado en la cesta de una bicicleta que se abre camino através deltráfico y concluirá en la pizzería donde acabas de entrar para pedir una porción.Quizá la canción sea «The Adventures of Grandmaster Flash on the Wheels of Steel», una novedad absoluta. Es la primera vez que la escuchas, así que cuando la oyes por partes entremezclada con el sonido de los cláxones y las sirenas, al principio no te das cuenta de que todos losfragmentospertenecen a la misma pieza: suena como una mezcla larga del«Good Times» de Chiccon una selección de diferentes emisoras de radio que interfieren con algo de Blondie, Queeno Spoonie Gee. Es muy posible, ya que es el tipo de cosas que suce-den todo el tiempo en Nueva York. Igual que puedes caminar por la calle y escuchar una misma emisora sonando en todo tipo de dispositivos, también puede ser que cuando llegues a la siguiente manzana escuches una charanga por aquí, sonido Filadelfia por allá, algo de 12
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ska si tiras hacia un lado y doo-wop si vas hacia el otro. La calle misma funciona como una mesa de mezclas. Si esa semana el viento sopla con fuerza, será como un telón de fondo en movimiento, en apariencia insertado de forma permanente entre las ondas, mientras que otros sonidos irán apareciendo como los anuncios que ves a través de la ventanilla delcoche,o frases exclamadas por un DJ. Y «Good Times» ha estado sonando en todas partes, sin parar, durante los últimos dos años.Este es un mundo que funciona a partir de la radio. En la ciudad, la radio es un ele-mento integral del paisaje público, tanto como los edificios, los camiones, las señales de tráfico y los transeúntes. Escuchas la cortinilla frenética de Teletype en la WINS(«Concédenos veintidós minutos y nosotros te entregaremos el mundo»); escuchas informa-ción sobre el estado del tráfico y partes meteorológicos, sobre asesinatos y guerras, todo ello enunciado por el mismo tipo de locutor seco y ramplón. Escuchas radio «española» (la palabra «hispano» todavía no se usa mucho), y si eres blanco, lo más seguro es que no sepas que lo que estás escuchando es boricua o dominicano, salsa, bachata, merengue o guaracha. Lo que más escuchas es la WBLS o la WKTU o, a partir de mediados de 1981, WRKS: KISS FM. Estas emisoras son las principales en lo que no ha empezado a llamarse todavía «urban contemporary», y lo que más pinchan es disco, lo que comporta, entre otras cosas, la omni-presencia de «Good Times». Lo que nunca pinchan es rap, todavía despreciado por los capitostes de la radio afroamericana, como Frankie «Hollywood» Crockerde la BLS, anti-guamente famoso por su oído de oro. Así que lo más seguro es que no escuches «The Adventures of Grandmaster Flash» por la radio, a menos que quien sea el dueño del receptor esté lo bastante al día para sintonizar a Mr.Magic(JohnRivas), que lleva tiempo presentando su Rap Attack en la WHBI, emisora dedicada desde hace más o menos un año a «dar espacio a una programación étnica».El hip hop (por aquel entonces lo conocíamos como «rap»; «hip hop» acabó siendo un término que incluía los actos de rapear y pinchar, el grafiti y el break dancing) no fue el primer sonido urbano de éxito que los medios de comunicación desdeñaron. Ocurrió lo mismo con los cuartetos callejeros de armonías vocales de mediados de los cincuenta, hasta que al final fueron rescatados cinco años más tarde y comercializados como doo-wop. Un poco antes también le había pasado lo mismo al punk, un fenómeno que habrías podido perderte por completo, durante años, salvo que hubieras visitado una serie de bares y tiendas de discos específicas. De todos modos, el hip hop estaba siempre en la calle. Aquellos radio-casetes portátiles enormes son mucho más que radios. Lo que impera son las cintas grabadas. Y esa es la razón por la que vas a cruzarte con los nuevos lanzamientos en maxi-single aun-que no necesariamente seas consciente de lo que estás escuchando. Esas cintas de varios también le sirven, pongamos por caso, al tipo ucraniano de mediana edad que camina por St. Mark’s Place con algo de Merle Haggarda toda leche. Te deseo suerte si intentas encon-trar algo de Merle en la radio en cualquier parte de Nueva York.Si eres un chico blanco y macarra de Youthville —que desde este año está delimitado por la Tercera Avenida, la calle Catorce, la Avenida B y Delancey Street—, seguramente no 13
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conocerás a nadie en el Bronx, así que cuando escuches alguno de esos nuevos singles de rap que se escapan del primer radiocasete que te cruces por la calle y que te llegan hasta la médula, ¿cómo puedes saber qué es? Bueno, puedes ir hasta Disc-O-Rama, en la parte este de Union Square, la sucursal de una cadena que recibe y despacha discos de manera tan concienzuda e impersonal como si fueran pan y leche, y quizá tengas suerte, pero lo más seguro es que acabes comprando cualquier otra cosa, seducido por la fuerza de su nombre y su marca. O, si tienes predisposición a desplazarte, tarde o temprano llegarás hastaDownstair Records, en el midtown, que, al menos la primera vez (cambia de ubicación a menudo) encontrarás en una galería subterránea. La tienda no es muy grande, pero da la impresión de que tienen de todo, y siempre saben de lo que hablan. Suéltales la rima que estés más seguro de haber memorizado la última vez que escuchaste la canción y el tipo de detrás del mostrador te la sacará de una caja, sin pestañear, como por arte de magia. Y en ocasiones, sobre todo si compras temas de baile, el disco incluirá poca información, o nin-guna en absoluto. ¿Es pirata, una promo o un planchado de prueba? Nunca lo sabrás. Parece que la mezcla más brillante que has escuchado solo existe en una única rodaja de vinilo. Todo lo que sabes es que solo se plancharon seis copias. Y entonces entran a robar a tu apartamento y el disco desaparece, para siempre.En este momento, la mayor parte del hip hop se conoce por habladurías. Por supuesto, están los hits, sean underground o no; los ha habido desde que Spoonie Gee, Kurtis Blowy The Sugarhill Gangsurgieron hace dos o tres años. Pero sabes que la verdadera acción sucede en el Bronx y en Harlem, en parques, centros sociales para jóvenes y los espacios comunes de los bloques de viviendas pobres, y a veces también en los bares elegantes. Pasan cosas de
