ADVERTENCIA Y AGRADECIMIENTO
Este libro se ha escrito en poco más de veinte días, al pensar que —en los cincuenta años de la muerte de Luis Batlle Berres— había la necesidad de que alguien de su tiempo —con la perspectiva histórica— evocara su figura con una noticia más o menos abarcadora de su vida. En el periodismo Lincoln Maiztegui lo ha hecho, desde una honesta mirada nacionalista, con sus agudas notas en El Observador y algunos de sus capítulos de su enorme obra Orientales. Personalmente, como periodista y político formado bajo la sombra de Luis Batlle sentíamos —sentimos— un mandato moral de hacer una contribución al conocimiento de su lucha por un Uruguay moderno y justo. Con más tiempo podríamos haber logrado un abordaje más amplio —que no está descartado hacia el futuro— pero no queríamos dejar pasar esta conmemoración sin por lo menos dejar un testimonio vívido de su amor al país.
Tenemos que agradecer al sello Taurus, hoy parte de Penguin Random House Grupo Editorial, por haber aceptado publicar un libro en estas condiciones de premura, y a nuestro ya reincidente editor Julián Ubiría, que asumió un desafío inhabitual. Muy especialmente, también, al diario El País, al Archivo Nacional de la Imagen (ANI-SODRE), al Archivo General de la Nación, que custodia el fondo de don Luis Batlle Berres, y a su hijo Jorge Batlle, que han aportado el material gráfico de gran valor que estamos reproduciendo.
En cuanto al texto, es de mi exclusiva responsabilidad, pero debo reconocer que sin el aporte de Jorge Batlle difícilmente pudiera haberse concluido sin más errores de los que le pueda haber aportado el autor en su redacción periodística presurosa. Como es habitual, también a Marta, tan admiradora de don Luis como yo, por su rigurosa lectura y bienvenidas observaciones.
Como siempre, Julio Testoni me ha ayudado, con su proverbial entusiasmo, a perfeccionar fotografías, y Santiago Torres, en el pulido informático de los textos. Amén de Mariana Silveyra e Isabel Vázquez, siempre prontas para el medio campo de la secretaría.
J. M. S.
LUIS BATLLE.
EL URUGUAY DEL OPTIMISMO
Luis Batlle lideró el Uruguay del optimismo y terminó su vida envuelto en las primeras sombras del país de la crisis. Fue el continuador ideológico y popular del caudillismo de su tío, José Batlle y Ordóñez, el primer líder de masas de nuestra historia, a quien sucedió en un nuevo tiempo histórico. Demócrata apasionado, Luis Batlle defendió la República Española, fue un fervoroso paladín de los Aliados en la Segunda Guerra Mundial, abanderó la causa de Israel y se enfrentó a todos los autoritarismos, lejanos y vecinos. Creía en el trabajo nacional, en su industria, en su agricultura, que asociaba al desarrollo social del país y a la elevación de su nivel de vida. Proyectaba esa pasión al escenario internacional y se indignaba frente los sordos y ciegos proteccionismos económicos de las grandes potencias, que cerraban espacios a las democracias en lucha por desarrollarse. Fuerte en el combate político, vigoroso en la expresión, una gran nobleza de espíritu le abría caminos hacia sus adversarios, a los que nunca vaciló en tenderles la mano a la hora de servir a la República. Lideró el Partido Colorado durante dos décadas, con una gran popularidad, resentida por los grupos más conservadores de la sociedad. Vivió momentos de gloria y de derrota, sin envanecerse en los primeros ni empequeñecerse en los segundos. Amigo de sus amigos, tuvo muchos leales, porque brindó lealtad hasta el sacrificio; y no por ello dejó de sufrir ingratitudes, como todo gran caudillo. Con la perspectiva de cincuenta años, podrán atribuírsele las carencias o visiones propias de su época, pero nadie podrá dejar de reconocer su enorme aporte a la democracia uruguaya.
