Prólogo
Mi padre rico decía:
“Tu riqueza, poder y felicidad aumentan con tu capacidad para comunicarte.”
ROBERT KIYOSAKI
El consejo de mi padre pobre
Cuando regresé de la guerra de Vietnam, era momento de decidirme respecto de qué consejo iba a seguir. ¿Seguiría los pasos de mi padre rico o los de mi padre pobre? Mi padre real decía: “Debes volver a la escuela y obtener tu grado de maestría”. Cuando le preguntaba por qué, me decía: “Para que puedas tener un escalafón de SG más alto y un mejor salario”. Yo luego le preguntaba: “¿Qué es un escalafón de SG más alto?”
Mi padre me explicaba que SG significaba “servicio al gobierno” y que un grado académico más alto ayudaba a tener un escalafón de SG más alto, lo cual implicaba mayor salario. Yo seguía en la Marina, pero no me gustaba el hecho de que el gobierno otorgara ascensos por jerarquía, educación formal, ejercicio y otros factores fuera del control de un individuo. Había visto a demasiados oficiales incompetentes obtener un ascenso sobre compañeros más competentes, sólo porque eran excelentes para decir ‘‘sí”, no porque fueran grandes líderes.
El consejo de mi padre de regresar a la escuela sólo para mejorar el servicio al gobierno, con una mejor escala de salario, no me emocionaba. Yo estaba buscando una oportunidad de sobresalir por mis resultados financieros, más que académicos y mi escala gubernamental de salarios. Definitivamente no quería pasarme el resto de mi vida empleado por un sistema que me dijera cuánto podía ganar, cuáles eran mis beneficios, quién mi superior, cuándo podía retirarme y cuánto ganaría tras mi retiro.
El consejo de mi padre rico
Cuando le dije a mi padre rico que había decidido seguir sus pasos y entrar al mundo de los negocios, no me animó a volver a la escuela. En cambio, dijo: “Si quieres entrar al mundo de los negocios, primero debes aprender cómo vender”.
“¿Aprender cómo vender?”, dije. “Pero quiero ser empresario, ser como tú. Quiero tener negocios grandes y muchas personas trabajando para mí; invertir en bienes raíces y poseer terrenos y enormes edificios. No quiero ser vendedor.”
Mi padre rico simplemente se rió de mi ingenuidad.
“¿Por qué te estás riendo?”, pregunté. “¿Qué relación tiene vender con construir negocios, controlar personal, hacer dinero e invertir?”
De nuevo, mi padre rico simplemente rió y dijo: “Todo”.
Un cambio de actitud
En Padre rico, padre pobre, los lectores se enteraron de que crecí en una familia de educadores. Se esperaba que yo obtuviera una maestría e incluso un doctorado.
Mientras los altos grados académicos se tenían en gran estima, en el otro lado del espectro estaba el vendedor. En mi familia de intelectuales, los vendedores se encontraban en la parte más baja. Cuando mi padre rico me informó que mi primer paso para entrar al mundo de los negocios era convertirme en vendedor, el rechazo familiar hacia los vendedores afloró en mi cuerpo, mente y alma. Si pretendía seguir el consejo de mi padre rico, necesitaba un cambio radical de actitud hacia las ventas y convertirme en vendedor.
Hombres de hojalata
Hace varios años, Hollywood produjo la película Hombres de hojalata. Se trataba de unos vendedores que iban de puerta en puerta vendiendo revestimientos de aluminio para las casas. Mientras veía la película, me resultaba difícil reír, aunque era una película cómica. No podía hacerlo porque la película era la vida real.
Cuando estaba en secundaria, mamá y papá dejaron entrar a casa a dos “hombres de hojalata”. Se sentaron con mis padres junto a la mesa de la cocina y comenzaron su perorata de ventas. Cerca de una hora después los dos vendedores tenían un contrato firmado. Mientras mi madre llenaba un cheque, uno de los vendedores se puso de pie, dio la mano a mis padres y se dirigió a su auto. La venta se había cerrado.
Lo siguiente que escuchamos fue el crujir y tronar de la madera. Mamá, papá, mi hermano y yo salimos y bajamos las escaleras. Al pie de ellas se encontraba el hombre de hojalata que se había dirigido al coche. Había tomado una palanca de su cajuela y la usaba para desprender una parte de la fachada de nuestra casa.
Mamá y papá se quedaron sin habla. Sus rostros mostraban un impacto y desánimo absolutos. “¿Qué está haciendo?”, preguntó finalmente mi padre.
“No se preocupe, señor Kiyosaki, sólo estamos empezando nuestro trabajo.”
El segundo hombre fue al coche y sacó una hoja de aluminio y ambos la clavaron sobre la sección rota de la casa. “Ahí”, dijo uno de los hombres de hojalata. “El trabajo ya está empezado. Cuando recibamos el resto de su pago, regresaremos a terminar.” Luego ambos subieron al coche y se alejaron.
Durante meses, esa esquina de nuestra casa permaneció rota y expuesta, con una hoja de aluminio adherida. Mis padres estaban muy molestos, discutieron y perdieron el sueño durante meses mientras intentaban dar por terminado el contrato y recuperar su dinero. Exigían que arreglaran la esquina de nuestra casa. Recuerdo que mi madre me dijo: “Si tu padre padece un ataque cardiaco y muere a causa de lo que esos dos vendedores le están haciendo pasar, nunca los perdonaré”. Yo también estaba muy preocupado por la salud de mi papá.
Los hombres de hojalata nunca regresaron. Tras seis meses de acaloradas llamadas telefónicas, la compañía de recubrimientos de aluminio les devolvió el contrato con un sello de cancelado cruzando el frente. Aunque mis padres lograron rescindir el contrato, la compañía se negó a regresarles el depósito y a arreglar la esquina de la casa donde colgaba la hoja de aluminio. Así que la batalla continuó. Después de meses de mirar el desagradable recordatorio del incidente, vino un vecino, desmontó la hoja de aluminio y reparó el daño causado por la palanca. Desde entonces, lo único que mis padres podían decir de todos los vendedores era que todos eran escoria, estafadores, flojos, mentirosos, deshonestos, oportunistas, vagos y otros adjetivos igual de descriptivos.
Alrededor de diez años después del suceso de los hombres de hojalata, mi padre rico me estaba aconsejando convertirme en vendedor profesional. Mientras hablaba, lo único que me pasaba por la cabeza era: “¿Cómo voy a decirle a papá que aprenderé a ser un hombre de hojalata?”
Algunos de los mejores consejos que he recibido
Cuando los jóvenes me preguntan qué deben hacer para empezar su carrera en los negocios les ofrezco el mismo consejo que me dio mi padre rico: conseguir un trabajo en el área de ventas. Les digo que haberme sugerido conseguir un empleo con un programa de entrenamiento formal en ventas fue el mejor consejo que pudieron darme.
En lugar de que esos jóvenes vean la sabiduría que encierra ese consejo, a menudo recibo la misma