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las que nadie deja constancia, como cuando los MCs y los DJs compiten entre ellos: se producen epifanías sin avisar, sin más. Igual has tenido la suerte de ver a Cold Crush Brothers batallando contra los Fantastic Fiveen el Harlem World, o a Flashcontra Crashen el Audubon Ballroom, o quizá no tuvieras tanta suerte. Y si sabes que todo esto está pasando, pero no estás donde hay que estar, a veces los discos pueden sonar como si capturaras una brizna de algo grande, lo que por otra parte siempre ha sido la norma en la grabación de música con un componente improvisado importante: en tiempos de Charley Pattony Charlie Parkerya funcionaba así. Ahí fuera hay muchos discos fantásticos, pero lo sorpren-dente del hip hop, ahora mismo, es su gigantesco potencial aún sin explotar. La mayor parte del rap que escuchas es gente hablando por encima de ondulaciones rítmicas, casi siempre a paso ligero, casi siempre fanfarroneando. La verdad es que no hay demasiado contenido lírico que no sea chulesco; el único disco «concienciado» del año pasado que se nos ocurre es How We Gonna Make the Black Nation Rise?, de Brother D and Collective Effort. El criterio de producción todavía sigue en gran medida el modelo jamaicano: una canción pegadiza sin parte cantada, pero con alguien que habla por encima. Este año, lo que les mola a los MCs es «Heartbeat», de Taana Gardner, y «Genius of Love», de Tom Tom Club, y la razón es evidente: son dos secuencias rítmicas que podrían durar todo el día.«Heartbeat» frena en seco justo en la mitad de la línea de bajo: tres tonos para llegar ahí, y luego tres tonos para continuar, como si fuera un minueto pulverizado poco a poco. Desde su atalaya, Taanadeclara a los cuatro vientos que ha perdido la pasión, mientrasunsintetizador tintineante espolvorea de vez en cuando sonidos relucientes y la rodea un ambiente de fiesta. Y «Genius of Love» responde al mismo patrón de ritmoescalonado, solo que con un toque más veloz. Tiene un infatigable gancho sintético resplandeciente —con un parón a la mitad— y unos bajos súper gordos. Es una estructura que permite superponer toda clase de sonidos adicionales sin que el conjunto se resienta. No obstante, la mejor idea de Tom Tom Clubson las armonías como de coro infantil de iglesia. Además de ser una canción sólida, «Genius» es también una píldora de felicidad, ideal para las calles. Tengamos en cuenta asimismo el origen de estas dos canciones. «Heartbeat» es una producción de West End Records, el sello abanderado de la música disco, y la mezcla de baile definitiva la hizo Larry Levanen el Paradise Garage. Era el sumo pontífice y el Vaticano de la cultura de baile gay. «Genius», en contraposición, es obra de Tina Weymouthy Chris Frantz, miembros de Talking Heads, la banda que había surgido del CBGB, el garito punk ubicado en el desolado Bowery. Parece como si las barreras culturales estuvieran derribándose sin parar y las influen-cias circularan en todas las direcciones posibles. Parece como si todas las deformaciones de la música urbana estuvieran convergiendo en un culto al groove, lo que Linton KwesiJohnson llama «la cultura del bajo».Ahora bien, no a todo el mundo le han llegado las noticias todavía. ¿Os acordáis del lema «la música disco apesta»? Más allá del downtown, la parte baja de Manhattan, esa gente que quizá dentro de unos años estará escuchando a Run-DMCa todo volumen aún está entregada en cuerpo y alma a la vieja concepción del rock’n’roll. El 28 de mayo, unos 15
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cuantos de entre estos son los que abuchean e intentan expulsar del escenario a Grandmaster Flash and the Furious Fivecuando tratan de telonear a The Clashen el Bonds International Casino de Times Square. A la gente del downtownesto le sienta como un jarro de agua fría, aunque no deja de ser un reflejo del típico rechazo de algunos blancos educados en el racismo; a los negros no les sorprende demasiado. La verdad es que esta religión del ritmo, panracialyomnisexual,todavíaesdemasiadonuevaeneldowntown.Hasta1978oasí,elpúblico habitual del CBGB estaba acostumbrado a que quienes tocaran allí fueran blancos. Y no ha sido hasta ahora cuando Funky Four Plus One Morehan podido actuar en el Mudd Club (por no hablar del Saturday Night Live). Aun así, no hay duda de que muchos músicos y aficionados a la música han estado escuchando por toda la ciudad con los oídos abiertos. Algunos asiduos del CBGB acaban entrando en los clubes de reggae del centro, el Isaiah’s y más tarde el Negril, o se apuntan a bailar salsa en el Roseland o en Corso Ballrooms, o en la asombrosa ristra de discotecas gays —el Paradise Garage, The Loft, The Gallery— que condensan mezclas insuperables, equipos de sonido, bailarines y entusiasmo.Las pistas de baile de salsa resultan intimidantes: nunca vas vestido de manera correcta y a veces ni siquiera te dejan entrar porque calzas deportivas, y una vez estás ahí tuspies torpes de chico blanco no pueden ni seguir los pasos. Pero llega el momento en el que RayBarrettoyTito Puentetambién van al Mudd Club, donde está bien que los modernos ensayen todo tipo de aspavientos al bailar. Te sube la moral ver a todas esas bandas allí: el piano de Barretto, tocado como si fuera un martillo neumático, más ruidoso que cualquier otro instrumento; el cantante principal de la banda de Puente, una bestia parda a la que le asoman el cuello y los puños de la camisa por la chaqueta del traje mientras golpea al aire y lanza conjuros mágicos a alguien invisible que se encuentra por encima de él. Las discotecas
