La conspiración alienígena (Fortnite: Secretos de la Isla 2)

Cara J. Stevens

Fragmento

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CAPÍTULO UNO:
JIN

Lo más alucinante del entrenamiento era la caída libre. Tenía el doble de emoción y ninguno de los peligros de caer al suelo de verdad a doscientos kilómetros por hora. Aunque yo sabía que lo que se precipitaba al suelo era mi avatar, oía el aire zumbando y sentía el viento dándome en la cara y en el pelo. Escaneé la isla de abajo, que era exactamente igual que el mapa de arriba, y localicé mi objetivo: Lomas Lúgubres. Corregí mi dirección y, por el rabillo del ojo, vi a Asha, Zane y Jax hacer lo mismo, como si todos estuviésemos jugando en silencio al rescate.

Este era mi primer lanzamiento como líder de escuadrón y me sorprendió no estar demasiado nervioso. A ver, las expectativas no eran muy altas, precisamente. Solo era una sesión de entrenamiento en el patio de juegos, no una Battle Royale, pero, aun así, era el responsable de elegir el lugar de aterrizaje y de dar las órdenes. Cuando ya casi estábamos sobre Lomas Lúgubres, presioné el botón para desplegar mi ala delta. El viento dejó de zumbar. En su lugar se hizo la más absoluta calma. Lo único que tenía que hacer era seguir flotando hacia abajo y disfrutar del paseo. Aquella era mi parte preferida del entrenamiento. Era el único momento en el que podía pararme a pensar, prepararme y mirar el paisaje.

Mis pies tocaron el suelo demasiado rápido. Nada más aterrizar, comenzamos a trabajar en la parte norte del sector. En todas nuestras incursiones a la isla, esta era la primera vez que íbamos a Lomas Lúgubres, aunque yo me había estudiado los mapas y visto los vídeos hasta bien entrada la noche para prepararme para este momento.

Mi comunicador se puso a emitir interferencias y la alegre voz de Zane empezó a sonar alta y clara:

—¿Dónde vamos, líder? —Hablaba en su inglés australiano, pero a mí me llegaba en un coreano perfecto gracias al traductor universal que tenía instalado en la oreja. No estaba seguro de si Asha oía en inglés o en suajili lo que Zane decía, pues en Kenia, su país natal, se hablaban ambos idiomas, y Jax me había dicho que él oía todo perfectamente en inglés con acento de Chicago.

—Vayamos a inspeccionar aquellos edificios y capillas de piedra. He oído que es posible encontrar buenos cofres de botín ahí afuera, pero agachaos. He visto a otro escuadrón aterrizar justo al sur de nosotros —les advertí. Comencé a merodear por la zona con la guardia en alto y los ojos bien abiertos. En la relativa calma del momento, pude mirar alrededor y me fijé en los monumentos bajos de piedra que parecían homenajes a los antiguos habitantes. Si había misterios o fantasmas acechando en la isla, tuve la sensación de que estarían por allí.

—¡Qué suerte! —gritó Jax.

—¿Has dicho «la muerte»? —chilló Asha—. ¿Dónde estás? ¿Necesitas ayuda?

—Tu comunicador está estropeado otra vez, Asha. Ha dicho «qué suerte» —aclaré, preocupado porque el comunicador de Asha pudiese estar fallando de nuevo—. ¿Y a qué te refieres con «suerte» exactamente, Jax?

—A que he encontrado un cofre. Ahora ven aquí y recoge todo el botín que puedas antes de que ese tiarrón con el traje meca y el hacha gigante regrese —gritó Jax.

Corrí rodeando una lápida cercana, salté al tejado de una capilla de poca altura y me agazapé, escaneando la zona para buscar al cadete al que se refería Jax. No había indicio alguno del tío del hacha aterradora, pero vi a Jax justo debajo de mí y a otro escuadrón dirigiéndose hacia Lomas Lúgubres a lo lejos. Descendí y aterricé junto a mi compañero, que me miró sorprendido.

—¿Y tú de dónde sales? —Señalé detrás de mí y Jax sacudió la cabeza—. No me voy a acostumbrar jamás a esa manía tuya de andar sigilosamente y saltar como los gatos sobre la gente. Me alegro de que estés en mi bando, o ya me habrías podido matar al menos unas diez veces.

Me reí.

—Me lo tomaré como un cumplido. —Miré al montón brillante de armas desperdigadas y dejé que Jax eligiese primero. Luego, yo recogí algo ligero y de corto alcance para mí mismo. Lomas Lúgubres estaba hasta los topes, así que un fusil de francotirador no serviría de mucho—. ¿Cómo era el tío del hacha grande? Es muy raro que estuviese solo tan pronto.

Jax sacudió la cabeza.

—No le vi muy bien. Solo por detrás. Y llevaba un traje meca. En cuanto aterricé, soltó una plataforma de lanzamiento y se piró.

Asha llegó corriendo y se paró delante de mí sin decir una sola palabra.

—¿Qué pasa, Asha? —Se encogió de hombros como respuesta y le dio un golpecito a su comunicador. Se había estropeado otra vez. Ese traje tenía más fallos que un vídeo falso de las mejores jugadas. Alargué la mano y encontré un cable suelto en la parte superior del auricular de su avatar, donde estaba instalada la antena. Hubo un sonido chirriante de interferencias y después se oyó la voz de Asha en mitad de una frase:

—… y creo que eso podría haber sido el problema… ¡Oh! ¡Ha vuelto! ¡Hola! —Sonrió alegremente y se acercó a darme un abrazo—. Gracias por arreglarlo, Jin.

Un abrazo entre avatares es algo muy raro; no lo sientes como tal, pero sabes que está ocurriendo.

Asha cogió un arma y un pequeño bidón de plasma.

—¿Os importa si me lo bebo yo? —Todos negamos con la cabeza y ella se lo bebió, activando un escudo—. Voy a asomarme a ver si tenemos compañía —dijo, y salió disparada por detrás de la esquina.

—Hay un escuadrón que viene hacia aquí desde el este —le dije, y luego miré mi mapa—. Tíos, ¿habéis visto a Zane?

—Estoy bien —dijo Zane—. He encontrado una capilla tranquila con mogollón de botín dentro. He pillado algunas vendas y un bidón de plasma gigante. —Oímos cómo bebía a través del comunicador, y luego gritó—: ¡Escudos listos!

Jax se puso de pie y miró por encima de la lápida con cautela.

—¿Nadie más ve al tiarrón ese del que estaba hablando? —Yo negué con la cabeza—. Voy a ir más arriba, si te parece bien —me preguntó. Asentí y le vi salir corriendo como una serpiente, zigzagueando sin parar entre las tumbas para estar a cubierto. Me gustaba ser el líder por una vez. Me sentía responsable por mis compañeros de escuadrón, pero también tenía una gran sensación de libertad.

Agradecido de que solo fuese un ejercicio de entrenamiento, decidí dejar la cautela a un lado y explorar. Me dirigí a la capilla más cercana, en donde hallé a Zane dándole hachazos al suelo.

—He encontrado otro cofre —me dijo en cuanto me vio. Asentí y me fui arriba. El edificio en sí era bastante normal. Eché un vistazo por una ventana y vi al otro escuadrón aproximarse. Casi parecía como si estuviesen persiguiendo algo. A la izquierda, Jax estaba talando un árbol para conseguir material. El árbol caído alertó al escuadrón que se acercaba y abrieron fuego contra Jax. Este se agachó para ponerse a cubierto y yo apunté con mi arma por la ventana, arrepintiéndome de haber cogido una de corto alcance. Afortunadam

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