«Tal vez fuese mejor dejar a los muertos en paz, incluso si no estaban muertos.»
Arrastrado por su vitalista esposa Evelyn a unas vacaciones en San Sebastián, el patólogo Quirke pronto deja de echar de menos el lúgubre y sombrío Dublín para empezar a disfrutar de los paseos, el buen clima, el mar y el txakoli. Sin embargo, toda esta calma y hedonismo se ven perturbados cuando un accidente algo ridículo lo lleva a un hospital de la ciudad. En él se cruza con una irlandesa que le resulta extrañamente familiar, hasta que finalmente cree reconocer en ella a una infortunada joven, amiga de su hija Phoebe. Si la memoria, o el abuso del alcohol, no le juegan una mala pasada, se trataría de April Latimer, presuntamente asesinada —aunque su cadáver jamás fue hallado— por su perturbado hermano en el transcurso de una sórdida investigación en la que el propio Quirke se vio implicado años atrás. Convencido de que no ha visto a un fantasma, insiste a Phoebe para que visite el País Vasco para salir de dudas. Lo que Quirke ignora es que la acompañará el inspector Strafford, por quien siente una aguda antipatía, y que, además, un asesino a sueldo muy peculiar emprenderá idéntico trayecto.
La crítica ha dicho...
«Aquí sucede mucho más que en cualquier típico thriller [porque] lo que propone Quirke es la resolución del pequeño misterio de alguna muerte para dejar sin resolver (porque resulta imposible) el gran misterio de toda vida. [...] Quien se siente a leer Quirke en San Sebastián es más probable que no se levante hasta terminar y, entonces sí, de pie, aplaudirla deseando ya su encore. Quirke -como la España que visita- es diferente.»
Rodrigo Fresán, ABCultural
«John Banville es un escritor enorme y hay mucho de Banville en Black [...]. Sus tramas no son un dechado de acción desenfrenada sino una experiencia literaria de estar leyendo algo que tiene que ver con una recreación artística pero también con la vida cuando pasa a través de ti. Y encima el tipo se lo está pasando en grande. Envidia. De la buena y de la mala.»
Carlos Zanón, El País
«Solo unos pocos son auténticos estilistas, capaces de encandilar al lector con palabras mágicas. Entre estos pocos bendecidos, en diferentes modos, se encuentran Fitzgerald, Updike, Styron, Capote y Chandler. Y también el novelista irlandés John Banville es miembro de la fraternidad.»
Washington Post Review
La crítica ha dicho...«Black quizá se supere a sí mismo en crueldad en esta novela extraordinaria. [...] Cada página es un dechado de maestría, que lo minucioso de la narración y el cuidado por los detalles en ningún momento merman o frenan el interés del lector; por el contrario, lo acrecientan. [...] Una gran lectura, una rara obra maestra.»José Luis G. Goméz, La Opinión de Málaga
«Aquí sucede mucho más que en cualquier típico thriller [porque] lo que propone Quirke es la resolución del pequeño misterio de alguna muerte para dejar sin resolver (porque resulta imposible) el gran misterio de toda vida. [...] Quien se siente a leer Quirke en San Sebastián es más probable que no se levante hasta terminar y, entonces sí, de pie, aplaudirla deseando ya su encore. Quirke
-como la España que visita- es diferente.»Rodrigo Fresán, ABCultural
«John Banville es un escritor enorme y hay mucho de Banville en Black [...]. Sus tramas no son un dechado de acción desenfrenada sino una experiencia literaria de estar leyendo algo que tiene que ver con una recreación artística pero también con la vida cuando pasa a través de ti. Y encima el tipo selo está pasando en grande. Envidia. De la buena y de la mala.»Carlos Zanón,
El País «El lector no encontrará un trepidante thriller, ni una intriga retorcida, simplemente la azarosa vida que golpea cuando menos te lo esperas. Y esto que parece tan fácil y que es tan complicado es lo que consigue Banville/Black. [...] Una de sus entr
egas más siniestras y oscuras.»Miguel Ángel Oeste, El Cultural
«Yo reconozco la maravillosa literatura de Banville, pero no puedo vivir
sin Black. [...] Son libros que empiezo en el avión y cierro enseguida para disfrutarlos a ratitos después, que me recuerdan el olor del mar, el ruido de la nieve o el sabor de los percebes. [...] Cada vez que le leo, le recuerdo con mucho cariño, envidio sus descripciones afiladas, sus personajes familiares pero imprevisibles. Sus tramas valientes y sin moralina. Su atmósfera gris en la que siempre brilla, aunque sea por poco tiempo, una luz brill