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gays también pueden resultar intimidatorias por lo sumamente fácil que puede ser que te dejen en ridículo otros bailarines con mayores habilidades. (La más extrema es el Nickel Bar, un sitio para ligar de la calle Setenta y dos al que se sabe que acude Robert Mapplethorpe en busca de modelos, y en el que cualquiera que no sea un atleta adolescente ni se plantea saltar a la pista). Pero tras cierto tiempo pisando discotecas, el estado mental de puro aban-dono deja paso a la autoconciencia. La presencia física de la música es más profunda —el bajo mucho más envolvente, el flowmucho más líquido, los ritmos rotos mucho más apo-calípticos— de lo que estás acostumbrado a escuchar en cualquier otra parte. Te lanzas sin dudarlo, como saltarías al agua en un día caluroso. En The Loft no sirven alcohol, solo zumos, maría y algún ponche psicodélico de vez en cuando. Hay incluso una ventilación que funciona, con el ambiente fresco que eso conlleva. Puede que a la mañana siguiente vuelvas levitando a casa, a plena luz del día.Es muy posible que veas a la mayoría de tus amigos aficionados al pospunk en los clubes de reggae, porque la música jamaicana ha sido una presencia constante en vuestras vidas desde que The Wailerstriunfaran en Estados Unidos en 1973, y los artistas más impor-tantes acuden a Nueva York con frecuencia. De hecho, acabas de ver a Lee Perryy a Culture en el Irving Plaza; Perry, canuto en mano, grazna, delira y cita la Biblia por encima de un muro de latidos rítmicos tan denso como cualquiera de los que construyó en su día Phil Spector. De todos modos, los clubes de baile no están hechos para gente como tú. Son los primeros síntomas de una diáspora jamaicana que irá en aumento, a medida que la gente huya de la implacable violencia de las bandas en la isla. Los chicos blancos van a los clubes esperándose un rollo rastafari hippie radical, y en su lugar les despachan una cosa flojita que, además de grosera, a veces también suena obscena, pero engarzada en ganchos melódicos deliberadamente superficiales, monótonos y repetitivos a más no poder, que se te meten bajo la piel casi en contra de tu voluntad, con Yellowman, General Echo, Papa Michigany General Smileyechándote cada uno una mirada maliciosa a través de canciones infantiles mil veces repetidas cuyo significado no serás capaz de descifrar en mucho tiempo; aunque una vez que has llegado a la conclusión de que la palabra que dicen es punanny, tardarás mucho menos de un año en averiguar qué significa.A veces también vas a bailar al Squat Theatre en la calle Veintitrés, regentado por una familia numerosa de expatriados húngaros. Cuando no están montando obras de teatro, acogen lo que termina en llamarse punk jazz. El género consiste en música de baile derivada delR&Bdelíneasafiladasymuchísimaaspereza,tocadacon precisiónporveteranosdeljazzde vanguardia. Lo de «punk» se supone que es una referencia a Lounge Lizards, a los que se les ha colgado la etiqueta de «falso jazz» porque son aficionados blancos de veinticinco años, aunque se defienden la mar de bien. Todas estas bandas —los Defunktde Joe Bowie, los Jump Upde Oliver Lake, los Dizzazzde Luther Thomas— se sirven del ejemplo de los Lizards en cuanto al material y al enfoque de partida. Es un terreno inusual y populista, al menos para un grupo de tíos que tienen vínculos artísticos, y a veces incluso familiares, con el Art Ensemble of Chicagoy el entorno de Ornette Coleman, y una credibilidad en el mundillo 17
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del jazz a prueba de bombas. El material que tocan es bailable a tope, siempre están alerta y con más aristas que un cristal roto. Es como si la banda de James Brownestuviera acom-pañandoaAlbert Ayler.Notienesningunadudadequeserálapróximagransensación.¿Qué podría fallar?Y hay un millón de clubes más allí donde hasta hace dos años solo había unos tres. El Mudd Club es el centro de nuestro universo conocido. Ha cambiado muchísimo desde que lo abrieran en la noche de Halloween de 1978 y se ha mantenido como un disco-bar discreto durante al menos un año. No había mucha gente, pero la música estaba muy, muy alta. En el lugar de los ojos, la gente tenía dos grandes aspas. Tan pronto como cruzabas la puerta, los relojes dejaban de funcionar. La noche del sábado podía prolongarse hasta el miércoles siguiente. Los tickets de bebida eran moneda de curso legal y los dólares servían sobre todo para enrollarlos en forma de cilindro. Se forjaban amistades que podían durar varias horas, incluso días. Tu abrigo, arrojado en una esquina, no duraría mucho ahí. Y entonces ellugar empezaba a rebosar de gente famosa y se especulaba con los tickets de bebida. Por extraño que parezca, la burbuja no explotó y el local se reinventó como sala de conciertos, bien proporcionada y con un excelente equipo de sonido. Una tarde llegas en busca de un amigo que debería estar ensayando para el concierto de la noche, pero cuando abres la puerta solo estáis tú y Nico, ella con su harmonio en el escenario y el resto de la sala a oscuras. Escuchas su concierto de principio a fin, en un estado de parálisis total.Lo normal es que el Mudd Club sea como la estación Grand Central. Si estás buscandoaalguien—ynorespondealteléfonoynoseencuentraensusguaridashabituales—,lomásseguro es que lo veas entrar por la puerta. Ves a Jean-Michel Basquiat, Anya Phillips, LydiaLunch,JohnSex,LisaRosen,Fab5Freddy,JohnLurie,AndyWarhol,SophieVieille,Klaus
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Nomi, Futura 2000, Felice Rosser, Boris Policeband, Mary Lemley, Lee Quinones, Patti Astor, Kristian Hoffman, Adele Bertei, Lady Punk, Ronnie Cutrone, Rammellzee, Debbie Harryy RenePicard, a Anita Sarkodetrás de los platos y a Haoui Montaugen la puerta de invitados, el por-tero más inteligente y poético de todos los tiempos. Más tarde irás a desayunar con todos ellosal Dave’s Corner, en Canal Street con Broadway, donde Betty, que lleva trabajando allí almenos desde hace cuarenta años, luce su pelo rubio peinado al estilo bouffant, del que le caeun mechón sobre la cara, que te recuerda a una fotografía de Dorothea Lange.Un par de manzanas más allá, a la vuelta de la esquina con West Broadway, está el Tier 3, que tiene una clientela variada que coincide con la del Mudd Club, pero que no podría ser más distinta. Por un tiempo fue un bar y un asador, y las bandas tocan en el antiguo comedor (no hay escenario, y el público se pone a un palmo de donde se alza el micrófono). Hay una habitación en el piso de arriba del mismo tamaño en la que la gente bebe y habla, y otra en el tercer piso donde se proyectan películas, que normalmente han llevado los clientes. El ambiente del club es tan relajado como el de tu salón comedor. Es tan modesto y discreto —y nunca hay lista de invitados— que se nos antoja como un secreto, a pesar de que muchas bandas importantes del Reino Unido (The Raincoats, The Slits, Young Marble Giants, A Certain Ratio) tocan aquí antes de presentarse en las salas importantes de la zona alta,encompañíade laescenalocal:BushTetras, 8EyedSpy,losFutants,losenormesDNA, que parece que estén reescribiendo las reglas del pop en algo así como las cuevas de Lascaux de su imaginación.Sin duda están lejos de la agresividad tan presente en