El árbol muy muy lejano 2 - El Árbol Mágico

Enid Blyton

Fragmento

arbol-3

1

Rick viene a pasar una temporada

Había una vez tres niños llamados Joe, Beth y Frannie. Vivían con su madre y su padre en una casita en mitad del campo. Tenían que ayudarlos tanto en la casa como en el huerto, porque había muchísimas cosas que hacer.

Un día, la madre de los muchachos recibió una carta. No le llegaba correo muy a menudo, así que los niños se preguntaron a qué se debería.

—¡Escuchad! —les dijo la mujer—. Se trata de algo muy emocionante para vosotros. ¡Vuestro primo Rick va a venir a pasar una temporada con nosotros!

—¡Vaya! —exclamaron los tres encantados.

Rick tenía más o menos la misma edad que Joe. Era un niño alegre y bastante travieso, así que tenerlo unos días con ellos sería divertidísimo.

—Puede dormir conmigo en mi cuarto —propuso Joe—. Caray, mamá, qué bien. ¿Y sabes exactamente cuándo llega?

—Mañana —contestó la mujer—. Puedes montar una cama para él, y tendrás que dejar espacio para sus cosas. Va a quedarse una temporada larga, porque su madre está enferma y no puede ocuparse de él.

Los tres niños salieron volando escalera arriba para preparar la habitación de Joe y que Rick también pudiera dormir allí.

—¿Qué dirá Rick cuando le contemos lo del Bosque Encantado? —preguntó Joe.

—¿Y qué pensará cuando le presentemos a nuestros amigos de allí, a Seditas, al viejo Cara de Luna, al sordo y adorable señor Cazuelas y a los demás? —añadió Beth.

—¡Se llevará una gran sorpresa! —aseguró Frannie.

Lo dejaron todo a punto para su primo. Instalaron una pequeña cama plegable y le pusieron sábanas. Hicieron espacio en el armario de Joe para la ropa de Rick. Luego, miraron por la ventana, que daba a un bosque oscuro y frondoso cuyos árboles se mecían con el viento, no muy lejos de la parte baja de su jardín.

—El Bosque Encantado... —murmuró Beth—. Qué aventuras tan maravillosas hemos vivido en él. Puede que Rick también disfrute de alguna.

Su primo llegó al día siguiente. Había viajado en la camioneta de reparto de la tienda del pueblo, cargado con una pequeña bolsa de ropa. Se apeó de un salto y abrazó a su tía.

—¡Hola, tía Polly! —la saludó—. Gracias por dejar que me quede con vosotros una temporada. ¡Hola, Joe! Caramba, qué mayores se han hecho Beth y Frannie. Es fantástico estar con todos vosotros de nuevo.

Los niños lo llevaron a su habitación. Lo ayudaron a deshacer el equipaje y a ordenar bien la ropa en el armario y en la mesilla de noche. Le enseñaron la cama en la que iba a dormir.

—Supongo que esto me resultará un poco aburrido después de vivir en la ciudad —comentó Rick mientras colocaba sus cosas de aseo sobre la mesita de noche—. Parece un sitio muy tranquilo. Echaré de menos el ruido de los autobuses y los coches.

—¡No te aburrirás en absoluto! —replicó Joe—. Te lo prometo, Rick, hemos corrido más aventuras desde que estamos aquí que durante todo el tiempo que pasamos viviendo en la ciudad.

—¿Qué tipo de aventuras? —preguntó el muchacho sorprendido—. Da la impresión de que es un sitio tan apacible y soso que no se me habría ocurrido pensar que aquí pudiera vivirse ni la más mínima aventura.

Los niños guiaron a Rick hasta la ventana.

—Mira, primo —empezó Joe—, ¿ves ese bosque espeso y oscuro de allí, más allá del camino que pasa junto a la parte de abajo de nuestro jardín?

—Sí —contestó Rick—. Me parece un bosque de lo más normal, aunque las hojas de los árboles son de un verde más oscuro de lo habitual.

—Pues escucha, Rick: ¡ese es el Bosque Encantado! —anunció Beth.

El muchacho abrió los ojos de par en par. Después clavó la mirada en el bosque y, finalmente, medio riéndose dijo:

—Os estáis burlando de mí.

—No, claro que no —repuso Frannie—. Te lo decimos en serio. Se llama el Bosque Encantado y... está encantado. En él se encuentra el árbol más maravilloso del mundo.

—¿Qué tipo de árbol es? —preguntó su primo, que empezaba a entusiasmarse con todo lo que le estaban contando.

—Es un árbol realmente enorme —contestó Joe—. Su copa llega hasta las nubes y... ¡Rick, encima del árbol siempre hay algún país extraño! Se puede llegar a ellos trepando hasta la rama más alta de El árbol muy muy lejano, subiendo por una pequeña escalera de mano que atraviesa el agujero de la gran nube que siempre hay encima del árbol y... ¡listo, ya estás en algún país peculiar!

—No termino de creeros —insistió el niño—. Os lo estáis inventando todo.

—¡Rick! Te llevaremos allí y te enseñaremos las cosas de las que te estamos hablando —protestó Beth—. Es todo cierto. Hemos corrido aventuras muy emocionantes en la copa de El árbol muy muy lejano. Hemos estado en el País Oscilante y en el País de los Cumpleaños.

—Y en el País de Llévate-Lo-Que-Quieras y en el País del Muñeco de Nieve —continuó Frannie—. No puedes ni imaginarte lo emocionante que es todo.

—Y, Rick, en el tronco de El árbol muy muy lejano vive todo tipo de habitantes extraños —señaló Joe—. Tenemos muy buenos amigos allí. Algún día te llevaremos a visitarlos. Hay un hada diminuta y encantadora llamada Seditas debido a su melena de pelo dorado y sedoso.

—Y está el viejo y divertido señor Comosellame —dijo Frannie.

—¿Cuál es su verdadero nombre? —preguntó su primo sorprendido.

—Nadie lo sabe, ni siquiera él mismo —respondió Joe—. Así que todo el mundo lo llama señor Comosellame. Ah, y está el viejo señor Cazuelas. Siempre va cubierto de cazos, sartenes y cosas así, y está tan sordo que siempre lo oye todo mal.

A Rick empezaron a brillarle los ojos.

—Llevadme —les suplicó—. ¡Rápido, llevadme enseguida! Estoy impaciente por conocer a todas esas personas tan interesantes.

—No podemos ir hasta que mamá nos diga que no nos necesita en casa —explicó Beth—. Pero ya te llevaremos... ¡claro que sí!

—Y, Rick, hay un tobogán que baja por el interior del árbol desde arriba del todo hasta el suelo —le dijo Frannie—. Pertenece a Cara de Luna, que le presta cojines a la gente para que se lance por él.

—Me muero de ganas de bajar por ese tobogán —aseguró Rick, que comenzaba a sentir una terrible impaciencia—. ¿Por qué me contáis todas estas cosas si no podéis llevarme a verlas ahora mismo? ¡Esta noche seré incapaz de dormir! Madre mía, la cabeza ya me da vueltas solo de pensar en El árbol muy muy lejano, en Cara de Luna, en Seditas y en el tobogán.

—Te llevaremos en cuanto podamos —le prometió Joe—. No hay prisa. El árbol muy muy lejano siempre está allí. Nunca, jamás, sabemos qué país va a haber en la parte de arriba. A veces hay que tener mucho cuidado, porque es posible que haya un país peligroso... ¡uno del que no podamos escapar!

Desde el piso inferior les llegó una voz:

—¡Niños! ¿Pensáis quedaros ahí arriba todo el día? Supongo que eso quiere decir que

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