Curación
Vana es la palabra de un filósofo que no cura ningún
sufrimiento del hombre. Pues tal como ningún provecho
se saca de la medicina que no expulsa las enfermedades
del cuerpo, ningún provecho se saca, tampoco, de la
filosofía que no expulsa el sufrimiento de la mente.
EPICURO
Florecimiento
Habiendo comprendido las enfermedades de la vida
humana, el filósofo digno de llamarse así —igual que el
médico digno de llamarse médico— procederá a intentar
curarlas. El objetivo último de toda la investigación
médica es curar. Asimismo, el objetivo último de la
filosofía es el florecimiento del hombre.
MARTHA NUSSBAUM
Logro
En las inconmensurables extensiones del tiempo,
vemos cómo la vida avanza y asciende desde su origen
hasta el hombre, y no podemos negar que a la
humanidad todavía le aguardan infinitas posibilidades
de perfeccionarse.
THOMAS MANN
Emancipación
La vida está llena de un potencial verdaderamente
insondable [...] en la mayoría de casos, lo que llamamos
limitaciones no son más que la decisión de imponernos
limitaciones a nosotros mismos.
IKEDA DAISAKU
Despertar
Lo que dejamos atrás y lo que nos aguarda delante
son asuntos sin importancia comparados
con lo que llevamos dentro.
RALPH WALDO EMERSON
Resolución
La filosofía se recupera a sí misma cuando deja de
ser un dispositivo para resolver los problemas
de los filósofos y se convierte en un método,
cultivado por los filósofos, para resolver
los problemas de los hombres.
JOHN DEWEY
Purificación
Todos los fenómenos de la existencia tienen
a la mente como precursora, como dirigente supremo,
y están hechos de esa misma mente.
Si uno habla o actúa con una mente pura, la felicidad
le seguirá como una sombra y nunca le abandonará.
BUDA
Ser
No tengas miedo de la vida.
Cree en que la vida merece la pena
ser vivida y esa creencia te ayudará a que así sea.
WILLIAM JAMES
Agradecimientos
Muchos amigos, colegas y socios —así como unos cuantos miembros de mi familia— me han ayudado a concebir, gestar y dar a luz este libro. Aunque resulta imposible dar las gracias a todos citando su nombre, me gustaría mencionar a unos pocos.
Gracias a mi madre, Rosaline Tafler, la estoica de nuestra familia, por su consejo y ánimo; y a tres jóvenes Marinoff —Sarah, James y Julian— por ser ellos mismos.
Gracias a los buenos amigos que me han aguantado durante más de treinta años, entre los que se cuentan Bernard de los Cobos, Moshe Denburg, Michael Godfrey, Keith MacLellan y Mark Seal, por su consejo y apoyo.
Gracias a Tim Duggan, Kristin Ventry y otros profesionales de HarperCollins USA por haber hecho llegar Más Platón y menos Prozac a los lectores de todo el mundo, allanando el camino para este libro.
Gracias a muchos amigos y colegas de la American Philosophical Practitioners Association, entre ellos Richard Dance, Wilfried ver Eecke, Vaughana Feary, Pierre Grimes, Michael Grosso, George Hole, Chris Johns, J. Michael Russell, Paul Sharkey y Michelle Walsh, entre otros, por su consejo, lealtad y amistad. Quiero expresar mi agradecimiento a los colegas y amigos europeos, en especial a Ida Jongsma, Anders Lindseth, Antti Mattilla y Henrik Nyback, por su colaboración desde el extranjero.
Gracias a muchos otros amigos dedicados al asesoramiento filosófico, entre ellos Julian Baggini, Paul Bennet, Paul del Duca, Pat y Robert Dilenschneider, Jennifer Farrell, David Feldman, Christina Garidis, Thor Henrikson, Merle Hoffman, Sebastiaan Jansen, Robert Kennedy, Tova Krentzman, Katie Layman, Andrew Light, Liv Marinoff, Tan Chin Nam, Len Oakes, Ron Perowne, Christian Perring, Tanis Salant, Allen Sessoms, Liz Sheean, Jeremy Stangroom, Jennifer Stark, Rose y Arthur Sturcke, y Masao Yokota, entre otros, por sus consejos y apoyo.
Gracias a la princesa Jeet Khemka por su perspicacia, al presidente de Soka Gakkai Ikeda Daisaku por su apreciación y a Paulo Coelho y Elie Wiesel por su inspiración.
Gracias a los acérrimos defensores de los derechos civiles en la educación superior estadounidense, entre ellos Steven Hudspeth, David Koepsell, Alan Kors y Divid Seidemann, por recordarme que incluso los filósofos están amparados por la Constitución.
Gracias al City College of New York por concederme un año sabático sin obligaciones docentes.
Gracias a Kathleen y Andrew Lawrence, por prestarme su encantadora morada en Walton Lake, donde escribí la mayor parte de este libro. Su acogedora casa sigue siendo visitada con frecuencia por el espíritu de su constructor, el difunto George M. Cohan, cuyos recuerdos hago llegar a Broadway de su parte.
Gracias a los consejeros que me han permitido citar casos suyos: Vaughana Feary, Anders Holt, Alex Howard, Ida Jongsma, Kenneth Kipnis, Christopher McCullough, Martha Nussbaum y Emmy van Deurzen. Gracias también a los consejeros que presentaron casos que finalmente no pudimos incluir por las razones habituales.
Gracias a los numerosos clientes del asesoramiento filosófico —individuos, grupos y organizaciones— de quienes aprendemos más de lo que ellos mismos se figuran acerca de las aplicaciones de la filosofía, mientras buscamos el modo de aplicarla a sus casos. Aunque los nombres, ocupaciones y demás detalles de los clientes cuyos casos se refieren aquí se han cambiado para proteger su anonimato, las situaciones son reales, así como los beneficios sacados de la filosofía.
Finalmente, gracias a