tantos otros lugares, las frenéticasescenas en la puerta y la territorialidad en la pista de baile que puedes encontrar en el PeppermintLounge, el Danceteria o el Bonds, todos ellos omniclubes ambiciosos con varios pisos y barras,un montón de monitores de vídeo y salas para gente importante que quizá dispongan de cu-bículos todavía más exclusivos para gente aún más importante. Visitas esos lugares, con susprecioselevadosysuincesantecompeticiónpormedirsuestatus,ypiensasquetalvezhastenido una visión fugaz del futuro, pero apartas ese pensamiento de tu cabeza. Hace solo unosaños, existía una división clara entre la vida nocturna de la parte baja y la de la parte alta, estaúltima encabezada por Studio 54, y ambas zonas no se mezclaban. La gente de la parte bajabebía cerveza, calzaba deportivas y escuchaba rock’n’roll, mientras que la de la parte alta llevabaprendas de diseño y, en el curso de una noche, se metía el equivalente a varios meses de alquileren cocaína, además de ensayar sus movimientos al son de piezas disco edulcoradas con seccio-nes de cuerdas sintéticas. Ahora es todo uno, gracias en parte a que el culto al groove ha arrasadocon la isla de Manhattan.El CBGB, que posiblemente fundaran los visigodos en el siglo III, ha sobrevivido a todala competencia y en esta época parece que aguantará ahí para siempre. Allí siguen tocandohéroes llegados de fuera, de todas las categorías; algunas son bandas de estadio que tocan sinprevio aviso solo por amasar gloria y prestigio. Aun así, la mayoría de las noches actúan unmontón de bandas, siete u ocho, una tras otra; es posible que tengan que compartir la batería.Quizá vayas allí ya solo para ver un concierto de tus amigos —es un rito de paso; todas las19
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bandas nuevas, al parecer, tienen que tocar en el CB al menos una vez—, pero acudes seguroun par de veces al año. Su competencia, el Max, el lugar donde la Velvet Undergrounddio suúltimo concierto, y más recientemente un escaparate del punk, tan institucionalizado que sirvebebidas con el nombre de las estrellas más populares del momento —el champán con cervezanegra se llamaba Patti Smith—, este año está hecho pedazos. Los novatos Beastie Boystocanallí en la última noche del local, teloneando a Bad Brains.A veces piensas que el punk mismo debe de estar casi al borde de la extinción. Sin duda es lo que a John Lydon, antes conocido como Rotten, le gustaría que pasara, y este año está haciendo lo posible para darle la puntilla. A su banda Public Image Ltd., con la que ofreció un par de conciertos estimulantes en el Palladium y, de modo inexplicable, en el club demetalGreatGildersleevesdelBowery,lahancontratadoenelúltimomomentoparatocaren el Ritz, un salón de baile de finales del siglo XIXllamado Webster Hall, que ha abierto hace poco con la idea de contratar a bandas en gira justo por debajo del nivel de estadio. La cola empieza a formarse a partir del mediodía, y puedes pasar justo al lado y alegrarte la vista con las pintas actuales de los adolescentes suburbanos, todos vestidos con chaquetas Perfecto, el pelo de punta, collares de perro e imperdibles en las mejillas. Llega el momento de la apertura de puertas y todo el mundo se pone en fila y espera. Y espera un poco más. Y espera todavía un poco más. Tres horas después, comienza algo parecido a un concierto. El esce-nario está casi tapado por una pantalla de vídeo gigante, detrás de la cual acechan los tres miembros de la banda y unos pocos figurantes. Se muestran vídeos grabados sin propósito concreto, junto con lúgubres tomas en directo desde detrás de la pantalla; la banda despacha unas versiones muy rudimentarias de algunas de las canciones de su último lanzamiento, Flowers of Romance; en cierto momento, alguien pincha el vinilo en un tocadiscos durante
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un rato. A veces parece como si el calentamiento hubiera acabado y fuera a empezar un concierto más o menos reconocible, pero siempre que ocurre eso todo vuelve al silencio, seguido de efectos de vídeo caóticos y borrones semimusicales. A medida que el público se pone nervioso, la banda empieza a provocarlo con intensidad creciente, retando a iniciar un disturbio. Y la banda cumple su deseo. Vuelan sillas y botellas, arrancan la pantalla de vídeo de su soporte a tirones, el equipo resbala del escenario, los miembros de la banda salvan la vida por los pelos. Por pura suerte las heridas han sido superficiales y no ha muerto nadie.Ahora fíjate en otras cosas que están llegando este año, procedentes de lugares antes identificados con el rock: «Rapture», de Blondie; Computer World, de Kraftwerk; la versión de Soft Cellde «Tainted Love»; My Life in the Bush of Ghosts, de Brian Enoy David Byrne; «Don’t You Want Me», de The Human League; los primeros singles de ESGy Liquid Liquid; «Do the Du (Casse)», de A Certain Ration, por no hablar del muy incomprendido Mesopotamia de los B-52’s, cuyo lanzamiento se retrasará un año. Cualquiera de estos títulos puede entrar en una rotación que también incluye «Nighclubbing», de Grace Jones; «Controversy», de Prince; «Square Biz», de Teena Marie,y «Super Freak», de Rick James, por no hablar de cosas dispersas de Afrika Bambaataa, Grandmaster Flash y The Treacherous Three.Y no es solo la música lo que parece estar en la cúspide de una transformación. La ciudad entera es presa de un vértigo parecido. Durante años, casi desde el final de la guerra, el centro se ha ido dejando cada vez más en manos de los pobres, mientras que cualquiera que tenga un sueldo fijo se marcha a las afueras. Barrios enteros han quedado casi abando-nados y grupos enteros de manzanas han ardido, a veces en más de una ocasión. Las man-zanas al este de la Avenida B parecen como si emergieran de una posguerra (seguramente es ahora cuando un bar llamado Downtown Beirut abre en la Primera Avenida). Los servicios sociales apenas funcionan; las calles están sucias y llenas de basura; hay tan pocos coches aparcados en el Lower East Side que es aquí donde abandonan los bugas robados y les prenden fuego. Muchos taxistas no querrán llevarte a ningún lugar al este de la Primera Avenida y por debajo de la calle Catorce. Hay muchas posibilidades de que hayas resistido una parte del invierno sin calefacción. Y las drogas están por todas partes, probablemente en su máximo apogeo. La heroína y la cocaína abundan y están tiradas de precio, y mucha gente que tendría que haber sido más inteligente acaba enganchándose, algunos sin remedio. Los amigos roban a los amigos; las bandas se disuelven cuando algunos miembros empiezan a empeñar el equipo (circulan muchas más historias sobre este tipo de fechorías que sobre la gente a la que atracan en la calle). Y este es también el año en el que un cáncer descono-cido empieza a aparecer en el colectivo homosexual, y al principio afecta solo a unas pocas decenas de hombres.En cualquier caso, la ciudad ha sido hasta ahora el lugar perfecto para músicos y artis-tas, para gente joven que busca hacer algo con su vida y que llega hasta aquí y traspasa todos los límites del buen comportamiento, las buenas costumbres e incluso del sentido común. Puedes vivir con muy poco dinero y alquilar un apartamento de más de una habitación por doscientos dólares al mes; puedes comprar muebles y ropa de segunda mano, encontrar un 21
