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Benja, ¿existe el destino? ¿Está marcado para cada uno de nosotros? No lo creo, pero sin embargo a veces pasan cosas que me hacen dudar.
Una de ellas fue una canción, se llama En el pozo y su autor es Fede Lima. Es un músico y compositor que me acompañó a lo largo de mi vida por diversos motivos, ha participado en algunas presentaciones de mis libros y tiene una sensibilidad exquisita. Hace unos meses, poco antes de que tú aparecieras en nuestras vidas me escribió un mensaje hablándome de una canción que había compuesto. Se lo leía entusiasmado, a tal punto que me mandó la canción por WhatsApp. Se trataba de una música que iba a ser parte de la banda sonora de una película uruguaya llamada igual que su canción.
Me la mandó para que la escuchara. Era tan triste y tan íntima que me estremeció como si fuera un rayo que me impactara en el cuerpo. Es la belleza que puede encerrar el dolor. Porque, Benja, siempre, siempre tenemos que sacar algo de belleza del dolor. Es lo único que podemos hacer. Transformar el dolor en algo diferente, algo que nos haga más fuertes, algo que nos permita seguir adelante.
El audio contenía su voz y la guitarra como única compañía. No era necesario nada más. Una melodía tan bella pero tan desolada al mismo tiempo, de una melancolía poética, de un dolor en el cuerpo, de una ausencia que se hacía patente en la canción, pero sobre todo en su voz. No quise perderla y la guardé en el escritorio de la computadora. No me preguntes por qué, porque no puedo explicarlo, estaba allí descansando, como esperando su oportunidad. Cada tanto tenía la necesidad de escucharla, pero sabía que en algún momento iba a tener un sentido especial, no sé cuál, pero por algo estaba allí.
Quizás mi pragmatismo no pueda aceptar esto del destino, pero ¿por qué estaba esa canción persistiendo allí? Nunca lo vamos a saber.
La canción vino en mi ayuda para ordenarme, para acompañarme en el difícil viaje que íbamos a emprender juntos. Es increíble, Benja, la letra, no puedo dejar de pensar que fue escrita para nosotros:
Escapar
Fundirme en el asiento y resistir
Los últimos momentos del final
Escombros del infierno que viví
Respirar
Se vuelve más difícil al vivir
En lo más hondo del fondo del mar
Donde nadie me ve, no hay aire ahí
Voy alejándome del mar
Cerca de saber quien soy
Confundirme en la ciudad
Pero otra vez el sol
Escapar
Hundirme con tu aliento y revivir
Los últimos momentos del final
Recuerdos del infierno que viví
Voy alejándome del mar
Cerca de saber quien soy
Confundirme en la ciudad
Pero otra vez el sol
Voy alejándome del mar
Donde no saber quien soy
Confundirme en la ciudad
Pero otra vez el sol
Voy, voy
Respirar
Fundirme con tu aliento y revivir.
La única canción en este tiempo de silencio y de preocupación. Uno ensordecedor que lo rodeaba todo. La canción de ese último viaje, con mi computadora para encontrar esas palabras que puedan cercar el dolor, de aquello inenarrable que tiene la angustia. Una mano amiga, en este caso una voz amiga, que sirva de puente para poder atravesar el infierno, el fondo del mar, donde ya no se puede respirar. Para acompañarte, hijo mío, en tu partida, allí donde me imagino que como mi padre te convertirás en un pez azul, un pez alegre que desafía la naturaleza y salta sobre las olas queriendo ser un pájaro.
Quién iba a decir, pequeño Benjamín, que también te ibas a convertir en una canción que se escribió antes que tú existieras y que yo iba a guardar como una reliquia, como un arma para defenderme alguna vez.
No creo en el destino, pero sí creo que las cosas que suceden nos ayudan a dar sentido a lo indecible.