Más que amigas

Jennifer Quiles

Fragmento

Introducción. Tan feliz como cualquiera

Tenía diecisiete años cuando me planteé por primera vez que me gustaban las mujeres y que quizá podía ser lesbiana. Muchos pensamientos se atropellaron en mi cabeza. Corría el año 1985 y, a pesar de los avances sociales, aún no era fácil para una adolescente considerar semejante posibilidad. No tenía idea de lo que era ser homosexual. Sólo sabía que era algo tabú y que los adultos se referían a esa clase de personas con términos muy despectivos. Que yo pudiera merecer esos calificativos y ese desprecio me aterrorizó. Supe entonces que aquello debía guardarlo en secreto. Y eso fue lo peor. Creer que eres un monstruo cuando tienes diecisiete años es algo que no le deseo a nadie.

Si me lo hubieras preguntado entonces, lo habría negado, pero en aquel tiempo mis sentimientos podían resumirse en una palabra: desprecio,

• despreciaba a las lesbianas, porque no quería ser «algo tan horrible»,

• despreciaba a los gays, porque me parecían seres «espantosos»,

• despreciaba a las personas bisexuales, porque creía que eran gente viciosa,

• despreciaba a los heterosexuales, porque ellos poseían la dicha de ser «normales» y el mundo era suyo,

• despreciaba a los hombres, porque ellos tenían más ventajas que las mujeres,

• despreciaba a las mujeres (sí, eso también es posible), porque me daba rabia ser una ciudadana de segunda categoría,

me despreciaba a mí misma porque no quería ser así.

Puedes imaginarte lo feliz que podía ser en esas circunstancias, sintiendo tanto odio, tanta rabia y tanto rechazo. He necesitado dieciséis años de mi vida para darme cuenta de que, en realidad, eso de que te gusten las mujeres no es sólo cuestión de aceptarlo. No basta con decir «soy así» y punto. Influyen tantos factores y tantos prejuicios internos y externos, muchas veces inconscientes, que resulta complicado abarcarlos todos. Durante el proceso de escribir este libro, me di cuenta de que la mayoría de mis problemas habían estado relacionados con esos prejuicios. Tomar conciencia de ellos y observar cómo pueden influir en todo lo que sientes, piensas y haces supone la tarea más ardua. Pero una vez que lo descubres se produce una nueva revolución. Quizá no tan radical como la que sucede cuando por primera vez admites ante ti misma que te gustan las mujeres, pero sí más profunda y positiva, porque es el primer paso hacia una vida mejor y más feliz. Cuando ya no queda ninguna duda que resolver y has integrado por completo el hecho de que te gustan las mujeres y que eso está bien y es normal, a pesar de que la sociedad diga lo contrario, entonces ya sólo te queda vivir.

A lo largo de estos dieciséis años he tratado de crecer como cualquier otra persona, pero siempre acosada por dudas y preguntas que nadie podía aclarar. Desde el principio, mi inquietud me llevó a buscar respuestas. Sin embargo, la sociedad en la que vivía no las tenía o, al menos, no se encontraban con facilidad. La información me llegó en cuentagotas y tuve que buscarla hasta debajo de las piedras. Muchas veces he valorado de forma negativa mi carácter inconformista e insatisfecho, pero ha sido ese mismo carácter el que me ha llevado a perseguir un sueño: entender y aceptar lo que soy en una sociedad que no lo entiende ni lo acepta ¡todavía! Este libro es el resultado de esa búsqueda y ojalá te ahorre a ti todo ese tiempo que podría haber aprovechado en otras cosas.

Puede que te sientas confusa o desdichada porque no tienes claro lo que eres o temes reconocerlo. Quizá tienes dudas sobre lo que te pasa. Es lógico, en el colegio no tuviste una asignatura de orientación sexual o algo como «Lesbianas, bisexuales, heterosexuales, todas somos hijas de Dios» y, por supuesto, tus padres nunca te hablaron de eso.

Tal vez tienes claros tus sentimientos, pero careces de respuesta para todas las preguntas que se te plantean y estás cansada de llevar doble vida, * sientes mucha rabia por lo «injusta que es la sociedad» y te preocupa cómo se tomarán tus seres queridos el hecho de que tengas una relación con una mujer.

Quizás eres lesbiana desde hace mucho tiempo y sólo has abierto este libro por curiosidad, para ver qué dice de eso que ya crees tener superado. Pero déjame que te haga algunas preguntas. ¿Cómo es tu relación con los hombres? ¿Tienes amistades heterosexuales? ¿Te lo pasas bien con ellas o a veces te sientes un poco «bicho raro» y no acabáis de conectar? ¿Crees que sus vidas son más monótonas que la tuya? ¿Y qué pasa con tus padres y el resto de tu familia? ¿Todos saben lo tuyo? ¿Y en tu trabajo? ¿Qué opinión te merecen el mundo gay y lésbico? ¿Te implicas en la lucha por defender tus derechos o crees que eso sólo es para radicales feministas que quieren llamar la atención? ¿Y qué opinas de las mujeres bisexuales? ¿Confías en ellas o procuras mantenerte lo más lejos posible? ¿Y de los gays?

Y si eres bisexual, ¿cómo es tu vida? ¿Tienes claro lo que significa serlo o crees que sólo es una manera de justificar que puedes salir con un hombre y una mujer a la vez? ¿Tus amigos saben que lo eres? ¿Qué piensas de las lesbianas? ¿Te parecen mujeres poco femeninas? ¿Te relacionas con ellas? ¿Luchas por tus derechos o crees que posees los mismos que cualquier ciudadano heterosexual? ¿Te gustan las mujeres pero prefieres salir con hombres para evitarte problemas? ¿Tal vez estás casada y tu marido ignora tus aventuras con otras mujeres? ¿Estás harta de que la gente asocie ser bisexual con ser promiscua?

En resumen, quizás en estos momentos estás cuestionándote si eres o no lesbiana, si eres bisexual, qué eres en definitiva. O tal vez lo tienes claro, pero aún te sientes incómoda con ese aspecto de tu sexualidad. En cualquier caso, antes de abordar esa pregunta, ¿no crees que tener información fiable y exacta sobre la homosexualidad y la bisexualidad te ayudará a ver las cosas de otra manera?

A lo largo de la historia, las relaciones entre personas del mismo sexo han sido condenadas y ocultadas de forma que la heterosexualidad se ha convertido en lo único aceptado y permitido. Esta ideología heterosexista en la que se fundamenta nuestra sociedad contribuye a que pervivan los prejuicios contra las personas que no se amoldan a la norma mayoritaria. De nada sirve que las relaciones entre personas del mismo sexo existan desde los orígenes de la humanidad y que las investigaciones de los últimos treinta años hayan probado que las diversas orientaciones sexuales son igual de sanas y naturales en el ser humano. Ese conocimiento no ha calado aún en la

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