Primero cayó el sah Reza Pahleví. Después, los derechos civiles. La Revolución iraní comenzó como un movimiento de resistencia civil contra un sátrapa que manejaba el país a su antojo con la connivencia del Reino Unido y de los Estados Unidos. Al pueblo se le unieron grupos seculares y religiosos dispuestos a aprovechar el caos para subirse al trono. Las manifestaciones en contra del sah comenzaron en 1977 y se intensificaron en enero de 1978, año en el que las huelgas y protestas paralizaron el país. Como consecuencia, Reza Pahleví se exilió en enero de 1979 y nombró un gobierno de excepción, el cual colapsó poco después. Fue entonces cuando tomó el mando el líder de la oposición, el ayatolá Jomeini, quien reemplazó una monarquía autoritaria por la república islámica teocrática, represora y anti occidental que aún hoy rige el país. Las siguientes líneas, extraídas de «El jardín del fin. Un viaje por el Irán de ayer y hoy» (Debate, 2011), libro de Ángela Rodicio, son una cronología detallada de la caída del último monarca persa y del auge del régimen tiránico cuyas políticas represivas -sobre todo en contra de las mujeres- vuelven a estar bajo el foco de la actualidad: el 14 de septiembre, la joven iraní Mahsa Amini fue arrestada y torturada por no usar su hiyab correctamente por la Policía de la Moral del Gobierno iraní. Dos días después, Amini murió a causa de los golpes recibidos. Su muerte prendió la mecha de una ola de protestas tanto locales como internacionales que están sacudiendo los cimientos de un régimen que está gestionando la crisis como (casi) siempre lo ha hecho: con violencia.