La guía del Zoólogo Galáctico

Arik Kershenbaum

Fragmento

1. Introducción

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Introducción

Parece casi indiscutible que la vida existe en otras partes del universo, y casi imposible que podamos saber algo acerca de ella. Mi objetivo es demostrar que podemos decir mucho sobre el aspecto que tendrían los alienígenas, su forma de vivir y su comportamiento.

Cada vez estamos más seguros de que hay vida en otros lugares del universo y, lo que es aún más emocionante, de que podríamos encontrarla. En 2015, Ellen Stofan, científica de la NASA, predijo que dentro de veinte o treinta años tendremos pruebas de la existencia de vida en otros planetas. Por supuesto, hablaba de microbios, o de sus equivalentes extraterrestres, no necesariamente de vida inteligente. Pero no por ello la afirmación es menos sorprendente. Hemos pasado de estar obsesionados con la posibilidad de vida extraterrestre a principios del siglo XX al pesimismo complaciente en los años setenta y ochenta, y ahora hemos vuelto a un optimismo realista, científico. Este libro explica cómo podemos usar este nuevo enfoque realista y científico para extraer, con cierta confianza, conclusiones sobre la vida extraterrestre y, en particular, sobre la extraterrestre inteligente.

A menos que los alienígenas aterricen en Nueva York, ¿cómo podemos saber qué aspecto tienen? ¿Habrá que confiar en la imaginación de Hollywood y en los escritores de ciencia ficción? También podría ser que los animales extraterrestres no fuesen más extraños que un canguro que salta sobre dos patas enormes o un calamar gigante que usa la propulsión a chorro para moverse por el mar y cuya piel brilla como el arcoíris. Si confiamos en las leyes universales de la biología, que nos unen a toda la vida en la Tierra y también a las posibles criaturas que existan en otros planetas, nos percatamos de que es probable que las razones de las adaptaciones de los animales a su entorno aquí sean las mismas de los animales en otros planetas. Los saltos y la propulsión a chorro serían formas tan razonables de moverse en muchos otros lugares además de en la Tierra.

¿Es rara la vida en el universo? Hasta la década de 1990, la presencia de planetas alrededor de otras estrellas (exoplanetas) era materia de especulación y de algunos cálculos matemáticos. No teníamos una idea sólida de cuántos planetas podría haber en la galaxia ni de cómo serían: su temperatura y su gravedad, la atmósfera que los envolvería y los compuestos químicos en ellos presentes. Cuando la tecnología alcanzó un nivel que permitió detectar planetas alrededor de otras estrellas, el entusiasmo empezó a aumentar. Tal vez fuese posible detectar exoplanetas que pudieran albergar vida extraterrestre.

Los primeros datos fueron decepcionantes. Los escasos exoplanetas que se descubrieron eran grandes, con temperaturas demasiado elevadas y gaseosos; no muy compatibles con la vida, sea o no tal como la conocemos. Pero menos de veinte años después de descubrirse el primer exoplaneta, se produjo un importante avance. Se lanzó el telescopio espacial Kepler para que buscase posibles planetas alrededor de las estrellas de una minúscula región del firmamento. Seis semanas después de que dicho telescopio iniciara sus operaciones, se descubrieron cinco nuevos exoplanetas. Y cuando Kepler dejó de operar en 2018, había hallado la increíble cifra de 2.662 planetas alrededor de las estrellas de aquel pequeño rincón del firmamento: un área que podríamos tapar con el puño y extendiendo el brazo.

Las implicaciones son asombrosas. Hay en la galaxia muchos más planetas de lo que pensábamos, y ahora, con mejores métodos de medición, sabemos más sobre cómo son. Hemos encontrado un abanico completísimo de condiciones galácticas, desde planetas gaseosos y calientes del tamaño de Júpiter hasta otros que se asemejan notablemente a la Tierra.[1] El universo está ahora mucho más habitado de lo que parecía estarlo en 2009, y es probable que a nuestros nietos les cueste creer que una vez dijéramos que los planetas similares a la Tierra eran raros. Ya no tenemos ninguna excusa para decir que el universo carece de posibles hogares para la vida extraterrestre.

Ahora comprendemos mejor las condiciones ambientales que probablemente se den en otros lugares del universo, y es cada vez más frecuente que podamos medirlas directamente. Los nuevos instrumentos que se están desarrollando podrán detectar los compuestos químicos presentes en la atmósfera de un planeta analizando los cambios que experimenta la luz proveniente de la estrella en torno a la que orbita cuando atraviesa su atmósfera. Buscaremos oxígeno, por supuesto, pero también complejos químicos que puedan ser indicio de alguna actividad industrial. Irónicamente, la contaminación es una señal de inteligencia cósmica.

De algún modo, la vida surgió al menos una vez en el universo. Nosotros somos la prueba de ello, pero no sabemos cómo sucedió. Hay muchas teorías sobre los mecanismos por los cuales la vida pudo haber surgido en la Tierra. Lo más probable es que los compuestos químicos básicos necesarios se formaran al azar, y luego, por un golpe de suerte, se combinaran en un tipo especial de molécula capaz de hacer copias de sí misma. En general, una serie bastante improbable de circunstancias. ¿Significa esto que la vida en otros planetas surgió de la misma manera? No, en absoluto. No sabemos si los procesos más relevantes que suponemos tuvieron lugar en la Tierra acontecieron o no en otros planetas. Los organismos extraterrestres pueden estar basados en la química del carbono, como aquí, o en una completamente diferente de la nuestra.

Los principios de la química se conocen muy bien, y muchas de estas ideas pueden ponerse a prueba en el laboratorio, lo cual nos permitirá saber qué compuestos químicos serían estables y cuáles no. Creemos que los complejos químicos presentes en nuestro cuerpo son muy buenos ingredientes para algo que esté «vivo». Pero, fuera de nuestras ideas más básicas acerca de la bioquímica extraterrestre, solo encontramos una espesa niebla. No tenemos ejemplares de plantas o animales extraterrestres que podamos examinar; ni siquiera una idea de si los términos «plantas» y «animales» tendrían algún sentido en otro planeta. A pesar del optimismo de la NASA, convencida de que descubriremos signos de vida extraterrestre, las inmensas distancias entre estrellas exigirían de nosotros un gigantesco salto tecnológico para poder visitar planetas fuera de nuestro sistema solar. Podremos mezclar los más extraños compuestos químicos en el laboratorio, pero observar con prismáticos aves extraterrestres es una posibilidad mucho más improbable.

Un problema para entender la naturaleza de los alienígenas es que nuestro punto de partida para una comparación es solo un tipo de vida: la de la Tierra. ¿Hasta qué punto podemos usar el único ejemplo de que disponemos para sacar conclusiones sobre otros planetas? Hay quienes afirman que la especulación sobre la naturaleza de la vida extraterrestre es inútil; que nuestra imaginación está demasiado ligada a nuestra propia experiencia como pa

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