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trabajo en una tienda de discos o una librería que te permite pagar las facturas y tener una vida social, y se dan ocasiones para robar en las tiendas. Tú y tus amigos podéis compartir un local de ensayo por una miseria, siempre y cuando estéis dispuestos a congelaros en invierno y asaros en verano. Puedes conseguir unos cuantos bolos en cualquiera de los muchísimos clubes —hay uno para cada gusto del consumidor— y si nadie quiere publicarte un disco, puedes grabar un single, plancharlo y distribuirlo tú mismo sin arruinarte. Puedes anunciar tus conciertos mediante octavillas fotocopiadas que se pegan en las paredes y las puertas de madera de las tiendas cuando están cerradas, y encima de los anuncios de pago en los laterales de las tiendas de alimentación. Quizá seáis lo bastante listos como para atraer a más gente aparte de vuestros amigos. Y aunque sueñas con ganar la lotería de la música pop, sabes que probablemente no ganarás nada de dinero, aunque consigas un contrato discográfico y emprendas una gira por ciudades universitarias y países escandinavos. Cientos de bandas que aparecen en las marquesinas de los clubes del downtownestarán ahí una sola vez, antes de que se separen a causa de las disputas por el dinero o las diferencias artísticas. O cambiarán de formación por problemas personales. Hay muy pocos tipos que toquen la batería, aunque su valor en el mercado es un poco superior al de una botella de cerveza.Pero nada de esto es una tragedia, porque puedes permitirte fracasar. Puedes cambiar tuestilo o tu nombre cuantas veces quieras. Puedes pasarte a la pintura o a las películas en Súper8 a ver si así tienes más suerte, y si no la tienes, probar otra cosa. Puedes tener una vida bastantedecente ahí abajo, con la confianza de que si saltas por la ventana no te harás daño. Habrágente por allí que esté planificando una carrera, pero si lo hacen se lo tienen muy callado.Cualquiera que prefiera vivir en un ambiente más seguro y sueñe con una vida de lujo segura-mente habrá recogido los bártulos hace años para irse al oeste. Pero empiezas a notar ciertahisteria flotando en el ambiente. Puedes oír a la gente alardeando de lo intrépida que es, porseguir viviendo al límite. Nunca habías oído a nadie hablar así, pues la mayoría de jóvenes decualquier parte que llegaban al downtownmuy pronto se daban cuenta de que se habían metido en un barrio de familias y gente mayor, dominicanos, ucranianos y chinos a quienes les daban igual sus ambiciones o sus fantasías románticas de una vida de trapicheos, y que ledebían discreción y respeto a sus vecinos. Ahora hay gente que se inventa nombres de marcapara sus barrios de acogida; Alphabet City, por ejemplo, como si ya estuvieran diseñando unfuturo relato de aventuras inspirado en aquel tiempo en que intentaban salir adelante.Nadie es consciente todavía, pero un cambio importante está a la vuelta de la esquina. Muy pronto —el año que viene, quizá— el edificio donde vives lo comprará un especulador que se lo venderá a otra persona, probablemente a alguien que volverá a venderlo, y así una y otra vez hasta que su precio de venta sea diez o veinte veces más que el precio que pagó el primer especulador. Y habrá un momento en que un comprador, habiendo invertido tanto y sabiendo que los alquileres de todo el edificio sumados no le servirán para recuperar el dinero en toda la vida, empezará a hacer lo posible por echarte, ya sea por las buenas o por las malas. Y cuando lo consiga, reparará las paredes con yeso y cambiará la distribución de las tuberías para poder instalar un cuarto de baño y quitar la bañera de la cocina. De modo 22
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que podrá alquilar el apartamento por tres, cuatro o cinco veces más de lo que tú estabas pagando. Y entonces tu club se convertirá en un banco, tu local de ensayo en un aparca-miento, tu restaurante barato en un espacio gastronómico y tu bareto cutre en un bar depor-tivo. Aunque consigas quedarte, te sentirás como un fantasma.Pero todo esto pertenece al futuro (y una parte, al futuro inmediato). Mientras tanto, los jóvenes continúan montando bandas, cagándola, cambiándose el nombre, cambiando de aspecto y estilo. Un grandísimo número de ellos seguirán obsesionados con la música. Aun cuando la música no sea tu fuerte ni un don divino, seguirás obsesionado con ella, y aunque seas absolutamente incapaz de hacer música por ti mismo, querrás seguir viviendo en ese mundillo. Es el lenguaje primario de tu tiempo, el principal mecanismo de intercam-bio, el bien más preciado. Es la cara pública del sexo, de las drogas legales, de las emociones protésicas. Domina y da forma a cada instante de tu vida en el que estés despierto. La música flota ahí fuera, en todas partes, y revolotea sin cesar en tu cabeza. Y toda la música a tu alrededor está en camino de convertirse en una sola música, una enorme riada de ritmo, embellecida de formas diversas, identificada por aspectos de la instrumentación, el uso del eco o de la electrónica, o detalles relativos al estilo vocal. Tan cierto como que un tipo de guitarra delicada y seca y un tipo de habla nasal suenan a inglés, y tan cierto como que un ataque vocal en staccato y el uso decisivo de equipo electrónico barato suenan a jamaicano, el sonido que este año se identifica de inmediato con Nueva York en todo el mundo está compuesto sobre todo por el scratching, la mezcla y el ir y venir de las rimas del hip