
ALTOS
PLATOS
PAN DE CAMPO
PASTAS CASERAS
de la abuela Rosa
PREPIZZAS DE BAU
MASA DE EMPANADAS
de la Chabe
MASA DE FAJITAS
MASAS DE TARTA
(dulce, salada e integral)
CREMA CHANTILLY
CREMA PASTELERA
MERENGUE ITALIANO
BIZCOCHUELO BÁSICO
PANQUEQUES,
los de Doña Petrona
DULCE DE LECHE
ALIOLI
HONEY MUSTARD
KÉTCHUP
BARBACOA
SALSA DE TOMATE
SALSA 4 QUESOS
PESTO
CEBOLLAS
caramelizadas
SALSA BECHAMEL
o salsa blanca
MI VINAGRETA
de aceto y miel
SALSA CÉSAR
SALSA CRIOLLA
CHIMICHURRI
ÑOQUIS RELLENOS
BBQ RIBS
con cole slaw
LOMITOS ENROLLADOS
PESCADO MEDITERRÁNEO
TORTILLA SINVERGÜENZA
GRAMAJO,
pero no
PASTEL DE
bondiola y batata
MI POLLO AL HORNO
BOEUF BOURGUIGNON
de Julia Child
LAS MILANGAS Y LAS PAPAS FRITAS DE MAMÁ
quien soy y como
surgio inutilisimas
manifiesto inutilisimas
FAJITAS de langostinos
ratatouille y mayo de lima
TARTA DE VERANO
PANQUEQUITOS
de verdura
PALTA PASTA
ENSALADAS PARA DOS
GUISO
de lentejas y verduras
SOPA DE CALABAZA
SOPA DE CEBOLLA
gratinada
RISOTTO DE HONGOS
y vino tinto
CHOCOTORTA
en vasito
MENJUNJE

PAN PARA EL PARTIDO
CHORIZOS A LA POMA
PAPA ESTRELLADA
con mollejas
LOS BUÑUELITOS DE PIZZA
de papá
DIP CON LOS MUCHACHOS
BURGA CON LOS PIBES
VOLCÁN DE DULCE
DE LECHE
TORTA DE MANZANA
BANOFFEE
CHEESECAKE
de chocolate blanco
FLAQUITA DESUBICADA
TIRAMISÚ
tramposo y argento
TORTA HELADA
EL CÍTRICO QUE QUIERAS-PIE
BOMBA EN TAZA
PALITOS DE BANANA
helados
COOKIE PIZZA
RAINBOW CAKE
TORTA OREO
TORTA PEZ
COOKIE POPS
TORTA FÁCIL DE CREMA
SÁNDWICH HELADO
con galletitas de avena
PALTA Y ZUCCHINI FRIES
DIP DE KANIKAMA
y huevo
BERENJENAS AL ESCABECHE
de Rosita
MUFFINS SALADOS
CEBOLLA CRISPY
PANCITOS EXPRÉS
CROQUETAS DE ARROZ,
las preferidas de la Mimi
GUACAMOLE A MI MANERA
POTATO SKINS
MERMELADA
de morrones
RAVIOLES FRITOS
BANANNETS
MEDIALUNITAS EXPRÉS
BOCADITOS DE COCO
GLOSARIO DE MACANAS
GRACIAS
ROLLITOS DE POLLO
y manzana
MACETITA DE SALMÓN
“PAQUETE”
DE ALBÓNDIGAS
BOCATA DE TORTILLA
TANO
VEGGIE
PARA PICNIC

