Sugar daddy

Fragmento

A modo de introducción

El lunes 17 de agosto me reuní con Julián Ubiría, editor de Penguin Random House, por una idea que había tenido el fin de semana anterior. «Operación Océano, este es el tema para mi próximo libro», le escribí en un WhatsApp dos días antes. «Me encanta, es ideal para vos», me contestó. Nos reunimos ese lunes y sopesamos pros y contras. Era un tema sensible, delicado, y versaba sobre una investigación judicial que distaba mucho de llegar a su fin. Recién estaba comenzando.

Sin embargo, para esa altura ya eran 24 los imputados y las víctimas alcanzaban la decena. Parecía que todas las semanas había novedades sobre el caso: una noticia, algo oculto en el expediente, una víctima nueva, más imputados. Pero, sin embargo, la tele repetía algunos titulares y daba la impresión que había mucha más información oculta o, por lo menos, escondida en el voluminoso expediente, que no paraba de crecer.

En la reunión en Penguin, Julián me advirtió que, si acometía la misión, debía dedicarme casi full time a la investigación, en todo el tiempo libre que me dejara mi labor periodística en 970 Universal y Montevideo Portal. Debíamos tener el libro terminado para noviembre, de forma tal que se pudiese promocionar con tiempo y estuviese en librerías para diciembre, mientras el caso estuviera aún muy presente en la opinión pública. Acepté y comencé a investigar. La tarea sería titánica.

Me zambullí en el expediente (gracias a los «Garganta Profunda» que me facilitaron el acceso, reservado para terceros), accedí a horas y horas de interrogatorios en Fiscalía, leí declaraciones, leí chats entre víctimas e imputados. Y cuanto más conocía, más quería saber.

¿Era cierto que todos los imputados eran profesionales universitarios, ricos y poderosos? ¿Había algún pobre diablo metido en la misma bolsa? ¿Cuál había sido la actitud de las víctimas? ¿Fue una explotación de la que no pudieron zafar o habían colaborado involuntariamente para ello? Las adolescentes, ¿lo habían hecho por necesidad o para tener ingresos genuinos en menos tiempo? ¿Qué otras variables en sus vidas las habían convertido en personas vulnerables? ¿Qué era un sugar daddy? ¿Habían arriesgado su dignidad a cambio de los beneficios de tener un sugar daddy? ¿Cuán mezquinos podrían llegar a ser los implicados? ¿Hasta dónde va la ley y cuándo entra a tallar lo moral?

De inmediato, empecé a gestionar entrevistas: con los imputados y sus abogados, y con las fiscales que investigan el caso, claro. Pero también con el único imputado en prisión preventiva –HDS, el Paraguayo–, y con las propias víctimas. Me resultaba imposible terminar de entender la historia sin el testimonio de alguna de las víctimas. Y sabía que debía extremar mis esfuerzos por contar con la voz de Candela G, la principal víctima de la Operación Océano, el punto en común de todos los imputados. La jovencita había declarado varias veces en Fiscalía, pero nunca había aceptado concederle una entrevista a ningún periodista. Finalmente, en octubre lo conseguí. La voz de Candela cierra este libro e ilumina con su relato una historia que en el comienzo me resultó opaca.

Conté con la colaboración de dos jóvenes periodistas, Romina Betarte y Clara Bianco, cuya ayuda fue imprescindible. Sin ellas, sin su tiempo dedicado a desgrabar cada entrevista que realicé o cada audio que conseguí, sencillamente, no habría libro.

Ninguna de las víctimas es mencionada por su verdadero nombre para preservar su identidad. Tampoco mencionamos con su nombre real a la menor que apareció muerta en el Arroyo Solís Chico, a pedido expreso de su padre.

La decisión de nombrar a algunos imputados por su verdadero nombre obedece a que ellos hablaron en la prensa, sus grupos políticos los identificaron en comunicados o ellos mismos se expresaron en cartas firmando con su nombre. Al momento de enviar este libro a imprenta, un solo imputado fue condenado (y por eso mismo, también es identificado). Las otras 31 personas han sido formalizadas por Fiscalía, lo que todavía no las hace culpables. Están siendo investigados. Algunos podrán llegar a un acuerdo con Fiscalía, y la mayoría, se presume, irá a un multitudinario juicio donde se sabrá si son declarados culpables o no.

Lo que pretendí –ustedes juzgarán si lo logré– es contar los pormenores del caso, los detalles de un entuerto judicial complicado y con muchas aristas.

La Fiscalía de Delitos Sexuales en su quinto turno, liderada por Darviña Viera, cuenta con un año de investigación antes de llegar al juicio, y una vez terminado el plazo puede pedir otro año más de prórroga, si le hiciera falta. Este libro –publicado antes de la segunda gran audiencia– pretende iluminar esas zonas oscuras, valorar los matices y hurgar en algunas sensibilidades para comprender mejor de qué va la cosa.

Espero haber colaborado en algo para que ustedes puedan entender mejor la trama del caso de explotación sexual de menores más grande de la historia judicial del país.

César Bianchi

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