Iluminación

Deepak Chopra

Fragmento

Una nueva manera de jugar

Una nueva manera de jugar

Iluminación es la historia de Adam, un hombre común, que empieza con una espantosa vuelta de golf y termina dominando el juego como nunca lo había soñado. Esto sucede gracias a una extraordinaria y misteriosa maestra, una joven llamada Wendy, quien le enseña a Adam cosas que al principio parecen fantásticas y místicas, pero que con el tiempo demuestran contener una gran sabiduría práctica.

Yo no jugaba golf cuando concebí este libro. Para mí, este juego era sólo una imagen pescada con el rabillo del ojo en los televisores de los aeropuertos. Un día, en un prolongado vuelo de Atlanta a California, me senté junto a un hombre que leía absorto una revista de golf. De cuando en cuando, llamaba a Dallas por teléfono para preguntar ansiosamente por los tiempos de los hoyos.

—A usted le encanta el golf, ¿verdad? —le comenté. Él me lanzó una sonrisa torcida.

—Creo que casi lo odio —contestó—. Estoy obsesionado con él. ¿Sabe una cosa? Siempre salgo del campo hecho una furia. Mis puntuaciones no me satisfacen y nadie puede conversar conmigo sin escuchar una retahíla de lamentos. Nunca me he visto envuelto en algo peor.

En ese momento se plantó la semilla de este libro, cuando un extraño mostró su relación de amor-odio con el juego. Si el golf no proporciona alegría y satisfacción, pensé, es que algo se ha perdido; quizá ese algo pueda recuperarse. El siguiente paso ocurrió cuando conocí por primera vez a una jugadora profesional de golf. Ella acudió al Centro Chopra de San Diego para tratar la migraña que había sufrido toda su vida.

—Estuve destinada al golf desde que nací —me comentó—. O tal vez desde antes. Creo que recibí mis primeras lecciones en el vientre, pues mi madre solía ver mucho golf en la televisión. Eso funcionó: tuve talento y me hice hábil. Pero desde que tengo memoria me han martirizado estos dolores de cabeza.

Decidí conocer más este juego mientras me concentraba en curar su migraña, pues ambas situaciones habían estado relacionadas casi desde el principio. Hablamos del aspecto espiritual del juego. El golf siempre ha tenido sus misterios, pero rara vez han sido tratados desde una perspectiva espiritual. Después de curarse de los dolores de cabeza con un curso de tratamientos psicosomáticos, la jugadora estuvo de acuerdo en que el golf podía abordarse de una nueva manera. Entonces hicimos un trato: Ella iniciaría un programa para enseñar golf como parte de las actividades del Centro Chopra (el cual se convirtió en el curso nuevo más exitoso de nuestra historia), y yo intentaría determinar con exactitud qué hace del golf una experiencia espiritual y exploraría cómo ese juego puede darnos lecciones para la vida cotidiana. Éste es el objetivo del libro.

¿Por qué existimos? No estamos aquí para buscar felicidad, que es fugaz, ni logros externos, que siempre pueden ser superados. Estamos aquí para fortalecer al Ser. El Ser es la fuente de nuestra realidad personal. Todas las percepciones regresan a él; todas las emociones regresan a él; todas las ideas regresan a él. El triunfo o el fracaso en el golf dependen de estos tres elementos.

Primero, la percepción. El golf empieza y acaba con la observación de la pelota. Todas las sensaciones que fluyen en nuestro cuerpo, por minúsculas que sean —una brizna de hierba en el área de putting—, afectan la dirección que tomará la pelota. Cuando la percepción es clara y concentrada, pareciera que la bola se dirige a sí misma directamente hacia el hoyo con la fuerza de lo inevitable. Es imposible dominar el golf sin una percepción totalmente clara.

Despúes, las emociones. En los torneos de los domingos hay un ganador porque, aunque los jugadores de golf poseen habilidades similares, sus emociones determinan el resultado. El miedo y la ansiedad se amplifican en este juego; la más mínima tensión en un grupo muscular importante puede afectar drásticamente el swing. Es imposible dominar el golf si no confrontamos las propias emociones.

Por último, las ideas. El golf requiere creatividad porque no hay dos vueltas idénticas. Cada posición constituye un reto, y la mente tiene muchas cosas que valorar cada vez que el jugador alza la vista de la pelota para considerar el viento, la temperatura, la humedad, la distancia al hoyo y el terreno. Si el pensamiento es rígido, es imposible dominar el juego.

La profesional que acudió al centro me tomó como alumno (no es casual que se llame Wendy, al igual que la maestra de este libro). Como de niño me apasionaba el cricket, no me fue difícil aprender las bases del swing. Mi maestra me felicitó por no tener malos hábitos. Algunos de mis primeros tiros salían disparados sin ton ni son; otros aterrizaban sorprendentemente cerca del hoyo. También me sorprendía la fuente de emociones que hacía erupción en algún lugar oculto de mi ser. Cuando atinaba un largo putt, me ponía frenético; cuando Wendy sonreía discretamente después de que yo erraba un tiro, me sonrojaba. Cualquier argumento de que era «sólo un juego» se desmoronaba como un débil malecón ante un huracán.

Me di cuenta de que ésta es una actividad que no se puede evadir ni tomar a la ligera: Atrapa, seduce, ofrece una recompensa inmediata y luego la arrebata. En un mundo justo, habría un anuncio en cada punto de salida: «NO ALIMENTE NI MOLESTE AL JUEGO. MUERDE».

Pero el Ser puede convertirse en nuestro aliado para domar este juego. Me apresuro a decir que no es necesario tener inclinaciones metafísicas para leer este libro; sus siete lecciones, breves y concisas, están dirigidas a todo jugador de golf que haya dedicado largas horas a mejorar su juego. El golf es una industria millonaria que se concentra exclusivamente en la esperanza. Los resultados de todos estos esfuerzos y gastos no siempre son positivos. El swing «perfecto» o modélico siempre es evasivo porque una perspectiva mecánica, basada únicamente en la técnica, tiene limitaciones intrínsecas. Al repasar constantemente los elementos del swing «perfecto» se obtiene cierto grado de objetividad, pero se pierde al Ser. Como el Ser es fundamental para jugar al golf, yo propongo un enfoque centrado en él.

Usted puede dominar este juego

En la fábula que se encuentra en la primera parte de cada capítulo, Wendy enseña a Adam cada vez que va a clase cómo encontrarse a sí mismo.

—¿Cuánto tiempo necesitaremos para convertirme en un maestro del juego? —pregunta él con escepticismo.

—No vamos a necesitar tiempo —contesta ella—. Lo vamos a hacer ahora.

El ahora es el único tiempo que existe en el golf. El swing siempre se da en el presente; cuando recorremos el fairway para pegarle a la pelota otra vez, de nuevo estamos en el presente. La iluminación no es otra cosa que el dominio de ese misterioso lugar llamado «ahora», en donde la intención y la atención se funden. Wendy le enseña a Adam cómo dominar el momento, que está en constante renovación, y con ello le enseña a dominar el juego de la

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