EL SOBRINO PREDILECTO
Luis Conrado Batlle Berres nació en Montevideo el 26 de noviembre de 1897, cuando se acababa de terminar la revolución de 1897, se había asesinado al presidente Idiarte Borda y, en plena crisis del comercio exterior, se estaba inaugurando la magnífica Estación Central del Ferrocarril. Nieto de Lorenzo Batlle, general de La Defensa y presidente de la República (1886-1872), era hijo a su vez de Luis Batlle y Ordóñez (Montevideo, 1861-1908), hermano de don Pepe, y de Petrona Berres Mac Entire, de ascendencia escocesa. El Berres incluso parece ser una deformación de Berry, Berrey o Berray. Luis perdió a su madre a los 3 años (1900) y a los 11 a su padre, que se había vuelto a casar con María Elena Santos en 1902. Tuvo siete hermanos, de los que destacaron Lorenzo, que dirigió las cárceles durante años y se hizo célebre como cronista deportivo de El Día y Duncan, un inteligente político de andar bohemio, que llegó a senador. Sus dos medio hermanos, Marcos y Margarita, fueron también muy cercanos en el afecto y en las peripecias de la vida.
A los 15 años pasó a vivir en la quinta de don Pepe (Montevideo, 1856-1929) en Piedras Blancas, que la había comprado en 1904 a los herederos del Dr. Pablo Duplesis, presidente del Banco Comercial, y la habitó desde 1911 hasta su muerte en 1929. Mientras Batlle viajaba por Europa después de su primera presidencia, fue reformada por el arquitecto general Alfredo R. Campos (Montevideo, 1880-1970), quien tendría con el correr del tiempo una fecunda acción pública y una enorme obra arquitectónica. Treinta y cuatro hectáreas de arboledas le daban al lugar el encanto de la naturaleza, que estimulaba a don Pepe. Allí vivía, allí trabajaba, allí caminaba rodeado de sus perros, allí recibía constantemente a ministros y legisladores. En un predio lindero existía otra casa destinada a «los muchachos», como se les conocía familiarmente. Allí convivió Luis con los hijos de don Pepe, César (Montevideo, 1885-1966), Lorenzo (Montevideo, 1897-1954) y Rafael (Montevideo, 1887-1960). Los avatares de la política los llevarán a liderar, adentro del Partido Colorado, dos corrientes que tuvieron momentos de colaboración pero también de duro enfrentamiento. Luis, sin embargo, mantuvo siempre intacto su afecto por sus primos, especialmente hacia César, a quien respetaba por su austeridad y carácter. Es más, aun en los momentos más apasionados de la competencia entre la Lista 15 y la Lista 14, que así se llamaron aquellas corrientes, nunca dejó que ningún periodista pudiera aludir personalmente a sus primos. Recuerdo que en 1961 Maneco Flores Mora escribió un artículo muy duro sobre César Batlle, a la sazón consejero nacional de Gobierno por la minoría colorada. Don Luis se indignó y ordenó que no escribiera más en Acción, pese a que brillaba como uno de los mayores periodistas de su generación. Don Luis resistió varios pedidos de clemencia que le hicimos algunos redactores, pero en ese momento desciende Wanderers a la divisional B y Maneco, de contrabando, publica un notable artículo en la página deportiva donde aludía a ese descenso, a que el autor bien sabía lo que era bajar a la B, pero que ya llegaría la hora del retorno… A la mañana siguiente, don Luis, wanderista de ley, preguntó quién había escrito ese magnífico artículo, aun presumiendo quién era. Y allí terminaron el enojo y la fugaz proscripción de Maneco.
El joven Luis, Luisito, como sería popularmente conocido, creció en ese ambiente político. Había ido a la escuela de las hermanas Manrupe, al liceo Elbio Fernández, reducto de sectores liberales de ambos partidos tradicionales, y finalmente a la Universidad, donde pasó por Derecho y especialmente por Medicina, en la que trabó largas amistades. El periodismo fue una pasión paralela a la política, acaso de igual profundidad. En El Día y El Ideal volcó su entusiasmo como redactor y aun director, hasta 1933, pero cuando tomó su propio camino político, en el final de su primera presidencia, fundó el diario Acción, en 1948, que vivió hasta 1973, en que lo cerró la dictadura. Fue un periodista constante y combativo, que incluso en El Día realizó largas campañas, como la referida a los combustibles, reunida luego en un folleto prologado por don Domingo Arena (Tropea, Italia, 1870 - Montevideo, 1939), el amigo más cercano a Batlle y Ordóñez. Toda su vida escribió a mano, con lápiz, en unas cuartillas de papel de diario. Su tío siempre lo distinguió al advertir sus condiciones tanto para el periodismo como para la política, razón por la cual, en las elecciones de 1923, lo envió a Lavalleja a candidatearse a diputado, y también a Durazno a disputar una dificilísima banca parlamentaria, nada menos que con la gente del general Pablo Galarza (Mercedes, 1857 - Montevideo, 1937), figura hegemónica en Soriano y Durazno, de origen político en el santismo pero considerado una especie de héroe colorado luego de la guerra de 1904. Ganó las dos bancas, pero optó por la de Lavalleja.
