Challenge en el parque de atracciones 3

Daniela Golubeva

Fragmento

cap-1

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—Hola, amigos, ¿qué tal estáis? ¡Tengo que hablar superbajito! Estamos aquí con Polina, que se ha quedado a dormir en mi casa de Benidorm. Hemos montado una minifiesta de pijamas con Ana, pero mirad... ¡se ha dormido!

Ana se había quedado K.O. encima del juego de mesa al que habíamos estado jugando. ¡No pudimos ni acabar la partida! Mi mejor amiga nunca dejaba de sorprenderme. Es capaz de dormirse en cualquier parte, ¡os lo prometo!

—No podemos ni recoger el tablero... ¿verdad, Polina?

—No, no podemos. Así que tendremos que jugar a otra cosa —dijimos a la cámara, muriéndonos de risa.

¿Has oído hablar del Challenge de la Bella Durmiente? Probablemente no, ¡porque era un reto que me había inventado hacía menos de dos días! Verás, el challenge consiste en que, si uno de tus amigos se duerme, los demás le ponéis por encima todo lo que tengáis a mano: cojines, libros, bolis, zapatos... Cuanto más loco sea el objeto, más divertido será el resultado final. Eso sí, ¡tenéis que vigilar que no se despierte! Mi madre, Erika y yo jugamos al reto del Bello Durmiente cuando mi padre se durmió en el avión desde San Petersburgo hasta Benidorm. ¡Fue divertidísimo! Si quieres saber quién lo despertó, te recomiendo que leas mi anterior libro: Daniela: El secreto de las Best Friends. Te reirás un montón.

Así que empezamos a ponerle cosas encima a Ana: mis peluches de unicornio, un par de cojines, mis libretas... ¡Hasta conseguimos que se le aguantara un lápiz en vertical encima de la cabeza! Era casi una obra de arte. Polina y yo teníamos que hacer esfuerzos para no morirnos de la risa y despertar a mi amiga. Yo apenas podía aguantar el teléfono en la mano; iba a salir un desastre de vídeo, ¡pero nos estábamos riendo muchísimo!

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Polina cogió una de mis zapatillas y quiso ponerla encima de la oreja de Ana, pero entonces esta se despertó de golpe, tirándolo todo al suelo.

—¿Hola? ¿Alguien ha llamado a la puerta? —dijo, medio soñando.

Polina y yo explotamos de la risa. ¡Realmente éramos capaces de hacer que cualquier cosa fuese divertida! Pero miramos el reloj y nos dimos cuenta de que era tardísimo; ¡teníamos que irnos corriendo a dormir! No podíamos llegar ni un minuto tarde al parque de atracciones. Sí, sí, has oído bien. ¿Nos acompañas? Algo me dice que nos esperan un montón de sorpresas. Va a ser una aventura... ¡YIPPEE!

cap-2

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La aventura empezó ese mismo día por la mañana. Me desperté tapada con el edredón hasta arriba, como si estuviese metida dentro de una nube blandita y caliente. Qué bien se está en la cama, ¿verdad? Sonreí, me estiré para desperezarme, abrí los ojos muy lentamente y vi... un pie. ¿Un pie? ¿Cómo que un pie? Debía de estar soñando todavía. Sí, tenía que ser eso, seguro. Volví a cerrar los ojos como para hacer una prueba, pero al abrirlos otra vez... Allí seguía. No, claro que no estaba soñando. Miré un poco más abajo. Ese pie tenía que estar enganchado a una pierna. Y esa pierna era... ¡De Ana!

De golpe me vino todo a la cabeza. Polina y Ana se habían quedado a dormir en mi casa después de la superfiesta de bienvenida que me habían preparado mis amigos de Benidorm. Yo había vuelto de Rusia después de mucho tiempo y decidieron que no estaría mal celebrarlo. ¡Y vaya si lo habíamos celebrado! Montamos un karaoke, un concurso de baile... ¡Hasta teníamos escenario! Fue una pasada. Menos mal que lo escribí todo en el diario antes de irme a dormir para acordarme de todos los detalles. Me encanta escribir y, además, bueno... ¡a veces puedo ser un poco despistada, así que me va genial! Pero si quieres saber todo lo que pasó en la fiesta, te recomiendo que leas mi libro anterior: EL secreto de las Best Friends. ¡Fue increíble!

Me levanté poco a poco con cuidado de no despertar a mis amigas. Polina seguía durmiendo en la cama pequeña que sale de debajo de mi cama de verdad. Parecía una muñeca rusa de porcelana; no se había movido ni un milímetro. Mi mejor amiga Ana, en cambio, había empezado durmiendo con la cabeza en mi almohada y había acabado del revés. ¡Por eso tenía su pie plantado en mi nariz! ¡Menos mal que no olía a nada!

Y entonces me acordé de otra cosa aún más importante. ¿Cómo se me había podido olvidar? ¡Hoy íbamos al parque de atracciones! No lo pude evitar, pegué un grito y salté de la emoción. ¡YIPPEE! ¡Qué guay, qué guay, qué guay! Me encantan los parques de atracciones, son los sitios más divertidos del mundo. Si lo piensas, es como si fueran ciudades enteras construidas solo para pasárselo bien. Sin coles, sin oficinas... Solo montañas rusas y sitios donde comer perritos calientes. ¡Son geniales!

Estaba tan emocionada que no me di cuenta de que había despertado a Polina sin querer. Se estiró y se sentó en la cama, bostezando.

—¡Sí que tienes energía por la mañana! Buenos días —me dijo, sonriendo y frotándose la cara como un gatito adorable. De repente, abrió los ojos como platos y me miró, asustada—. ¡Es verdad, tenemos que ir al parque! ¿Llegamos tarde?

—No, aún es pronto —le respondí, pero Polina ya se había levantado de un salto y había empezado a cambiarse de ropa. Me reí un poco—. ¡Tú también eres de las que se despiertan rápido!

Ana, en cambio, seguía durmiendo como un tronco. Cuesta muchísimo despertarla. Cuando íbamos a clase juntas se ponía cinco alarmas seguidas en el móvil (¡cinco!) y aun así no conseguía despertarse.

Su madre siempre tenía que arrancarla de debajo de las sábanas para que no llegara tarde al cole. Y ¡pobre de ti si se te ocurría hablar durante el desayuno! Ana es de esas personas que por la mañana no hablan; solo saben enseñar los dientes y gruñir un poco mientras comen cereales. ¡GRRRRH!

Ana y yo nos parecemos mucho en muchas cosas, pero en esto no podríamos ser más diferentes. ¡Yo me levanto con muchísima energía! A ver, es verdad que a veces me cuesta un poco, como a todo el mundo, pero en general no me suelo despertar de mal humor. De vez en cuando pongo un poco de música y todo, y la verdad es que va genial para empezar el día con buen pie. Pones una canción que te guste y de repente parece que el resto de las cosas saldrán bien. Pruébalo, ya verás. ¡Anima un montón!

—Hay que despertar a Ana —dijo Polina, acercándose a los pies de mi cama. Pero cuando estaba a punto de tocarla salté y la aparté de un tirón. ¡Justo a tiempo!

—¡No, espera! ¡No sabes lo peligroso que es despertarla, tenemos que ir con mucho cuidado! La última vez que dormí en su casa por poco acabo con un mordisco en la oreja.

—¿Y cómo lo hacemos? —me preguntó Polina, susurrando.

Miré a Ana y me acerqué con mucho cuidado a ella. Me aclaré la garganta y, sin acercarme mucho y con la voz más suave del mundo, dije:

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