El Laberinto de Sombras (Serie Ulysses Moore 9)

Pierdomenico Baccalario

Fragmento

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Capítulo 1

Los TRES SOPLONES

El sol de media tarde bañaba los tejados del pequeño pueblo de Kilmore Cove con su cálida luz dorada. A pocos pasos de la dársena de la bahía, las sombras se adensaban tras las casas de la antigua aldea y en los callejones reinaba una calma casi absoluta.

En todos excepto en uno.

Los tres primos Flint, recostados contra la pared de una casa, respiraban fatigosamente, la cara roja, las tres bocas abiertas de par en par para almacenar la mayor cantidad de aire posible, los pulmones ardiendo por el cansancio.

–¿Lo habéis visto? –preguntó en primer lugar el Flint mayor, que era el que parecía más cansado y asustado de los tres.

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El Flint pequeño, el cerebro de la banda, les hizo ademán de que esperasen un momento (todavía tenía que recobrar el aliento) y se apoyó en el hombro del Flint mediano, doblado en dos por el esfuerzo.

–¿Lo habéis visto o no? –insistió el Flint grande, lanzando miradas preocupadas hacia la esquina que acababan de doblar como si temiera ver aparecer de un momento a otro esa «cosa» de la que habían huido corriendo a todo correr.

–¿A ti te parece… que no lo hemos visto? –consiguió decir por fin el Flint pequeño entre jadeos.

–Eso digo yo. ¿A ti te parece que no lo hemos visto? –le hizo eco el Flint mediano, a quien le gustaba repetir todo lo que decía el Flint pequeño.

–Es evidente que lo hemos visto –remachó el Flint pequeño–. Si no, no habríamos salido huyendo. No tan rápido por lo menos.

–Eso. No tan rápido.

El Flint grande se dejó caer al suelo. O mejor dicho cayó al suelo, dejando en la pared un rastro húmedo de sudor que parecía una gigantesca baba de caracol. Después se llevó las manos a la cabeza y dijo gimoteando:

–Pero ¿se puede saber qué era?
–No lo sé –admitió el Flint pequeño.
–¿Y cómo vamos a saberlo? –añadió el Flint mediano–. ¡Hemos salido corriendo sin ni siquiera mirar atrás!

–Yo no he salido corriendo –puntualizó el Flint pequeño–. ¡Vosotros lo habéis hecho y yo no he querido dejaros solos!

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Los TRES SOPLONES

El Flint grande levantó la cabezota. Había apretado tan fuerte las yemas de los dedos contra las sienes que ahora tenía en la cara una decena de marcas circulares rojas.

–¿Qué, qué, qué? ¡Pero si el primero que ha echado a co rrer has sido tú!

–¡No es verdad!
–¡Sí que es verdad! –insistió el Flint grande–. He visto… mejor… he oído que pasabas a mi lado corriendo como un rayo y, aunque no sabía por qué, me he dicho: «¡Si escapa él, escapo yo también!». Solo sé que un segundo antes estábamos siguiendo a esa chica…

Esa chica tiene un nombre. Se llama Julia –le corrigió el Flint pequeño–. Julia Covenant.

–Ya… Y, aunque te lo tengas bien calladito, a ti la chica te gusta ¿verdad? –dijo el Flint mediano con una sonrisa maliciosa.

Las mejillas del Flint pequeño se tiñeron de un color rojo encendido que no tenía nada que ver con el esfuerzo de la carrera.

–¿Y a qué viene eso ahora?
–¿Has oído, primo? ¡No ha dicho que no!
–¡Lo he oído! ¡No ha dicho que no!
–¡No es esa la cuestión! –gritó el Flint pequeño, exasperado–. La cuestión es que estábamos siguiendo a Julia Covenant…

–Mira cómo lo dice: Julia Covenant… –Je, je, je. ¡Pero qué gracioso eres, primito!

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Volaron un par de pisotones, un patadón y algún que otro empujón, y en un abrir y cerrar de ojos los tres gamberros estaban rodando por los suelos.

–¡Julia!
–¡Ay!
–¡Suéltame el brazo! ¡Me haces daño!

De repente el Flint pequeño cogió a los otros dos del pelo como quien coge las riendas de una carroza.

–¡Basta ya! ¡Estaos quietos! –gruñó.
–¡Vale! ¡Vale! ¡Me estoy quieto!
–Sí, sí, yo también. ¡Pero dile que me suelte la oreja!

Se acordó una rápida tregua. Sentados juntos, los tres primos se lanzaron miradas suspicaces. El Flint grande se frotaba el cuero cabelludo. El mediano se controlaba las orejas para asegurarse de que aún estaban las dos en su sitio. El pequeño los miraba con los brazos cruzados, furibundo.

Una gaviota pasó por la franja de cielo que quedaba encima de sus cabezas, planeando hacia las colinas con un chillido estridente.

–Estábamos diciendo… –jadeó el Flint pequeño– que íbamos siguiendo a Ju… a la chica y cuando estábamos en lo mejor, cuando estábamos a punto de cogerla…

Ninguno de los otros dos rechistó.
–… nos hemos encontrado frente a frente con esa especie de… monstruo.

–Sí. Ha salido de la nada –asintió con convicción el Flint mediano.

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Los TRES SOPLONES –Pues yo ni siquiera lo he visto, el monstruo ese –admitió el Flint grande–. Me había quedado un poco atrás…

–A la fuerza: ¡con lo gordo que estás! –exclamó el Flint mediano riéndose.

–¿Y tú qué? ¡Tú estás hecho un palo!
–¡SILENCIO! –gritó el Flint pequeño–. ¡Callaos de una vez, no entiendo nada!

–Pues si te sirve de consuelo, yo tampoco entiendo nunca nad… –empezó a decir el Flint grande, pero las miradas que le lanzaron los

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