La muy fiel y reconquistadora

Leonardo Haberkorn

Fragmento

Introducción

Este libro no pretende ser la historia de la dictadura ni de la transición hacia la democracia. Es apenas un libro de memorias entrelazadas, testimonio de una generación que padeció la dictadura y siempre buscó los caminos para salir de ella.

No deseo, tampoco, minimizar la importancia de la negociación entre políticos y militares, pero sí agregar una perspectiva a menudo soslayada o ignorada desde tiendas políticas diversas, incluso opuestas.

La idea que dio origen a estas páginas nació de una conversación informal con Bruno Gili y Pablo Mieres en la que llegamos a la conclusión de que esta historia aún no había sido contada.

Mucha gente participó en actividades políticas, gremiales, culturales y en mil formas de militancia en aquellos años: entrevistarlos a todos hubiera sido imposible. Los testimonios que están recogidos en estas páginas fueron elegidos intentando cubrir un aspecto plural y lo más representativo posible, pero muchos otros también podrían estar aquí. Espero que ellos lo comprendan y se sientan representados a través de las historias de sus compañeros.

Parte del relevamiento documental y las entrevistas a Gilberto Ríos, Samuel Sztern, Felipe Michelini y Javier García fueron hechas por la periodista Fernanda Gómez Pascual, que colaboró en la producción de este libro. Tengo que agradecer su profesionalismo y la calidad de su trabajo.

Esta obra no habría sido posible sin la colaboración de Edgardo Rubianes, Óscar Destouet, Hoenir Sarthou, Gonzalo Kmaid y Gonzalo Tancredi que, con suma generosidad, compartieron materiales de sus archivos personales. A todos ellos, muchas gracias.

También retribuyo la colaboración de la Editorial Fin de Siglo.

Renglón aparte merece la extrema generosidad del colega Marcello Figueredo, quien durante más de un año me cedió su notable colección de semanarios de la época: Aquí, Opinar, La Democracia, La Razón, Somos Idea, entre otros.

Agradezco también las correcciones y sugerencias de Marcela, Óscar y Pablo.

Me gustaría aprovechar para destacar el tremendo valor del trabajo que realiza el sitio de internet Anáforas, de la Facultad de Información y Comunicación de la Universidad de la República, que ha digitalizado y puesto a disposición del público cientos de publicaciones uruguayas desde la época de la colonia. Gracias a Anáforas, también pude consultar y valerme de las colecciones del semanario Jaque y las revistas La Plaza y Sin Falta, disponibles a través de la web.

[...] son una verdadera ‘generación al pedo’ que en toda su vida no han participado en ningún episodio que los comprometiera generacionalmente, en la defensa de valores cívicos y sociales, poniendo en juego su libertad o su vida [...]”

Extupamaro C.E.R., en referencia a la generación que siguió a la suya, la de los 60. En la publicación digital Posta Porteña,

14 de noviembre de 2017.

La oscuridad

“Ese tema no va más. Hay que cuidar las exportaciones de carne”.

El teléfono sonó en El Diario. Posiblemente fuera 1978 o 1979, plena dictadura. La edición periodística la dirigían Romeo Otero, Juan Francisco Fontoura y Tomás Linn. Uno de los jefes gritó:

–Jorge, atendé.

Burel atendió. Era uno de los más jóvenes de aquella redacción donde también trabajaban Roberto Altieri, el Laco Domínguez, Roy Berocay, Iván Kmaid. Burel envidiaba a sus compañeros más veteranos, como el Laco y el Turco Kmaid, porque habían conocido lo que era ser periodista en tiempos de libertad. Él, en cambio, había llegado a las redacciones en ese período oscuro, de censura y autocensura, donde cada palabra estaba controlada y una coma mal puesta podía llevarte a un cuartel militar.

“Era un país completamente cerrado desde el punto de vista informativo”, recuerda. “Era una cosa dada y muy trágica, sobre todo para mi generación. Era muy complicado formarnos como periodistas en esa época”.

La llamada era de un corresponsal del interior. Burel pensó que lo más probable era que hubiera ocurrido un crimen en su departamento, el tema preferido de El Diario, un vespertino que en aquellos años era capaz de vender hasta 150.000 ejemplares por jornada. “Nuestra columna vertebral eran las noticias policiales, el turf y los deportes. Era un diario amarillo. Podía haber un titular que dijera: ‘La mató con un cuchillo de trozar atún’. Esa era la línea”.

Pero no era un crimen lo que motivaba la llamada del corresponsal, ni tampoco un delito. Lo que le estaba contando su colega era que en su departamento habían encontrado un churrasco luminoso: un pedazo de carne de vaca que iluminaba la noche.

Escéptico, el joven cronista tomó apuntes casi con indiferencia y escribió una nota pequeña que se publicó sin mayor destaque.

Sin embargo, un par de días después el teléfono volvió a sonar en la redacción. El que atendió escuchó a una mujer en el otro lado. Luego preguntó en voz alta: ¿Che, quién fue el que escribió esa historia de la carne con luz?<

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