Lo que el dinero no puede comprar

Michael J. Sandel

Fragmento

Introducción: mercados y moralidad

Hay algunas cosas que el dinero no puede comprar, pero en nuestros días no son muchas. Hoy casi todo se pone en venta. He aquí unos pocos ejemplos:

Una celda más cómoda dentro de una prisión: 82 dólares por noche. En Santa Ana, California, y en otras ciudades, los delincuentes no violentos pueden pagar por un espacio mejor: una celda limpia, tranquila y alejada de las de los presos que no pueden pagarla.1

Acceso al carril especial si se conduce solo: 8 dólares en hora punta. Mineápolis y otras ciudades intentan poner solución a las retenciones de tráfico ofreciendo a los conductores que viajan solos pagar por conducir por estos carriles despejados con tarifas que varían según la densidad del tráfico.2

Vientres de alquiler de mujeres indias: 6.250 dólares. Cada vez más parejas occidentales recurren a madres de alquiler que se ofrecen en la India, donde esta práctica es legal y el precio menor de un tercio del que se paga en Estados Unidos.3

Derecho a emigrar a Estados Unidos: 500.000 dólares. Los extranjeros que inviertan 500.000 dólares y creen como mínimo diez puestos de trabajo en una zona de elevado desempleo reciben una tarjeta verde que los hace titulares de un permiso de residencia permanente.4

Derecho a cazar un rinoceronte negro en peligro de extinción: 150.000 dólares. Sudáfrica ha empezado a conceder a algunos hacendados permisos para vender a cazadores el derecho a matar un número limitado de rinocerontes con el fin de que los hacendados tengan un incentivo para mantener y proteger la especie amenazada.5

El número de teléfono móvil de su médico: 1.500 o más dólares al año. Un número creciente de médicos personales ofrecen su número de teléfono móvil y citas en el mismo día a pacientes dispuestos a pagar sumas anuales que van de 1.500 a 25.000 dólares.6

Derecho a emitir a la atmósfera una tonelada de dióxido de carbono: 13 euros. En la Unión Europea funciona un mercado de emisiones de carbono que permite a las compañías comprar y vender el derecho a contaminar el aire.7

Admisión de su hijo en una universidad prestigiosa. Aunque no se indica el importe, funcionarios de algunas prestigiosas universidades contaron a The Wall Street Journal que aceptan a estudiantes no muy brillantes cuyos padres sean personas adineradas y estén dispuestos a hacer sustanciales contribuciones económicas.8

No todo el mundo puede permitirse comprar estas cosas. Pero hoy existen múltiples maneras nuevas de hacer dinero. Si usted necesita ganar dinero extra, se le ofrecen algunas posibilidades innovadoras:

Alquilar un espacio de su frente (o de otra parte de su cuerpo) para exhibir publicidad comercial: 777 dólares. Air New Zealand contrató a treinta personas que debían rasurar sus cabezas y llevar tatuajes temporales con este eslogan: «¿Buscando una oportunidad? Ponga rumbo a Nueva Zelanda».9

Hacer de cobaya humana con el fin de probar la seguridad de una nueva sustancia para una compañía farmacéutica: 7.500 dólares. Se puede cobrar más o menos, dependiendo de lo invasivo que pueda ser el procedimiento para probar el efecto de la sustancia y del malestar que pueda ocasionar.10

Combatir en Somalia o en Afganistán para una compañía militar privada: de 250 dólares al mes a 1.000 dólares al día. El pago varía según la cualificación, la experiencia y la nacionalidad.11

Hacer cola toda una noche ante el Congreso de Estados Unidos para guardar el sitio a un miembro de un lobby que desea asistir a una sesión del Congreso: 15-20 dólares la hora. Este paga a una empresa dedicada a este menester que alquila a personas sin hogar o en otras situaciones para estar en la cola.12

Si estás en segundo grado en un colegio de bajo rendimiento escolar, lee un libro: 2 dólares. Para animar a la lectura, los colegios pagan a los niños por cada libro leído.13

• Si usted es obeso, pierda seis kilos en cuatro meses: 378 dólares. Compañías y seguros médicos ofrecen incentivos económicos para perder peso y adoptar hábitos saludables.14

Compre el seguro de vida de una persona enferma o anciana, pague las primas anuales mientras esté viva y luego obtenga los beneficios del seguro cuando fallezca: potencialmente millones (dependiendo de la póliza). Esta forma de apostar sobre vidas de extraños se ha convertido en una industria que mueve 30.000 millones. Cuanto antes muera el extraño, mejor para el inversor.15

Vivimos en una época en que casi todo puede comprarse o venderse. A lo largo de las últimas tres décadas, los mercados, y los mercados de valores, han llegado a gobernar nuestras vidas como nunca antes lo habían hecho. Y esta situación no es algo que hayamos elegido deliberadamente. Es algo que casi se nos ha echado encima.

Cuando terminó la guerra fría, los mercados y el pensamiento mercantil gozaba de un prestigio sin igual. Ningún otro mecanismo para organizar la producción y distribución de bienes había demostrado tanta eficacia en generar bienestar y prosperidad. Pero desde que un número creciente de países de todo el mundo ha aceptado los mecanismos del mercado en el funcionamiento de sus economías, algo ha venido sucediendo. Los valores del mercado empezaron entonces a desempeñar un papel cada vez mayor en la vida social. Y la economía fue convirtiéndose en un dominio de dimensiones imperiales. En la actualidad, la lógica del comprar y vender no se aplica solo a los bienes materiales, sino que gobierna cada vez más otros aspectos de la vida. Es hora de preguntarse si queremos vivir de esta manera.

LA ERA DEL TRIUNFALISMO DEL MERCADO

Los años que condujeron a la crisis financiera de 2008 fueron los de un vertiginoso período de fe en el mercado y de desregulación. La era comenzó a principios de la década de 1980, cuando Ronald Reagan y Margaret Thatcher proclamaron su convicción de que los mercados, no los gobiernos, tenían la llave de la prosperidad y la libertad. Y continuó en la década de 1990 con el liberalismo favorable a los mercados de Bill Clinton y Tony Blair, que moderaron, pero consolidaron, la fe en los mercados como medio fundamental para lograr el bien común.

Ahora, esta fe suscita dudas. La era del triunfalismo del mercado ha tocado a su fin. La crisis financiera hizo más que poner en duda la capacidad de los mercados para repartir el riesgo de manera razonable. También extendió la sensación de que los mercados se han alejado de la moral y de que necesitamos algún modo de recuperarla. Pero lo que esto signifique, o el modo en que debamos hacerlo, no es algo obvio.

Hay quien dice que la falta de moral en el

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