Una receta para no morir

Arnoldo Kraus

Fragmento

Una receta para no morir

PRÓLOGO

Pretextos en la vida sobran. Unos son buenos, otros son malos. Unos impiden enfrentar situaciones desagradables y otros pueden ser contraproducentes. Todos tenemos y todos inventamos nuestros propios pretextos. No hay quien viva sin ellos, e incluso, hay quien afirma que la vida no es más que un pretexto para no morir. Según el Diccionario de la lengua española, pretexto significa “motivo o causa simulada o aparente que se alega para hacer algo o para excusarse de no haberlo ejecutado”. Es decir, los pretextos, al igual que los seres humanos, tienen dos caras: pueden utilizarse como excusa para no hacer nada o como motivo para decirle “sí” a la vida.

Este pequeño libro es un pretexto que inventé para no tener pretextos. Desde hace tiempo quería regresar a mis tiempos mozos para confrontar al Arnoldo joven con el Arnoldo maduro y así explicarme hoy por qué decidí estudiar la carrera de Medicina. Estas epístolas son ese pretexto y ese pretexto son estas cartas. Las cartas como pretexto son una forma de mirar y de mirarse. Creo que en algún momento de la vida todos deberíamos escribirnos unas cuantas misivas.

Cuando los pretextos son buenos, cuando no los utilizamos para escapar de la realidad, cuando no rodeamos nuestra vida de razones para no hacer nada o para no comprometernos, los pretextos suelen transformarse en situaciones agradables u obras interesantes. Los pretextos “buenos” son semillas para vivir y razones para construir. Son voces que dan aliento y miradas que ven profundo. Los pretextos “positivos” tienen, además, otra virtud: generan más pretextos. Creo que así sucede con la mayoría de los artistas.

El pintor que se levanta temprano por la mañana, expulsado por las sábanas, y que corre tras los pinceles para plasmar sus sueños; la bailarina que se olvida de la multitud en el metro y repasa en los pasillos los últimos pasos; el poeta que borra y borra en busca de la palabra exacta para impedir que la muerte acabe con las letras; o el músico que golpea con sus dedos el aire hasta hacerlo sonar son ejemplos vivos y cotidianos del mundo de los pretextos “sanos”. Esos pretextos suman las caras buenas de la pasión con las caras buenas de los deseos. Para muchos, los pretextos sirven para inventar, para inventarse, para crear, para seguir. Muchas, muchísimas creaciones y grandes ideas iniciaron como simples excusas.

La pintura que alegra la mirada, el poema que sacude el corazón, las notas musicales que paran el tiempo o la danza que evoca amor y pasión fueron, en un inicio, pretextos imberbes, pensamientos inmaduros. Las justificaciones “buenas” no son más que el deseo joven que espera convertirse en realidad y que aguarda la embestida de la pasión para adquirir nombre, y los brazos de los tiempos para transformarse en creación. En los jóvenes, los pretextos, tanto los “malos” como los “buenos”, pueden crecer ilimitadamente.

Estas cartas son eso. Son un pretexto para escribirme, fingiendo que le escribo a un joven desconocido. A un (y a una) joven etéreo que se inicia por los caminos de la vida, de la complicada y difícil vida del siglo XXI y que cada vez más se vive como una lucha tenaz y como un movimiento sin fin.

Dirijo estas misivas al joven que probablemente es similar al joven que yo fui y al joven que he dejado de ser. Le escribo para escribirme. Le escribo rodeado del halo mágico que siembran algunas pasiones. Le hablo pensando en algunas vivencias hermosas y en algunos impulsos vitales, que con suerte, siempre persistirán. Como la de ser médico o cualquier otra forma de estar en la vida. Como la del individuo afortunado que logra fusionar humanidad con las labores diarias. Como la de las personas que encuentran el placer de la vida en el quehacer diario. Como la del joven médico que habita su vida tras largas, larguísimas noches de guardia.

Muchos adultos intentan conservar alguna o algunas porciones de su juventud. Es una forma de no morir y es una manera sana de mirar el tiempo. Es un camino que permite seguir dudando y es un arte que impide que las preguntas mueran. Es también una vía que abre los senderos para intercambiar ideas con más frescura y que detiene, al menos un poco, el “oxidamiento” propio de la edad. Quizá por eso, algunos adultos, al escribir cartas, memorias o notas autobiográficas sienten que al hablarse, se siembran; y que al sembrarse, recuerdan. Estas cartas intentan cumplir con algunos de esos propósitos: recordar ideas viejas, y no tan viejas, para compartirlas con miradas nuevas.

Estas líneas son también un pretexto que ideé para darle lugar al deseo y espacio a la experiencia. Son un sitio que inventé para escaparme de la rutina cotidiana y para ver hacia atrás sin dejar de repasar lo que sucede hoy. Son una excusa llena de guiños sanos donde recetas, estetoscopios, guantes, martillos, sufrimiento y ciencia caminan sin detenerse y deambulan sin dejar de preguntar. Son también una razón para nunca dejar de cuestionarme y un pretexto que me permite vivir nuevamente la medicina con frescura y con el inmenso deseo de generar dudas, incertidumbre, y con suerte, una nueva dosis de pasión. La medicina es una suma de muchas sumas y es un terreno inagotable. En medicina, la experiencia nunca es absoluta porque las enfermedades, la ciencia y los seres humanos nunca paran. La medicina es un camino interminable, donde asombro y pasión crecen sin cesar. Asombrarse es una bendición y una receta para no morir. La pasión es un regalo del cielo y es otra forma de postergar la muerte. Asombro y pasión son atributos de esta profesión.

¿Qué mejor lugar que la mirada y la escucha de los jóvenes para revelar algunas de las caras de la medicina, profesión añeja y nueva? ¿Qué mejor foro que estas páginas abiertas para recorrer los motivos o pretextos por los cuales algunas personas se convierten en médicos, y algunos médicos siguen siempre viviendo la medicina primero como seres humanos y después como doctores?

Una receta para no morir

CARTA 1

No sé bien cómo empezar esta carta. Y no lo sé por muchas razones: desconozco tu cara, tus lecturas previas y los motivos por los cuales estas páginas llegaron a tus manos. Aunque sospecho tu edad e intuyo que estás por iniciar la vida universitaria, tampoco sé si es correcta esa suposición. Imagino que has pensado estudiar Medicina porque te interesa el ser humano, lo que sucede en las células o lo que pasa cuando el cuerpo o la sociedad enferman. Podría ser también que no te “acomodaste” en otra carrera y que conozcas a un ser cercano que ejerza la medicin

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