Índice
Portadilla
Índice
Nota a la presente edición
Roald Dahl como refugio, por Elvira Lindo
Cuentos completos
Un cuento africano
Sólo esto
Katina
Cuidado con el perro
No llegarán a viejos
Alguien como tú
Muerte de un hombre muy, muy viejo
Madame Rosette
Pan comido
El ayer fue hermoso
Nunc dimittis
Tatuaje
Hombre del sur
El soldado
La máquina de sonido
El señor Botibol
La Venganza Es Mía, S. A.
El deseo
Veneno
Gastrónomos
Apuestas
El gran gramatizador automático
El perro de Claud
Mi querida esposa
Lady Turton
Cordero asado
Galloping Foxley
Edward el Conquistador
La subida al cielo
William y Mary
Placer de clérigo
El bello George
La señora Bixby y el abrigo del coronel
Jalea real
El campeón del mundo
Génesis y catástrofe.
Cerdo
La patrona
La visita
El último acto
El gran cambiazo
El mayordomo
Perra
Oh, dulce misterio de la vida
El autostopista
El hombre del paraguas
La princesa y el cazador furtivo
La princesa Mammalia
El librero
El cirujano
El chico que hablaba con los animales
El tesoro de Mildenhall
El cisne
La maravillosa historia de Henry Sugar
Racha de suerte (cómo me hice escritor)
Sobre el autor
Créditos de las traducciones
Notas
Créditos
Grupo Santillana
Nota a la presente edición
Ésta es la edición más completa de los cuentos de Roald Dahl. Ordenados de manera cronológica, incluye los relatos hasta ahora inéditos en castellano «Sólo esto», «No llegarán a viejos», «El ayer fue hermoso», «Alguien como tú», «Muerte de un hombre muy, muy viejo», «Madame Rosette», «Oh, dulce misterio de la vida» y «El librero». De toda la producción cuentística de Dahl, tan sólo quedan fuera «In the Ruins», «Smoked Cheese» y «The Sword», tres relatos que los herederos del autor no han permitido incluir en ninguna antología existente en cualquier idioma.
Roald Dahl como refugio, por Elvira Lindo
Llegué tarde a Roald Dahl, y permítanme comenzar con una afirmación que a cualquier amante de la literatura le parecería un disparate. Todos asumimos que hay clásicos que no hemos leído en los años juveniles o que los hemos leído por primera vez cuando ya teníamos una cierta formación literaria. Entendemos, pues, que un clásico se define porque llega a nosotros en cualquier momento de la vida, sin que las modas o las tendencias resten un ápice de valor a lo que un autor ha proporcionado a los lectores a lo largo de décadas o siglos. Aun así, insisto: llegué tarde a Roald Dahl. Fui consciente de esa penosa falta en mis lecturas cuando leía en voz alta a mi hijo Matilda, Charlie y la fábrica de chocolate o Las brujas. Cierto es que a menudo la crítica minimiza la importancia de esos libros que pueden compartir con entusiasmo adultos y niños y que además de propiciar el nacimiento de nuevos lectores, generan una suerte de complicidad, de mundo íntimo compartido, que concierne a la literatura más que a ningún otro arte. El vínculo emocional que se genera entre el adulto y el niño por los cuentos compartidos no ha de agotarse en la vida. Por tanto, son poderosas las razones por las que debo estarle agradecida a este escritor galés, que poseía una envergadura física de marinero noruego y un alma sin edad que le impidieron envejecer como hombre y como escritor y le permitieron mantener un diálogo con lectores de todas las edades. Pero mientras leía estas extraordinarias novelas a mi hijo y las regalaba por doquier a los niños cercanos y queridos sentía un vacío retrospectivo, la pena por no haberlas tenido yo cuando era pequeña, en aquellos momentos en que devoraba cuanto libro caía en mis manos y estaba formando, sin yo saberlo, mi personalidad de lectora y de escritora.
Leer a un niño los libros del señor Dahl o ver cómo él solo se zambulle en sus páginas es asistir al espectáculo mismo de la literatura, a esa suspensión total del mundo real que rodea al lector y en el que, por un tiempo, deja de estar implicado. No disfruté de Dahl en mi infancia, y bien que lo siento, porque a buen seguro habría aumentado mi espíritu crítico y humorístico, que aunque fue alimentado por otras lecturas, siempre se trataba de una administración más lenta que la que ofrece el estilo subversivo de Dahl, que irrumpe en nuestra mente de la manera más directa posible; pero sería incierto afirmar que no experimenté el influjo de sus historias antes incluso de haberlo leído. Los e