hop.Todavía hay pocos focos de ese mismo sonido que empiecen a manifestarse en otras ciudades a lo largo y ancho del país, pero ya son embrionarios. El rap ahora mismo es un producto directo e imitativo de las calles de Nueva York, e incorpora la agilidad y la agresi-vidad verbal de la ciudad, su constante bombardeo fracturado de sonidos en movimiento, sus texturas abrasivas y sus incongruencias yuxtapuestas, sus densas capas de estratos de información. Y es ahora cuando está empezando a verse lo mucho que puede hacerse con los fundamentos de este estilo: desnudar, acelerar o incrustar sonidos, o cualquier otra cosa. Tambiénseadviertecuántacomplejidadtextual,actitudmatizada,protestajustificada,estra-tegia seductora o acusaciones directas pueden incorporarse a la conversación. Mucha gente en toda la ciudad está comenzando a darse cuenta de que el rap es un sonidomoldeable deverdad.Ytambiénempiezan a darse cuenta de ello tres jóvenes de la ciudad, últimamente metidos en el punk-rock, que usarán todo esto para escribir himnos y números de comedia, y disparar réplicas ingeniosas y bien dirigidas mientras llevan puesto un sombrero estúpido con la única finalidad de encubrir tanta sofisticación. Y esto es solo el principio.23
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26PIX PIX PIX (AH)Desde que se descubrió… la electricidad… cada generación deniños ha tenido en algún momento su, digamos, momento elec-trónico mágico. En nuestro caso fueron los comienzos de losvideojuegos. Pongera una cosa seria de la hostia. De la putahostia. Space Invaders, Asteroids, Robotron, y la lista continúa.Pero… para nosotros, en Nueva York, el verdadero momentoelectrónico mágico con los videojuegos, detenido en el tiempo,llegaba justo al salir de clase cuando veíamos Channel 11 (WPIX)con el videojuego emitido en directo que conocíamos como…PIX. Los chavales de diez años en Nueva York estaban engan-chadísimos a ese rollo en 1978.Al tener que estar todo el día metidos en la aulas, nos sentía-mos como un fumador compulsivo encerrado en un vuelo dediecisiete horas. Así que, cuando salías del colegio a las tres, teibas cagando leches para llegar a casa a tiempo de verlo. En-tonces llamabas ansiosamente al número de teléfono de la emi-sora con la esperanza de entrar en el programa. Pero nunca tetocaba. El número comunicaba siempre. Seguías llamandohasta que empezaba la partida de ese día, y siempre era otrochico el que había llamado justo antes que tú y podía jugar. Lapantalla de la televisión se transformaba en lo que ahora pare-cería el más básico y primitivo de los videojuegos, pero por
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27aquel entonces era súper futurista. En la parte inferior habíauna especie de cañón, y de repente una nave espacial pasabavelozmente por la parte superior de la pantalla, y aquel hijo deputa suertudo no tenía más que gritar «¡PIX!» en el momentoexacto para que el cañón disparara contra la nave espacial.Nadie gritó nunca a tiempo. Nadie consiguió darle a esa naveespacial. Era raro de cojones. Y era lo mejor.Nuestras tiernas mentes de diez años trataban de imagi-nar cuál sería la historia personal de todos aquellos chicos que tenían la suerte de jugar al PIX, pero se nos daba fatal. Había chicos que parecían borrachos o colocados y que simplemente mascullaban un «PIX» en plan mmmuuuyyyy lento y con un pelín de ceceo y mucho después de que la nave espacial hubiera pasado: «Pikz». También estaba el chaval que tenía un montón de amigos en la habitación con él y que no se callaban, de modo que el griterío de fondo ahogaba el momento en el que tenía que gritar PIX. Pero mi chaval favorito fue el que hizo lo que yo habría hecho sin dudarlo tan pronto como empezara esa mierda, que era gri-tar igual que una ametralladora:¡¡¡PIXPIXPIXPIXPIXPIXPIXPIXPIXPIX!!!Había que darle a esa nave espacial, ¿no? Pero nadie acertaba nunca. ¿Estaba amañado? ¿De verdad nos haría PIX eso a los niños? Me refiero a que no tenían ninguna ne-cesidad de programar ese juego. Lo emitían siempre entre dos dibujos animados cualquiera. Habríamos visto de todas formas Hong Kong Phooeya las tres y cuarto. Así que ¿por qué no dejarnos ganar de vez en cuando?
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El otro chico en el concierto de Michael DiamondSi eras un punk-rocker en el colegio,lo que te pasaba era que no tenías amigos.Conaquella pinta de tipo raro que llevaba camisas abotonadas de la tienda Goodwill que,además de que te quedaban fatal,estaban rasgadas y pintarrajeadas,y un imperdible amodo de pendiente todo el mundo se reía de ti.Yo vivía cerca del Planetario Hayden,en Central Park West,y si quería ir a la estación de metro de la calle Ochenta y unodebía ir andando.En el planetario programaban los viernes por la noche el espectáculoLaserRock,en el que sonaba el Dark Side ofthe Moonde Pink Floyd entero con elacompañamiento de rayos láser.(PD:todavía lo hacen.) Así que cuando un viernesquería ir en metro a un concierto,tenía que pasar por delante del planetario,dondehabía grandes grupos de gente que hacía cola,con sus cazadoras vaqueras sin mangasy el logo de Pink Floyd pintado en la espalda,fumando hierba.Al momento,me saludaban con un «¡Eh,maricón!» y toda clase de silbidos,y al momento,comenzabana perseguirme.Parecía que a todo el mundo le molara Pink Floyd,Led Zeppelin o The Who.Perocuando tenías tu epifanía punk,tu obligación era odiar el rock clásico.No teníamos nada en común.Lo cual,visto en retrospectiva,es un tanto sorprendente,porque no es que yo hubiera ido a un instituto público del interior de Estados Unidos.Yo iba a una «escuela progresista» en Nueva York;de hecho,íbamos los tres.La mía erapequeña,hippie y liberal,y se llamaba Walden.Allí era muy difícil meterse en proble-mas.Si un día no hacía los deberes,me venían con un discurso del tipo:«Interesanteelección,Michael… ¿Por qué has elegido no hacer el trabajo?».Yauch fue a un sitio enTribeca llamado Elizabeth Seeger (era el nombredelatíadePeteSeeger,lo queresulta de lo más elocuente).Seeger era tan progresista que hacía que Walden separeciera más bien a West Point.¿Quizá fumar hierba a la hora de comer fuera unaactividad consentida? Y Horovitz fue al CAS,o City as School,que casi no era niuna escuela.Lo tomaban en serio por hacer cosas como ser el chico de los recadospara un estudio de grabación,pinche de cocina obecario de un artista.Por supuesto,no nos conocíamos todavía.A pesar de tanta apertura de miras educativa,había tanpocos chavales punk que,incluso siendo Nueva Yorktan grande como es,casi estábamos predestinados aencontrarnos en algún momento.Pero eso sería mástarde…Mis primeros amigos del punk-rock fueron dos chavales de mi instituto.Uno tenía una cresta,acné y complexión de irlandés pálido —el neoyorquino con más pinta de punk británico al estilo clásico que yohubiera conocido jamás—.Se llamaba John Berry.El 29