No soy cocinera. Esa es la verdad que siempre me gusta contar. ¿Cómo, sin serlo, publico un libro de recetas? Bueno… ahí viene todo lo que pasó después y lo más lindo de mi historia.
Nací en una casa donde nadie era cocinero de profesión pero la comida era parte de nosotros. No era solo comer para llenarse, se disfrutaba, se planeaba, se amasaba, se invitaba a amigos y todos siempre querían venir sabiendo que mi papá y mi mamá eran grandes anfitriones.
Me robé un poquito de cada uno para formar mi propia identidad en la cocina. De mi abuela aprendí que a la masa se la trata como a un bebé. Ella llegaba a hacer silencio y a acariciarla cuando la dejaba leudar. Y aun con la heladera vacía, me daba de comer. Recuerdo ser chiquita y no entender cómo hacía. Su barrio, su carrito de las compras y su infancia en el campo eran la respuesta. Mientras yo dormía, ella se despertaba bien temprano para prepararme algo rico.
De mi mamá aprendí a sonreír al salir a hacer las compras. La acompañaba a la verdulería y a pesar de que hubiera veinte personas adelante, la atendían primero. Con el tiempo me di cuenta de que los demás clientes pasaban como si nada, mientras que a ella la saludaban por su nombre, o se quedaba charlando de los precios o le preguntaba a la cajera por sus nietos. Así conseguía sin conveniencia, pero con gran beneficio, la mejor mercadería.
Su barrio, su carrito de las compras
y su infancia en el campo eran la respuesta. Mientras yo dormía, mi abuela se despertaba bien temprano para prepararme algo rico.

De mi papá aprendí que hay unos pocos que tienen algo más en la cocina. Algo que no se aprende ni te enseñan. Un toque para terminar los platos que lo hacía único. Aunque no fuera el que pasara horas picando, se merecía cada aplauso.
De mi hermana entendí que compartiendo y aprendiendo a cocinar juntas se aprende mejor. Tenía seis años cuando fuimos por primera vez a una clase de cocina y lo disfrutamos muchísimo. Ella siguió por otro camino, pero aun así sus diferentes gustos a la hora de comer me enseñan a respetar la variedad.
Ese poquito de cada uno no me definió al momento de elegir una carrera, pero están en lo que soy, en mi sangre, y de ahí nacen mi vínculo y mi amor por la cocina.
El tiempo pasó, crecí, viajé, me fui a vivir afuera y fui mamá. Y en cada etapa, la gastronomía había seguido latente. Anotándome en cursos de cocina por el mundo, conociendo gente y sus recetas, apuntándolas en un cuaderno y replicándolas en mi casa o queriendo hacer los purés más ricos para mi bebé.
Compartiendo y aprendiendo
se aprende mejor.


Volví a mi país con una cuenta pendiente: cocinar, pero de verdad. Y a la vez me aterraba hacerlo y perder el encanto de mi querido hobby.
Un día, descartando la posibilidad de un restaurante y de varias opciones más, decidí abrir un blog. Su nombre vino como un chiste y quedó. Y con la ayuda de una gran amiga, empecé a subir las primeras recetas.
De a poco fueron dejando de leerme unos pocos amigos y familiares y se empezó a hacer conocido. Se fue sumando cada vez más gente y yo sumé cada vez más redes sociales para que pudieran leerme desde más lejos. De repente (y juro que sin darme cuenta) éramos muchos. Y a medida que crecía el número de seguidores, lo hacían las propuestas laborales.
Necesité hacer una pausa porque me sentía mal enseñando sin haber estudiado. Me sentí, honestamente y como me gusta llamarlo: una caradura. Pero mientras me cuestionaba sobre lo que estaba haciendo, no dejaba de recibir mails agradeciéndome. Mensajes que me hacían sentir algo increíble: ¡Tus recetas funcionan!, ¡Cocino gracias a vos!, ¡Me animé por primera vez!, ¡Empecé con tus recetas y hoy voy a estudiar cocina!, ¡Me puse de novio por un postre tuyo! En cada mensaje estaba la respuesta: mi debilidad era mi punto fuerte.
Los que estaban del otro lado escribiéndome eran gente común y corriente. Personas que no sabían de cocina ni sus términos. Pero querían cocinar y habían encontrado en mí a alguien que les enseñara a hacerlo de manera sencilla.
Sin darnos cuenta, formamos una comunidad donde le avisábamos al mundo gastronómico que había otra manera. Mis propios seguidores me ayudaron a entenderlo todo. Hoy sé que no soy perfección en la cocina. No soy técnica. No soy tr