Poco antes de su acceso a la Cámara, protagonizó un duelo con Enrique Areco a raíz de un incidente que este tuvo con don Pepe, por denuncias sobre temas administrativos. Luis se adelantó a atacar duramente al contradictor de don Pepe, lo que le llevó a un severísimo duelo a espada, que terminó con los dos heridos. Areco era un esgrimista cabal, competidor de primer orden, por lo que fue temeridad provocarlo el duelo. La cuestión es que él quería sacar del medio a don Pepe, que desde el trágico duelo con Washington Beltrán, en 1920, había repugnado de esos lances. Puedo recordar que de la memoria de ese duelo con Areco, en que su contradictor, paradójicamente, salió peor librado que él, le quedó una gran aversión a la espada, mucho más que al sable. El mismo año tuvo un duelo a pistola con el doctor Raúl Jude (Montevideo, 1891-1971) y mucho después, en 1955, se batió a sable con el general Juan P. Ribas (Durazno, 1895 - Montevideo, 1975). Irónicamente, todos estos episodios de armas fueron siempre con colorados…
Apasionado de la aviación, entre 1916 y 1919 había estudiado en la Aviación Militar, bajo la instrucción del coronel Ibarra. Años después, como presidente, propondría desgajar del Ejército esa arma y crear así la Fuerza Aérea Uruguaya.
En 1927, ya diputado, Luis Batlle se casó con Matilde Ibáñez Tálice (Buenos Aires, 1907 - Montevideo, 2002) en boda apadrinada por don Pepe. Se formó así un sólido matrimonio, que atravesó todas las peripecias de la intensa vida de un político de combate y en combate. De esa unión nacieron Jorge, presidente de la República entre 2000 y 2005; Luis, pianista y maestro de relevancia internacional y Matilde (Pona), que se casó con Daniel Armand Ugón, un prestigioso diputado por el departamento de Colonia.
Como legislador tuvo importante participación en algunas leyes fundamentales, como las relativas a la creación de ANCAP, aprobada en la Asamblea General el 15 de octubre de 1929, con Luis Batlle Berres y Arturo González Vidart como protagónicos miembros informantes. Uno era batllista y el otro nacionalista independiente, representantes de los partidos que en 1931 pactarían un conjunto de medidas que procurarán tonificar la economía nacional, afectada severamente por la crisis mundial de 1929. La oposición herrerista y colorada riverista se apoyaba en los intereses vinculados a la producción y comercio de alcohol y petróleo y desacreditarían ese pacto porque establecerá la coparticipación política en la dirección de los entes públicos. Para el Batllismo era un tema de larga data, que venía desde la presidencia de Batlle y Ordóñez y de su ministro Eduardo Acevedo (Buenos Aires, 1857 - Montevideo, 1948), el mayor historiador uruguayo y una de las figuras civiles más importantes del siglo XX nacional. Ellos habían creado el Instituto de Química Industrial y propiciado investigaciones sobre carburantes nuevos, como los que realizaron José Cerdeiras Alonso y el químico Ángel Goslino, quien trabará una íntima y perdurable amistad con Luis Batlle. Don Eduardo seguirá con el tema y será fuente de inspiración de los jóvenes legisladores que impulsaron la idea, de tal modo que al crearse ANCAP será su primer presidente y enfrentará una dura lucha para proveerse de petróleo, que lo llevará a abastecerse en la Unión Soviética para emanciparse de las empresas europeas y norteamericanas resentidas por la creación del monopolio estatal. Por esa curiosa circunstancia es que en Uruguay hablamos de nafta (naphta se escribía en la época, como en Rusia) y no de gasolina o benzina, como en la mayoría de los países.
