Tabaré Vázquez

Ernesto Tulbovitz

Fragmento

Prologar, quince años después

Para apreciar este libro hay que tener presente que su primera edición vio la luz en diciembre de 2004 y estuvo precedido de tres años de investigación. El título Misterios de un liderazgo que cambió la historia puede sonar hoy a obviedad, pero era una definición al menos arriesgada en aquellos días posteriores a la primera victoria electoral del Frente Amplio a nivel nacional, ocurrida en octubre de ese mismo año.

En efecto, quince años atrás dábamos vueltas sobre qué título representaba mejor la historia sobre el médico oncólogo que para ese entonces exhibía un liderazgo peculiar, una conexión de ribetes místicos con las capas populares y una inocultable capacidad de gestión exhibida a nivel departamental; no obstante, aún era una incógnita cómo iba a gobernar el país durante el añorado primer gobierno para la izquierda uruguaya, así como no sabíamos si la propia izquierda estaría a la altura del desafío.

Al final nos decidimos por el título que resumía dos aspectos centrales del libro: retratar a quién había conducido al triunfo a la fuerza política que desarrolló una etapa de cambio social y político trascendente en la historia nacional, tras ciento setenta años de gobiernos de los partidos tradicionales; y, en segundo lugar, teníamos la convicción de haber hallado varias respuestas que permitían desentrañar sus orígenes, trayectoria y no pocos enigmas.

Redactar y publicar este libro también nos permitió conocer el costado más humano y personal de Vázquez. Hay dos anécdotas que nos remiten a los contactos que mantuvimos con él para este libro, y que no habíamos divulgado hasta ahora. Con su partida, creemos que vale la pena que sean conocidas.

A poco de comenzar a entrevistar y recabar testimonios para la investigación, alguien publicó en un medio de prensa que estábamos haciendo un trabajo por encargo para perjudicar a Vázquez durante la campaña electoral del 2004. Era una falsedad temeraria y nos acusaba de una conducta éticamente reprobable como periodistas. Era evidente que alguien buscaba desprestigiarnos ante el público, con un carácter presuntamente preventivo y, lo más seguro, para tratar de quedar bien con Vázquez. Decidimos entonces pedirle una reunión reservada para desmentir la infundada información, así como contarle cuál era el objetivo de nuestro trabajo.

Nos recibió en su despacho en la sede del Frente Amplio y allí le explicamos que se trataba de una investigación independiente sobre su trayectoria vital y sobre su vida pública, motivados en que –con toda probabilidad– iba a ser electo como el primer presidente de izquierda; le contamos que pensábamos publicarlo luego de las elecciones, debido a que no queríamos ser utilizados en ningún sentido durante la campaña electoral que se avecinaba. Tabaré se sintió sinceramente agradecido por el gesto y nos solicitó dos cosas: si había algo que nos presentara dudas, que lo consultáramos a fin de ofrecernos su versión; y además, nos dijo que le gustaría sugerirnos algunos nombres para que incluyéramos en nuestra ronda de entrevistas.

En ningún momento nos pidió que desistiéramos de la investigación, ni que le reveláramos detalles, algo que a veces sucede con algún dirigente político que desconfía de la prensa. Durante la cobertura de esa campaña electoral nos tocó seguirlo en distintos actos, y de tanto en tanto nos preguntaba: “Y, muchachos, ¿cómo vienen?”; del mismo modo, en algún acto nos acercaba a militantes o amigos que tenían algo para contarnos. Estaba pendiente del trabajo y del resultado final, pero nunca nos descalificó, presionó o ignoró.

La segunda anécdota tiene que ver con una entrevista que mantuvimos con Vázquez en noviembre de 2004, luego de haber ganado la elección. Para ese momento la investigación estaba finalizada, y abarcaba la niñez y adolescencia, su carrera hasta acceder al grado 5 en radioterapia de la Universidad de la República, su militancia social y las decisiones políticas que lo llevaron a ser intendente primero y a alcanzar la Presidencia en el tercer intento.

Habíamos partido con la investigación desde la mayor neutralidad posible, pero tres años después arribamos a la siguiente conclusión preliminar: si bien Vázquez no salía mal parado, tampoco teníamos entre manos un libro complaciente; en efecto, había algunos temas complejos de su trayectoria que nos parecía de rigor consultarlo.

Así fue que al finalizar la elección le solicitamos una entrevista y dos semanas después nos reuniríamos con Vázquez en el Hotel Presidente, donde tenía su cuartel general el gobierno de transición. Para ambos autores fue un momento especial en lo profesional, pero también en lo personal. Nos jugábamos tres años de investigación en esa entrevista con un presidente popular y electo en primera vuelta: ¿qué sucedería si Vázquez, ya electo con mayoría absoluta, nos desmentía algunos aspectos centrales del libro o si finalmente algunos pasajes delicados terminaban por cortar la relación profesional, con el ahora presidente de la República?

Vázquez dedicó más de una hora a la entrevista y eso fue un dato nada menor, teniendo en cuenta sus responsabilidades como presidente electo. Respondió a todas y cada una de las preguntas que le hicimos con serenidad, inclusive las más incómodas; como podrán descubrirlo durante la lectura, incluimos varias de las respuestas en itálica al relatar diversos aspectos de su vida.

Sobre el final de la entrevista le preguntamos sobre su posible pertenencia a la Masonería, una parte de su historia que no se conocía en absoluto por entonces. El diálogo en ese punto fue el siguiente:

–Dr. Vázquez, según varias fuentes consultadas usted pertenece a una organización global que promueve los principios de libertad, igualdad y fraternidad. ¿Qué tiene para responder al respecto? –le preguntamos no sin aprehensión, debido a que los masones, por prácticas históricas, pueden llegar a eludir decir la verdad al respecto. En el pequeño despacho en el que estábamos a solas los tres se hizo un profundo silencio, debieron haber sido diez segundos pero nos parecieron eternos.

Finalmente, Vázquez hizo un chasquido con su boca y respondió:

–Y bueno, dicen que Artigas era masón, que San Martín era masón, hasta de Fidel se dijo… –Los tres nos miramos porque no había una afirmación explícita en su respuesta, pero su sonrisa característica permanecía dibujada en el rostro tras responder; fue eso fundamentalmente lo que resultó para nosotros el aval y la confirmación tácita de la primicia. Cuando el libro salió a la venta, ese capítulo se convirtió sin dudas en el más taquillero para los colegas de la prensa y, a su vez, el más requerido por el público en las presentaciones, al punto que en varias entrevistas teníamos que pedir pasar a los otros temas que aborda el libro y que también nos había costado trabajo reconstruir.

El libro también incluye un apéndice con una serie de preguntas y respuestas

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