LA BOMBA Y EL GENERAL
Érase una vez
un átomo.
Y érase también
un general malvado
con un uniforme lleno de medallas.
El mundo está lleno de átomos.
Todo está hecho de átomos:
los átomos son muy, pero que muy pequeños
y cuando se juntan
forman las moléculas,
que a su vez
forman todas las cosas que conocemos.
Mamá está hecha de átomos.
La leche está hecha de átomos.
La mujer está hecha de átomos.
El aire está hecho de átomos.
El fuego está hecho de átomos.
Nosotros estamos hechos de átomos.
Cuando los átomos
están juntos en armonía
todo funciona a pedir de boca.
La vida se basa en esta armonía.
Pero cuando alguien se empeña en romper
un átomo... sus partículas golpean
otros átomos, que a su vez golpean
otros átomos
y así sucesivamente...
¡He aquí una explosión terrorífica!
Es la muerte atómica.
Pues
nuestro átomo estaba triste
porque lo habían metido
dentro de una bomba atómica.
Junto a otros átomos
esperaba el día
en que tiraran la bomba
y todos ellos se hicieran pedazos
destruyéndolo todo.
Lo que quizá no todo el mundo sabe
es que el mundo está lleno
de generales
que se entretienen acumulando bombas.
Y nuestro general
iba llenando de bombas su buhardilla.
«Cuando tenga muchas»
decía
«¡declararé una gran guerra!»
Y se reía.
Cada día
el general subía a la buhardilla
a llevar una bomba fresca.
«Cuando la buhardilla esté llena»
decía
«¡declararé una gran guerra!»
¿Y quién no se volvería malvado
teniendo a mano tantas bombas?
Los átomos encerrados en las bombas
estaban muy tristes.
Por su culpa
habría una catástrofe inmensa:
morirían muchos niños,
muchas mamás,
muchos gatitos,
muchas cabritas,
muchos pajaritos,
vamos... que morirían todos.
Se destruirían países enteros:
donde antes había casitas blancas
con tejados rojos
y árboles verdes alrededor...
........... solo quedaría
un horrible agujero negro.
Así las cosas,