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otro chaval era todo lo contrario:un chico judío,de complexión fuerte,con gafas y pinta de empollón,que se llamaba Jeremy Shatan.Estaba mucho menosmetido en la moda y el estilo de vida que John y yo;a él solo le gustaba la música.En la época en que me hice amigo de aquellos tipos,yo también llevaba más tiempo obsesionado con la música del que pudiera recordar.Procedía de un entorno familiar donde no había música.En cam-bio,las artes plásticas estaban por todas partes:mi padre era marchante de arte,y a mi casa siempre acu-dían artistas para conversar animadamente sobre pin-tura e historia del arte.De música no se hablaba;a mis padres no les interesaba lo más mínimo.Pero te-nía dos hermanos mayores,y fueron ellos quienes me iniciaron en la música.Mi hermano David tenía un montón de singles de siete pulgadas de la Motown,así que a muy tierna edad yo ya estaba súper metido en The Jackson 5.A través de mis hermanos también me metí en The Beatles,el Everybody Knows This is Nowherede Neil Young y el Songs in the Key ofLifede Stevie Wonder.Visto en pers-pectiva,creo que aquellos eran muy buenos discos (fantásticos,en realidad,pilares de la música pop).Pero en cuanto a definición de mi identidad,ninguno de ellos lo sentía mío de verdad.Kiss fue la primera banda que sentí como propia (posiblemente porque mis hermanos ya eran un poco mayores para que les gustara.Y quizá un poco más inteligentes).Los Kiss me gusta-ban por las mismas razones que a otros chicos nortea-mericanos preadolescentes:tenían riffs fabulosos,una imagen como sacada de personajes de cómic y un mon-tón de llamaradas (y algo más:sangre).Recuerdo haberme quedado despierto hasta tarde para ver Kiss Meets the Phantom ofthe Park,una película para televisión de no-venta minutos en que había un propietario de un parque de atracciones malvado,un concierto de Kiss y cíborgs.Mi siguiente banda fundamental —y una vez más debo dar las gracias a mis hermanos— fue The Clash.Me transmitían algo del todo nuevo.La música era cruda y embriagadora.No creo que a esa edad entendiera muy bien ni pudiera iden-tificarme con la ideología del grupo, pero había algo vital y real en ellos. Fui a verlos en la gira London Callingde 1980 y estuvieron increíbles.Pero cuando los veía tocar,tampoco los sentía como algo mío.Eran demasiado resabiados,inalcanzables,dife-rentes culturalmente.Eran británicos y se enmarcaban en una realidad política y social muy distinta.Eso no significaba que no pudiera ir a bailar,pasármelo bienyalucinar en uno de sus conciertos,pero seguían estando ahí arriba,en su pedestal.Diamond30Wikipedia: «Durante años tras su emisión, nadieque trabajara con la banda estaba autorizado ahablar de la película en su presencia». (MD)He aquí un ejemplo perfecto del tipo de padres que teníamos y de la clase de educación que nos dieron: cuando nuestra amiga Tania Aebi (una de las Chicas Bolsa) cumplió los dieciocho, no estaba segura dequé quería hacer. Así que su padre —un excéntrico suizo alemán que vivía en el SoHo— le dio a elegir: podía pagarle los estudios universitarios o comprarle un velero. Pero si elegía el velero, tenía que navegar alrededor del mundo.Ella sola.Y no contaba con experiencia como tripulante ni navegante.Y él tampoco iba a comprarle el barco sin más; lo que haría sería concederle un crédito para que ella pudiera hacerlo todo, incluso en el caso de que mani-festara su nulo interés en navegar, ni ahora ni nunca. Así que, ¿qué hizo Tania?Joder, navegó alrededor del mundo sola aun sin tener ni idea de cómo navegar ni orientarse en el mar.Era la primera mujer de Estados Unidos, y además la más joven hasta aquel momento, que lo hacía.Tardó dos años.¿Puede ser que la locura de nuestros padressiguiera algún tipo de método?(NB: Debo decir que su padre siempre me dio un poco de miedo, para qué mentir.) (MD)
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El hardcore era un rollo distinto.La banda que marcó un punto de inflexión en mivida fue Bad Brains.Recuerdo estar escuchando el single«Pay to Cum» y que se me fuera la olla por completo.Erade lejos más rápido que cualquier otra cosa que hubieraescuchado y a la vez una canción auténtica,con suficientemelodía pop para que me encantara.En cuanto John Berry,Jeremy Shatan y yo nos co-nocimos,no había día en que no habláramos de música y nos reuníamos siempre que podíamos para escuchar nuevos singles en siete pulgadas o cintas de casete.John Berry y yo estábamos empeñados en vestirnos como Joe Strummer y Mick Jones en la portada del primer discode The Clash,con su ropa hecha en casa decorada coneslóganes pintados con aerosol.Intentábamos cambiar deaspecto.Íbamos a las tiendas del Ejército de Salvación en la calle Noventa y seis entreBroadway y el West End con la idea de hacernos nuestros propios pantalones bondage. Nos salieron de pena.Compramos camisas inarrugables de botones a 89 céntimos lapieza e intentamos rajarlas y pintarlas con aerosol,pero nuestrasplantillaseranfeas.También leíamos cuanto encontráramos acerca del punk y el hardcore,aunqueno había mucho:la revista The Facey los semanarios gratuitos de Nueva York,SoHoWeekly Newsy The Village Voice.Estos dos últimos eran en especial útiles porque,ade-más de los artículos,también traían una agenda de espectáculos,y en las últimas pági-nas se anunciaban los conciertos programados.Fue en uno de aquellos semanarios,oquizá en ambos,donde en algún momento a finales de 1980 leímos el anuncio de unconcierto de Bad Brains en el Botany Talk House,un pequeño bar cutre de Chelsea.Hasta ese instante,yo había pasado incontables noches a solas en mi habitación bailan-do como un imbécil al ritmo de «Pay to Cum». Por supuesto que íbamos a ir.Si no recuerdo mal,John y yo sí que fuimos,pero Jeremy no pudo.Así que losdos acudimos a pie al Botany Talk House.En nuestro imaginario personal,Bad Brainsera un grupo inmenso,pero aquella noche allí habríaunas doce personas,y solo