Siempre hay esperanza

Augusto Galan Sarmiento

Fragmento

Prólogo

Este libro puede leerse como tres historias entrelazadas, tres relatos que se conectan y se refuerzan mutuamente. El primero es un testimonio personal, una historia de movilidad social en un tiempo de grandes convulsiones y transformaciones. El segundo es una historia institucional, un recuento de medio siglo de reformas en el área de la salud, un período de grandes cambios y algunas frustraciones. Y el tercero, es la historia reciente del país político: el desafío del narcotráfico, las respuestas institucionales, las promesas y los extravíos.

La historia personal es fascinante, como lo son todas las historias de movilidad social. La abuela telegrafista, los padres pueblerinos y su obsesión con la educación, la educación propia, la vocación (casi misteriosa) por la medicina, el paso por la función pública (siempre imperfecta), las grandes decisiones que definen una vida, que marcan un destino y señalan un carácter, y la capacidad, pasados los años, de mirarlo todo con calma, de apreciar los triunfos y las catástrofes que nos definen.

Dediqué buena parte de mi vida al estudio de la movilidad social, a cuantificar de manera minuciosa, casi obsesiva, las conexiones intergeneracionales: las fuerzas centrípetas que nos unen a nuestros padres, las centrífugas que nos separan de ellos. Calculé correlaciones. Tercié en las polémicas entre quienes —algunos economistas, sobre todo— aducían que la movilidad social había sido un factor destacable en nuestra historia reciente y quienes
—otros científicos sociales— decían lo contrario. Solía reconstruir con mis estudiantes las historias de sus familias, en la búsqueda de patrones, tendencias y elementos comunes.

En esos estudios, siempre surgían dos fuerzas determinantes: la migración y la educación. En este libro asoman de nuevo. Aparece, en particular, la ciudad de Bogotá como el epicentro de la movilidad social en Colombia (una ciudad que nos abrió las puertas a muchos).

La segunda historia del libro es menos personal, más académica, pero no menos urgente, es la historia reciente del sector salud en Colombia. La crisis de la salud, sugiere el libro, es también una crisis intelectual.

Al respecto, el libro combina una triple perspectiva: la del médico cardiólogo que trabajó por muchos años en la Clínica Shaio de Bogotá, la del exministro de Salud y dirigente gremial, y la del paciente y padre de una hija en condición de discapacidad. Esta mirada múltiple le permite al autor, por ejemplo, abordar la muerte con ecuanimidad y compasión humanística, analizar la tecnología con cierta distancia escéptica (desdén racional, podríamos decir) y apreciar los logros del sistema de salud.

Por último, el libro presenta un recuento de las crisis y tragedias políticas de los últimos cuarenta años. Pone énfasis en la década de los años ochenta del siglo pasado, en la colusión del poder económico de la mafia (creciente desde mediados de los setenta) con el poder político de los partidos tradicionales (decreciente desde la misma época). Una colusión que comenzó con los coqueteos populistas de Pablo Escobar y terminó con una amenaza terrorista sin antecedentes en la historia del mundo.

En el libro aparecen, en toda su dimensión trágica, los asesinatos de Rodrigo Lara Bonilla y Luis Carlos Galán. Pero también lo que vino después: la Constitución de 1991, las grandes convulsiones políticas, la expansión del Estado y la búsqueda, más reciente, de la elusiva paz. Con todo, la transformación de Colombia ha sido notable. Mucho ha cambiado, para bien, por ejemplo, desde que el autor, un médico recién graduado, llegó a hacer su año rural en el Hospital Integrado San Pedro Claver de Mogotes.

En suma, este libro cuenta una historia intergeneracional de oportunidades buscadas y encontradas, de los muchos esfuerzos para forjar una vida propia, y la determinación, de padres e hijos, de enfrentar los desafíos de la libertad. En varias partes del libro, las tres historias, la personal, la social y la nacional o política, se juntan, se complementan y se confunden. “Al final todo hace parte de la historia: lo personal, lo colectivo, la economía, lo social. Así, nuestro devenir, nuestro diario vivir, de alguna manera tiene una perspectiva política. Porque lo queramos o no, ella permea nuestra vida cotidiana”, escribe el autor.

Pero hay un momento en que el individuo, el médico y el agente político se vuelven uno solo, en el cual las tres historias se juntan de forma dramática. En ese momento están los afectos familiares, está también el médico que percibe (con una mezcla de impotencia y tristeza) las falencias de la salud de su país y está el ciudadano que comprende, íntimamente, la dimensión de nuestra tragedia. En ese momento, el autor entra a la sala quirúrgica donde yace su hermano muerto, la esperanza de toda una generación, de mi generación: Luis Carlos Galán.

No quiero terminar este prólogo en un tono pesimista. Al fin y al cabo, este libro sugiere que, treinta años después, a pesar de todos los problemas, Colombia parece haber dejado atrás sus peores tiempos. Nuestras instituciones no solo sobrevivieron, sino que incluso, en muchos casos, han prevalecido. Esa es en esencia la historia de este libro, la historia de la transformación de un país en medio de desafíos extraordinarios.

Alejandro Gaviria

1
La vocación

“Conoces lo que tu vocación pesa en ti. Y si la traicionas, es a ti a quien desfiguras; pero sabes que tu verdad se hará lentamente, porque es nacimiento de árbol y no hallazgo de una fórmula”.

Antoine de Saint-Exupéry

La habitación es rectangular, la miro desde una esquina superior por encima del dintel de la puerta de acceso independiente que comunica con el corredor, sus paredes pintadas de blanco. Hay un ventanal por donde entra la luz de media tarde, ni muy luminosa ni muy oscura. No se siente frío, tampoco calor. El silencio es total, no se escuchan ruidos ni voces. Hay mucha paz en el cuadro que contemplo.

Desde donde visualizo la escena, el cuarto parece anexo a otra habitación. Mi vista se centra en una cama de color verde, en la que se halla el cuerpo de un niño, entre uno y dos años de vida, de piel blanca, fl

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