Ida y vuelta. La vida de Jorge Semprún

Soledad Maura

Fragmento

Repensar el mundo

Índice

Ida y vuelta

Introducción

1. Orígenes

2. Exilio, 1936-1945

3. Buchenwald

4. Regreso a Francia: posguerra, 1945-1952

5. Federico Sánchez: los años comunistas españoles, 1952-1963

6. Ha nacido una estrella, 1963-1988

7. El regreso del hijo pródigo, 1988-1993

8. Ministro de Cultura

9. Paris encore

10. Biriatou-Garentreville

Agradecimientos

Bibliografía

Imágenes

Sobre este libro

Sobre Soledad Fox Maura

Créditos

Notas

cap

A mi madre

cap-1

Introducción

Los secretos no cambian nada. Cambian si haces una biografía de verdad, pero mejor hacerla cuando el biografiado haya muerto.[1]

JORGE SEMPRÚN

Era una tarde calurosa de julio de 2011 en Madrid. En el Museo del Prado, el filósofo francés Bernard-Henri Lévy tomaba la palabra ante un auditorio atestado. Era un acto de homenaje póstumo. El público asistente estaba salpicado de políticos, intelectuales y empresarios que habían venido a despedir al homenajeado.

Cualquier espectador casual podría haberse llevado la impresión de que Lévy estaba rindiendo honores a varias personas distintas: un republicano español, un superviviente de Buchenwald, un intrépido agente clandestino, un escritor famoso, un candidato al Oscar y un gran pensador europeo. Pero estaba, simplemente, describiendo y señalando las múltiples facetas de una sola persona: Jorge Semprún.

Semprún había fallecido unas semanas antes en París, y los principales homenajes conmemorativos habían tenido lugar en Francia, su patria adoptiva. Pero había algo especialmente conmovedor en la reunión de dignatarios y pensadores en el Museo del Prado, a tan solo unas pocas manzanas del lugar donde Jorge Semprún —y su madre antes que él— se habían criado en un entorno acogedor y lleno de facilidades. Entonces ignoraban felizmente el violento siglo que les esperaba. Ochenta y siete años más tarde, en el paseo del Prado se alineaban los mismos árboles, y los elegantes balcones de la antigua casa de los Semprún se asomaban, impertérritos, a las tranquilas calles en el atardecer.

Si Jorge Semprún hubiera sido pintor, quizá París le habría dedicado un museo en alguno de los antiguos palacetes del barrio de Saint-Germain-des-Prés. Como Picasso, Semprún fue un icono español de talento creativo, compromiso político y profundo magnetismo personal en el siglo XX, que hizo de Francia su país adoptivo. Los franceses, que no siempre han sido los más pluralistas, recibieron a Semprún con entusiasmo y durante décadas le colmaron de oportunidades y premios. Se convirtió en una de las estrellas residentes de la intelectualidad parisina, un escritor elegante y aristocrático; un héroe y un superviviente de un campo de concentración. Le buscaban estrellas de cine como Yves Montand y políticos como el primer ministro Dominique de Villepin.

Poco después del estallido de la Guerra Civil en el verano de 1936, la familia de Semprún, republicana, huyó a Francia. En el exilio, aún adolescente, aprendió francés a la fuerza. Fue un brillante estudiante de Filosofía. En 1939, la Guerra Civil había terminado con la victoria de Franco y la derrota de la República, y la Segunda Guerra Mundial estaba destrozando Europa. Semprún se unió a la resistencia francesa tan pronto como pudo, confiando en que el fin del fascismo liberaría también a España. En octubre de 1943 fue detenido por la Gestapo y deportado a Buchenwald, donde permaneció hasta que el ejército estadounidense liberó el campo en abril de 1945.

Su experiencia como deportado fortaleció aún más su identidad política y su solidaridad con el Partido Comunista. Se convirtió en un militante activo y con el tiempo llegó a ser uno de los líderes del Partido Comunista de España (PCE). Durante años fue un agente clandestino valiente y leal, y organizó en secreto a la juventud de la España de Franco, pero en 1963, tras expresar su decepción con la estrategia del partido, fue expulsado del mismo. Una vez liberado del anonimato forzoso al que le obligaban sus actividades clandestinas, se reinventó como novelista y publicó su primer libro, sobre la deportación a Buchenwald, El largo viaje. Seguirían más de una docena de obras autobiográficas y guiones de cine; la mayoría de ellas, memorias noveladas que aluden a sus experiencias en Buchenwald. Casi todas fueron publicadas originalmente en Francia por la prestigiosa editorial Gallimard y traducidas posteriormente a muchos otros idiomas. Solo dos de sus libros fueron escritos originalmente en castellano.

A través de sus textos, y de los cientos de entrevistas y conferencias que dio, Semprún se forjó una reputación internacional como escritor, superviviente y autoridad moral. Era alguien que conocía a fondo los sistemas fascista y comunista, y que tenía la formación, el tiempo y el interés necesarios para reflexionar sobre las crisis del siglo XX. Explotando sus propios recuerdos, contribuyó reiteradamente a la lucha colectiva contra el olvido del Holocausto, y gracias a su obra y a su actividad política fue galardonado con el Premio Jerusalén, nombrado miembro de la Academia Goncourt y distinguido con el Premio de la Paz de los Libreros Alemanes, entre otros honores. Felipe González, el primer presidente del gobierno socialista que tuvo España tras la muerte de Franco, nombró a Semprún ministro de Cultura durante su segundo mandato. Hoy se reconoce ampliamente a Semprún como una de las principales figuras intelectuales y políticas europeas del siglo pasado y comienzos de este, y como un testigo elocuente y lúcido de los horrores de la Segunda Guerra Mundial y los regímenes totalitarios.

Las duras experiencias que vivió tenían como contrapunto un toque de glamour que a menudo le rodeaba. Jorge Semprún, o Georges, como se le conoce cariñosamente en Francia, era excepcionalmente atractivo y podría haber sido galán de cine, como se lo había propuesto Marguerite Duras. No quiso ser actor, pero fue candidato al Oscar por el guión del thriller político dirigido por Konstantinos Costa-Gavras, Z. No le hacía falta ser estrella de cine cuando su amigo Yves Montand estaba dispuesto a encarnar a sus protagonistas, empezando con su película autobiográfica La guerra ha terminado (1966), dirigida por Alain Resnais.

Como escritor, Semprún transformó su vida. Dejó de preparar informes secretos para el partido, en español, y optó por la escritura de libros en francés que se convirtieron en imprescindibles de los escaparates de La Hune y otras librerías emblemáticas de París. Tod

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