dos parecían de nuestraedad.Uno era,sin duda,una de las personas más for-midables que haya visto nunca,con tanto carisma que intimidaba de verdad.Llevabasus pantalones bondagecustomizados.Y una chupa de cuero con el lema LOUD FASTRULESy diversos nombres de bandas pintados en la espalda.Llevaba los ojos pinta-dos con un delineador negro espeso.Resultó que era Nick Marden,el bajista de labanda hardcore neoyorquina Even Worse,más tarde Stimulators.Nick sería unos tresaños mayor que nosotros,lo suficiente para que pareciera que formaba parte de unageneración diferente.Sobre todo con aquella ropa;si se hubiera comprado toda aquellamierda en el Trash and Vaudeville de St.Mark’s Place habría sido una cosa,pero es que se la había hecho él mismo.Tenía talento para ello.Yo era un joven adolescente queintentaba ser punk, y ahí estaba un tipo que ya lo era de verdad.31«Loud Fast Rules!» fue el primer gran single de Sti-mulators, los pioneros del hardcore neoyorquino. (MD)Antes de los teléfonos móviles, los chavales tenía-mos que llamar a casa de nuestros amigos. Y nopuedes ni imaginar la vergüenza que pasábamos.Cuando un chico de catorce años telefoneabaacasa de un amigo, primero hablaba de cualquiercosa con el padre o el hermano que hubiera descol-gado el auricular. Lo que más vergüenza me dabaera cuando mi madre cogía el teléfono desde otrahabitación y se ponía a marcar un número sin per-catarse de que yo estaba hablando. (Chicos: laslíneas fijas de entonces eran como si hoy compar-tieras el móvil con tus padres, y que pudieranescucharte o interrumpirte en medio de una lla-mada, y que sus llamadas te entraran a ti también.En serio, era para morirse. En mi casa había un telé-fono en el pasillo con un cable súper largo. Así queestiraba el cable cuanto podía, lo metía dentro de mihabitación y cerraba la puerta para mantener mi vidapunk-rock en secreto.) (MD)
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El otro chico solitario de nuestra edad llevaba una gabardina negra,un par de chapas caseras con nombres de grupos y botas militares negras.En aquel tiempo,yo era súper tímido.Me daba corte empezar una conversación con cualquiera,y más aún si era un desconocido.Pero John se sentía mucho más cómodo en sociedad que yo,así que se fue a hablar con el chico.Resultó que tenía nuestra edad y se llamaba AdamYauch.No pudimos hablar mucho porque Bad Brains empezaron a tocar.Fue el con-cierto más ruidoso,acelerado y revientatímpanos en que había estado,y me encantó.Nos encantó a todos.Cuando acabó,le escribimos a Yauch nuestros números de te-léfono en un papel.Empezamos a llamarnos a menudo,nos veíamos en los conciertos y,sobre la marcha,íbamos conociendo a otros chicos punk que acababan siendo amigos.Al poco tiempo,nos convertimos en una pandilla aún más grande de marginados con los mismos gustos.Los cabecillas de la panda éramos Berry,Shatan,Yauch y yo,más un grupo de chicas a las que llamábamos las «Chicas Bolsa» porque solo compraban ropa en tien-das de segunda mano,que acostumbraban ponerse en combinaciones inusuales (por ejemplo,una falda sobre un par de tejanos),e iban de un sitio a otro con todo tipo de cosas dentro las bolsas que les daban en las tiendas:se llamaban Jill Cunniff,Gabby Glaser,Kate Schellenbach,Tania Aebi,Arabella Field,Rhana Harris,Kate Stears y Sarah Cox.Tania y Jill tenían su propio fanzine,Decline ofArt.Recuerdo que nos enseñaron a falsificar sellos que se estampaban en la mano con los que podíamos colarnos en los conciertos.Yauch y yo nos reuníamos y escuchábamos discos sin descanso,y nos reíamos decualquier cosa.Él era tranquilo,pero tenía una intensidad imperturbable y un entusiasmo32
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Tenías que hacer el gesto de «OK» con la mano, acercar el círculo (el que formabas con el índice y el pulgar) a uno de tus ojos, y luego aproximar el círculo hasta la persona que se había tropezado, o a la que se le había caído la comida, o a la que habíanpilladoinfraganti.Entonces decías«¡Buf!»con un tono grave y extraño. (AH)Una vez me pasé toda la noche fuera y no habíaavisado a mi madre; cuando volví a casa ella se puso hecha una furia (con toda la razón). Estaba enfadada de la hostia y me castigó sin salir.* Así que aprendí por las malas: hay límites. (MD)* Correcto, incluso a Mike D lo castigan sin salir. ¡Buf! (AH)bien dirigido.Ya fuera un disco o una actividad,siempre te animaba a escucharlo o hacerlo que fuera hasta el final.Su determinación y resolución eran mayores que las nuestras.También era divertido;parecerá que esto no tiene ningún sentido,pero él y su amigoDavid Wade solían hacer una cosa que era,de entre todos sus gestos,la que más me gus-taba.Por entonces,cuando alguien hacía alguna ridiculez o era blanco de ensañamiento,muchos usábamos la expresión «¡Qué pringado!» (algo asícomo la versión de 1980 de «¡Zasca!».) Pero Yauch y Wadetenían su propia versión,en la que ejecutaban un movi-miento de mano raro y exclamaban «¡Buf!».No tenía nin-gún sentido y te partías el culo.Si hubiéramos crecido en cualquier otra parte del mundo,nuestra pandilla jamás podría haber disfrutado de semejante oferta constan-te de acontecimientos alucinantes a los que acudir sin necesidad de que te acompa-ñaran tus padres.En primer lugar,en otras ciudades estabas obligado a ir en coche hasta los conciertos,lo que implicaba de forma automática la intervención de tus padres.Y en segundo lugar,como todos nuestros pa-dres eran artistas o intelectuales,nos daban una liber-tad inusitada.En cuanto a comportamiento paterno,todavía era como en los setenta.Mi madre marcaba ciertas reglas en los horarios como,qué sé yo,no vol-ver tarde entre semana.Y tenía que dejar claro antes dónde estaba y adónde iba a ir.Pero su actitud en general era:«Mientras no afecte a tus tareas escolares, haz lo que quieras. Si afecta, entonces tenemos un problema».Todos los miembros de nuestra pandilla teníamos,de una forma u otra,padres indulgentes.Así que,aunque apenas éramos unos adolescentes,ya habíamos vivido esa poderosa experiencia compartida de ir a conciertos punk,deambular por el bajo Manhattan casi desierto y forjar amistades sobre la marcha.Ahora sonará cursi,pero fue mágico.Y pasado un tiempo,a medida que nuestra vida empezaba a girar más y más alrededor de las bandas y los conciertos, una idea empezó a tomar forma.Teníamos que intentar hacerlo noso

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