Título original: Cain His Brother
Traducción: Mercè Diago y Abel Debritto
1.ª edición: junio, 2013
© 2013 by Anne Perry
© Ediciones B, S. A., 2013
Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)
www.edicionesb.com
Depósito Legal: B. 15.097-2013
ISBN DIGITAL: 978-84-9019-477-5
Diseño de cubierta: Estudio Ediciones B
Fotografía de cubierta: Cover
Diseño de colección: Ignacio Ballesteros
Maquetación ebook: Caurina.com
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A los habitantes de Portmahomack
por su gran amabilidad
Nos vemos los unos a los otros como Caín a su hermano.
G. K. CHESTERTON
Contenido
Portadilla
Créditos
Dedicatoria
Cita
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—¿Señor Monk? —preguntó y luego respiró hondo—. ¿Señor William Monk?
Él separó la silla del escritorio y se levantó. La patrona debía de haberla dejado pasar a la antesala.
—¿Sí, señora? —preguntó con curiosidad.
La mujer dio un paso más dentro de la habitación sin percatarse de que los enormes faldones del miriñaque rozaban la mesa. La ropa tenía un buen corte y respondía a la última moda, aunque no resultaba ostentosa; sin embargo, parecía habérsela puesto a toda prisa, sin prestar atención a los detalles. El corpiño no hacía juego con la falda y las cintas de la cofia, más que atadas, estaban anudadas. Su rostro, con su pequeña y sólida nariz y su magnífica boca, revelaba que estaba muy nerviosa.
No obstante, Monk ya estaba acostumbrado. Las personas que requerían los servicios de un investigador privado casi siempre se hallaban en un aprieto que resultaba demasiado grave, o embarazoso, como para recurrir a conductos más ordinarios.
—Soy Genevieve Stonefield. —La voz le temblaba un poco—. La señora de Angus Stonefield —especificó—. Deseo hablar con usted por un asunto relacionado con mi esposo.
Con las mujeres de su edad, que Monk calculaba entre treinta y treinta y cinco años, solía tratarse de un sirviente problemático, de un pequeño robo o, a veces, de una deuda. En el caso de las mujeres mayores acostumbraba ser un hijo descarriado o la perspectiva de un matrimonio poco adecuado para sus descendientes. Sin embargo, Genevieve Stonefield era una mujer sumamente atractiva, no sólo por su cálida tez y el porte elegante, sino también por la honestidad y el talante que denotaba su rostro. Supuso que la mayoría de los hombres la considerarían muy atractiva; de hecho, ésa fue su primera reacción. Descartó tal pensamiento, consciente del amargo precio que había tenido que pagar en el pasado por sus impresiones erróneas.
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