EL EXILIO
Muerto Batlle y Ordóñez en 1929, en el mismo instante en que se desencadenaba la mayor crisis económica mundial, también nuestro país se deslizó hacia la incertidumbre. Toda América Latina —con las solas excepciones de Costa Rica y Colombia— cayó en dictaduras. El golpe de Estado de Gabriel Terra (Montevideo, 1873-1942) del 31 de marzo de 1933, apoyado por la oposición herrerista, marcó un quiebre muy profundo en el país y en el Partido Colorado. Luis Batlle, entonces de 35 años y uno de los más activos diputados batllistas, pasó a ser un frontal opositor.
El desgarramiento alcanzaba particularmente a muchos de los protagonistas, que —además de correligionarios— eran realmente amigos. El suicidio de Baltasar Brum (Costas del Catalán, hoy Artigas, 1883 - Montevideo, 1933) le añadió así un contenido emocional, que ha perdurado por años.
Luis Batlle, como todos en El Día, desde el primer momento asumió una actitud de fuerte oposición. Lo fueron a detener a su casa de la calle Durazno, entre Pablo de María y Salterain, y logró escapar con la ayuda de Enrique Gomensoro, el legendario rematador, y su leal colaborador Evaristo Garrido. Aun sin aprehenderlo, se decretó su expulsión del país el 25 de agosto de 1933.
Junto con su primo César Batlle Pacheco marcharon al Brasil. Matilde quedó en Montevideo pero, con Jorge, lo visitaron en Río de Janeiro, a donde llegaron en el legendario Massilia, de la Compagnie de Navigation Sud-Atlantique, que alguna vez llevó a Gardel y doña Berta y en el que llegaron al Río de la Plata los exiliados republicanos que huían del franquismo. Luis Batlle volvió al año siguiente a Montevideo para asistir al sepelio de su hermana Sara, con un permiso especial y bajo custodia.
De Brasil marchó a la Argentina, donde fue internado en la ciudad de Mar del Plata, aunque clandestinamente trabajó en La Razón de Buenos Aires bajo el seudónimo de Conrado López. En varias ocasiones entró subrepticiamente al país, con unos bigotes que nunca antes había usado y tampoco perdurarían. De esos años quedan dos opúsculos de combate: Cobardía y traición y La sombra del manzanillo, firmado con el seudónimo George Verité.
En algún momento cruzó de Argentina a Río Grande y en la estancia de Maneco Martins, con Alfeo Brum, Berreta y algunos dirigentes nacionalistas independientes, planearon movimientos contra la dictadura.
El 29 de noviembre de 1934, el ministro José Espalter (Montevideo, 1868-1949) informó a la Asamblea General Constituyente que:
Hasta el momento actual, el Poder Ejecutivo ha ordenado, en uso de sus facultades propias […] que se ponga a disposición de él […] a los siguiente ciudadanos: Dr. Alfeo Brum, que según nosotros se encuentra asilado en la legación de Chile, el señor Tomás Berreta que está en la Legación Paraguaya, el Dr. Francisco Forteza que se fue anoche para Buenos Aires, después de haberse asilado en la Legación Británica, al Sr. César Batlle Pacheco que se embarcó anoche para Buenos Aires, al Sr. Lorenzo Batlle Pacheco que está en el mismo caso, y Dr. Eduardo Rodríguez Larreta que también se embarcó anoche para Buenos Aires. Respecto al Dr. García Morales y al Sr. Luis Batlle también se ha ordenado la detención pero no se les halla hasta ahora. Lo mismo ocurre respecto al Sr. Ricardo Paseyro.
La verdad es que ni Berreta estaba donde ahí se decía, ni Luis Batlle era inubicable, porque a esa altura, como hemos dicho, ya andaban por Argentina o Brasil, pero quedan bien definidos quiénes fueron los colorados y blancos independientes declarados enemigos mayores del golpe de Estado.
LAS ELECCIONES DE 1942
Retornado al Uruguay en 1936, Luis Batlle acompañó con decisión el golpe de Estado de Baldomir, que su primo César defendió en la Convención del Partido Colorado, en un memorable discurso en que sostuvo que de un desequilibrio no se puede salir sin un movimiento igual de sentido contrario, que amaneceres y crepúsculos se parecen pero mientras uno marcha hacia la noche, el otro hacia la luz.
En la elección de noviembre de 1942, triunfó con claridad la fórmula Amézaga-Guani, apoyada por batllistas y baldomiristas. El eslogan «Amézaga candidato de la democracia» sim