El caso Roslik

Fragmento

Prólogo

El libro que el lector tiene en sus manos es una importante contribución que José A. Santín Meléndrez hace al estudio de la historia reciente del país.

Este prólogo será meramente descriptivo, pues se me pide opinión sobre un tiempo en el que, obviamente, participé.

Los cuatro meses que van desde principios de abril de 1984 hasta el 3 de agosto del mismo año (Pacto del Club Naval) fueron absolutamente determinantes, a mi juicio, para el proceso histórico uruguayo. Incluso puede iniciarse su consideración desde el 19 de marzo de 1984, con la liberación del general Seregni. Antes de un mes de ese hecho matarían a Roslik.

Un cuatrimestre decisivo, sí. Allí se resolverá el fin de la dictadura, nada más y nada menos, después de estruendosos fracasos de negociaciones anteriores. Sin embargo, parece que ese cuatrimestre no está suficientemente estudiado ni por la academia ni por el periodismo. Este papel lo empieza a cumplir esta obra de Santín.

Fue el cuatrimestre tirante que parió la actual democracia nacional. Estuvo lleno de tensiones, amenazas, violencia, muerte, censura de prensa, bombas, ediciones de prensa confiscadas, propuestas militares, negativas civiles, pujos antes del parto. De esas tensiones resultaría, sin embargo, el entendimiento que dio lugar a las elecciones que se realizaron unos meses después. Tensiones muy fuertes, eso sí.

Este libro revela los entretelones del asesinato de Vladimir Roslik y el desafío periodístico subsiguiente. Fue, tal vez, el episodio central de ese cuatrimestre.

Se aportan en esta obra datos hasta ahora desconocidos, como el papel del doctor Burgel —presente en nombre de la viuda en la autopsia verdadera—, diciéndole por señas a unos jóvenes de 23 años —el redactor responsable y el secretario de redacción de Jaque— que Roslik había sido asesinado. Así empieza la investigación que revelará el Caso Roslik. Había luego que demostrarlo. Por otro lado, el libro da cuenta del papel que tuvo el doctor Mautone dándole a Jaque, en las manos de Manuel Flores Mora, las autopsias secretas. Así termina cuatro semanas después el Caso Roslik, pues la información divulgada determina la prisión de los responsables.

También este trabajo deja en claro el convencimiento del doctor Julio María Sanguinetti —que en ese momento dialogaba con los militares para la salida— de que el Caso Roslik fue un montaje contra el general Hugo Medina y contra la salida democrática. Roslik había sido detenido en jurisdicción de la región militar comandada por Medina, aunque la operación se organizara desde Montevideo. Si el general Medina hubiera pagado el precio de la muerte de Roslik, y hubiera sido relevado de su papel como negociador a nombre de las Fuerzas Armadas, seguramente la historia hubiese sido diferente y más grave y tardía para los uruguayos. Era imperioso, pues, resolver el caso. Por razón democrática.

Se refieren en este libro, igualmente, las amenazas de muerte proferidas al juez militar, coronel Carmelo Betancourt, por otros militares de línea dura y de alto rango, para lograr que el caso Roslik no se aclarara. El juez fue tironeado desde ambas tendencias de la interna militar.

Se explica aquí, asimismo, el mecanismo por el que se validó la segunda autopsia a través de un dictamen de catedráticos.

Se relatan, además, las presiones militares que recibí entonces como director de Jaque para que desistiera de seguir informando del caso.

Y otros muchos detalles que el lector verá. Se trata, pues, en este trabajo, de aclarar toda la verdad sobre el episodio central de esos meses en que se labró el fin de la dictadura.

El Caso Roslik demostró algo más importante que dejar en claro que las Fuerzas Armadas violaban sistemáticamente los derechos humanos, como antes había hecho la guerrilla, y luego falseaban impunemente la verdad sobre los hechos. Llevaban casi once años faltando a la verdad. El episodio, en realidad, deslegitimó definitivamente al gobierno autoritario ante alguna opinión pública que todavía lo sostenía. Y ante el mundo.

El Caso Roslik sentó así más débiles a los militares en la mesa de negociaciones a la hora de tratar nada menos que el asunto de la libertad.

El número de Jaque del 6 de abril de ese año ya ponía en tapa el lema de la hora: «Intransigencia, concertación, movilización». Así le planteaba la oposición al autoritarismo la batalla final. En las semanas siguientes pasaría de todo. De un lado y del otro se pondría toda la carne en el asador.

En esas semanas el régimen clausuraría definitivamente un diario, Cinco Días, y dos semanarios, Convicción y Somos Idea. Clausuraría temporalmente a La Prensa de Salto y al semanario Búsqueda. Se amonestaría a Canal 4 y se clausuraría por tres días a Canal 10. Se procesaría al director de Tribuna Salteña. Se incautaría por parte de los militares una edición del semanario nacionalista La Democracia, razón por la cual no sería distribuido. Una operación de inteligencia terminaría asesinando al doctor Roslik, decíamos. El actor del principal programa de humor del país, Enrique Almada, sería amenazado de muerte. Un florista sería secuestrado en la Plaza Cagancha —y maltratado— por efectivos militares que distribuían panfletos desdorosos para el general Seregni, hacía poco liberado; la investigación demostró la complicidad de la Policía en el secuestro. Varias poderosas bombas y disparos de grueso calibre atentarían contra la casa del director del diario cerrado Cinco Días, así como también en varios pequeños comercios que anunciaban publicitariamente en ese medio de comunicación. El redactor responsable del semanario Jaque sería citado por la Justicia Militar.

Resultaba evidente que existían dos tendencias internas en las Fuerzas Armadas, al respecto de la salida democrática, y estaban en pugna. Los comandantes en jefe entregan empero a los partidos políticos el 8 de mayo una propuesta de acuerdo que era inviable, aunque contenía concesiones importantes frente a posiciones anteriores de las Fuerzas Armadas. Al mismo tiempo, el general Sequeira anuncia que si no hay acuerdo no habrá salida democrática.

Del lado civil también había acción. El Comité Ejecutivo Nacional del Partido Colorado reclamó, en esas semanas, la revisión y corrección del abuso que se hacía con los llamados «rehenes» tupamaros. El directorio del Partido Nacional hizo lo mismo. Wilson Ferreira Aldunate anunció su retorno al país en pocas semanas y así lo hizo el 16 de junio. La doctora Adela Reta, asesora del CEN colorado en derechos humanos, informó la incorporación al programa del partido de una amnistía inmediata a los presos políticos, propuesta que tiempo antes había realizado la Corriente Batllista Independiente en la Convención colorada. Un multitudinario acto sindical se efectuó el 1 de mayo. Se empezaba a armar el desexilio mediante la creación de una comisión organizadora.

Probablemente como consecuencia de to

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