La construcción de la esperanza

Fragmento

La construcción de la esperanza

PRÓLOGO

El economista Ignacio Munyo (Montevideo, 1980) es docente y director ejecutivo del Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (Ceres), un prestigioso think tank especializado en políticas públicas.

Este libro se basa en reflexiones publicadas a lo largo de una década en más de un centenar de columnas en el diario El País de Montevideo, así como en otros medios locales e internacionales. Es una bitácora u hoja de ruta en la que se pueden seguir los grandes temas de debate institucional y económico contemporáneo, en Uruguay y en el mundo.

Munyo tiene la virtud de tratar temas socioeconómicos complejos con sencillez y amenidad. Procura agotar la esencia de los asuntos, sin agotar a los lectores.

Incluye información y análisis relevantes —en un país y una región cuyos intelectuales padecen una fiebre opinadora, casi siempre fatigosa e irrelevante—.

Cuenta con herramientas muy valiosas, como sus constantes viajes por el mundo, que incluyen entrevistas con personajes calificados, o los estudios sistemáticos que realiza el Ceres, como el cuestionario que respondieron casi todos los parlamentarios y los 117 alcaldes del interior del país.

No se queda en el diagnóstico, sino que insinúa o propone soluciones, a veces realmente audaces. Así, por ejemplo, concibe la muy manoseada renta básica, que él prefiere llamar «renta esencial» y dotarla de ciertas características nuevas, como una solución realmente liberal, en la medida en que implica una dignificación del individuo.

El autor entiende que Uruguay es un gran país cuyo principal defecto, en todo caso, es cierto continuismo conservador: no pensar en grande. Cree el aldeano que su aldea es el mundo y da por bueno el orden universal, al decir de José Martí.

En cierta forma esa es, a la vez, una virtud uruguaya, porque una nación es una continuidad de valores y conductas y no una refundación permanente, esa tentación tan común en América Latina, plagada de «revoluciones» inconsistentes y efímeras.

Por otro lado, la falta de utopías colectivas, fuera del fútbol y la siesta de verano, opera como un freno en un mundo en cambio continuo. De hecho, la humanidad ha cambiado en dos siglos lo que no cambió en milenios. El autor cree que la falta de reformas para estos tiempos ha metido al país en una trampa de mediocridad y conformismo que lo hace retroceder, en términos relativos, frente a las vanguardias del mundo.

Detenerse equivale a retroceder.

La falta de un debate con altura y la superabundancia de simplificaciones demagógicas de políticos y sindicalistas, dichas con aire de superioridad moral, han estimulado la desconfianza, la ignorancia o la resignación. Nunca en la historia hubo tantos medios para comunicarse y, en cierta forma, tanta incomunicación.

No obstante esos pesares, Munyo es optimista. Él ve oportunidades por todos lados, contra toda esperanza. Hay causas buenas y vale la pena luchar por ellas, viene a decir en este libro inspirador. La esperanza es una construcción cotidiana y al fin mueve montañas, del mismo modo que la gota perfora la piedra.

Miguel Arregui

La construcción de la esperanza

UNA MOTIVACIÓN PERSONAL

Hay quienes creen que la esperanza es el peor de los males, pues sus anhelos nunca se concretan. Sin embargo, la esperanza es también la confianza de lograr lo que se desea, lo que marca un camino, lo que nos mueve. La esperanza es una combinación entre la realidad y un objetivo deseado.

La realidad de Uruguay en la actual coyuntura global y regional nos permite ser optimistas. Las principales potencias mundiales demandan tres seguridades al mismo tiempo: seguridad alimentaria, seguridad energética sostenible y seguridad institucional. Uruguay es de los pocos países que pueden atender esas tres demandas: tenemos una gran oportunidad.

El objetivo deseado surge del análisis de nuestras posibilidades, de nuestras fortalezas y debilidades. Se gesta gracias al análisis con base en evidencia y no en prejuicios.

Sueño despierto con ese objetivo. Ha sido clave para mí haber vivido y mirado de cerca varios casos de países que lograron elevados niveles de bienestar económico sustentable desde el punto de vista social y ambiental. He procurado aprender de esos ejemplos, aunque siempre teniendo en cuenta la idiosincrasia nacional. También ha sido clave conversar, tratar y relacionarme con muchas personas, con una multiplicidad de visiones, que impulsan las más diversas corrientes de opinión en Uruguay.

Este libro no ofrece soluciones simples a problemas complejos ni busca culpables. No es «populista» en la línea de la definición que le he escuchado al expresidente de España Felipe González: «El populismo es una respuesta simple a un problema complejo, lo que puede venir desde la derecha o la izquierda. Pero como nunca una respuesta simple resuelve un problema complejo, el populismo necesita buscar culpables de que esa respuesta simple no resuelve el problema complejo».

Este libro es un conjunto ordenado de reflexiones procesadas a lo largo de muchos años y busca contribuir a la construcción colectiva de la esperanza que creo que necesita Uruguay para cumplir con su destino: ser un gran país, moderno, desarrollado, de primera línea e integrado al mundo. Mirar más alto se puede, y se debe.

La esperanza se construye. Primero, internamente, luego, públicamente, para que sea la semilla de un sueño colectivo.

* * *

Mi vocación por las políticas públicas nació, curiosamente, desde la sensibilidad de la medicina y la docencia, las vocaciones de mis padres, y en el deseo de que el desarrollo del país hiciera llegar sus beneficios también a los sectores más vulnerables de la sociedad.

Mi padre es el tercer médico otorrinolaringólogo en línea directa de nuestra familia (mi hermano, un año menor, es la cuarta generación). Mi madre, quien se inició como adscripta hace más de 40 años, es hoy directora general del Colegio Sagrada Familia, con más de 120 años en el país.

Mi infancia transcurrió en un hogar donde se respiraba la vocación de servicio sin horarios ni días hábiles. En casa se hablaba permanentemente de cómo las enfermedades golpean más a los que menos tienen y de la necesidad de una educación de excelencia; todo en el marco de la delicada situación social que siguió po

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