—Desde luego Me encontrará en el hotel Langham, bajo
el nombre de conde Von Kramm —Le enviaré unas líneas para tenerle al corriente de nues
tros progresos —Hágalo, por favor Seré todo ansiedad
—¿Y en cuanto al dinero?
—Tiene usted carta blanca
—¿Totalmente?
—Le digo que daría una de las provincias de mi reino por
esta fotografía —¿Y para los gastos inmediatos?
El rey sacó de debajo de su capa una pesada bolsa de piel de gamuza y la depositó encima de la mesa —Hay trescientas libras en oro y setecientas en billetes —dijo
Holmes garabateó un recibo en una hoja de su bloc y se lo
entregó —¿Y la dirección de mademoiselle? —inquirió
—Briony Lodge, Serpentine Avenue, Saint John’s Wood
Holmes lo anotó
—Una pregunta más —dijo— ¿Era la fotografía de tama
ño grande?
—Sí, lo era
—Entonces, buenas noches, Majestad, y confío en tener
pronto buenas noticias que darle Y buenas noches, Watson
—añadió, cuando las ruedas del carruaje real rodaron calle
abajo— Si tiene la amabilidad de pasar por aquí mañana por
la tarde a las tres, me encantará discutir ese problemilla con
usted
2
A las tres en punto de la tarde yo estaba en Baker Street, pero Holmes no había regresado todavía La casera me informó de que había salido de casa poco después de las ocho de la maña na Me senté junto al fuego, dispuesto a esperarle por mucho que tardara Estaba ya profundamente interesado en la inves tigación, pues, aunque el caso no presentaba ninguna de las características macabras y extrañas que envolvían los dos crí menes que ya he relatado, su naturaleza y la elevada posición del cliente le conferían un carácter peculiar Además, al mar gen de la naturaleza de la investigación que mi amigo se traía entre manos, había algo en su modo de controlar las situacio nes, y en sus perspicaces e incisivos razonamientos, que con vertía para mí en un placer estudiar su sistema de trabajo y seguir los métodos rápidos y sutiles con que desentrañaba los misterios más inextricables Estaba tan acostumbrado a sus invariables éxitos que la mera posibilidad de un fracaso ni se me pasaba por la mente
Eran casi las cuatro cuando se abrió la puerta y entró en la habitación un mozo con pinta de borracho, desastrado y pati lludo, el rostro congestionado y las ropas impresentables A pesar de lo acostumbrado que yo estaba a las maravillosas dotes de mi amigo para disfrazarse, tuve que mirarle tres veces antes de tener la certeza de que efectivamente era él Con un gesto de saludo, desapareció en el dormitorio, de donde emergió a los cinco minutos con un traje de tweed y un aspecto tan respetable como siempre Metiéndose las manos en los bolsillos, estiró las piernas ante la chimenea y rió con ganas unos segundos —¡Realmente, realmente! —exclamó
Y entonces se atragantó y volvió a reír hasta quedar de
rrengado y sin aliento en la silla —¿Qué pasa?
—La cosa no puede ser más chusca Estoy seguro de que
usted no adivinaría jamás cómo he empleado la mañana ni lo
que he estado haciendo —No puedo imaginarlo Supongo que ha estado indagan
do las costumbres o tal vez vigilando la casa de la señorita
Irene Adler —En efecto, pero el resultado ha sido insólito Aun así,
voy a contárselo todo Salí de aquí poco después de las ocho,
disfrazado de mozo de establo desempleado Existe una ma
ravillosa camaradería y solidaridad entre los hombres que tra
bajan con caballos Si eres uno de ellos, sabrás todo lo que
quepa saber Encontré enseguida Briony Lodge Es una joya
Tiene un jardín en la parte trasera, pero por delante llega has
ta la calle Dos pisos Cerradura Chubb en la puerta Amplio
salón a la derecha, bien amueblado, con amplios ventanales
hasta el suelo, y estos absurdos pestillos ingleses que hasta un
niño podría abrir Detrás no había nada especial, salvo que se
puede acceder a la ventana del pasillo desde el tejado de la
cochera Di la vuelta a la villa y la examiné atentamente desde
todos los ángulos posibles, pero no encontré nada que tuviera
interés
»Entonces anduve calle abajo, y resultó, como esperaba,
que había unas caballerizas en un callejón que discurre junto
a uno de los muros del jardín Eché una mano a los mozos que
estaban cepillando a los caballos, y recibí a cambio dos peni
ques, un vaso de cerveza, tabaco para cargar dos veces la pipa
y cuanta información sobre la señorita Adler podía desear, por
no hablar de la información sobre otra media docena de per
sonas del vecindario por las que no sentía el menor interés,
pero cuyas biografías me vi obligado a escuchar —¿Y qué hay de Irene Adler?
—Oh, ha hecho perder la cabeza a todos los habitantes del
lugar Es la cosa más bonita que camina bajo el sol Eso dicen
al unísono los hombres del Serpentine Lleva una vida tran
quila, da conciertos, sale todos los días a las cinco y regresa a
las siete en punto para la cena Raramente se ausenta a otras
horas, excepto cuando canta Solo tiene un visitante masculi
no, pero muy asiduo Es moreno, guapo y elegante Ningún
día la visita menos de una vez, y en ocasiones dos Se trata de
un tal señor Godfrey Norton, de Inner Temple Observe las
ventajas de tener a un cochero como confidente Lo han lle vado a casa una docena de veces desde el Serpentine y lo saben
todo acerca de él Después de escuchar cuanto tenían que de
cir, empecé a caminar de nuevo por los alrededores de Briony
Lodge, y a diseñar mi plan de batalla
»Evidentemente el tal Godfrey Norton constituía un ele
mento importante del caso Era abogado, lo cual no presagia
ba nada bueno ¿Cuál era la relación entre ellos dos y a qué
obedecían sus frecuentes visitas? ¿Era Irene su cliente, su ami
ga o su amante? De ser lo primero, posiblemente habría pues
to la fotografía bajo su custodia De ser lo último, no era tan
probable Y de la respuesta a esta cuestión dependía que yo
siguiera con mi trabajo en Briony Lodge o dirigiera mi aten
ción hacia los aposentos del caballero en el Temple Se trataba
de un punto delicado y ampliaba el campo de mi investiga
ción Temo que le aburro con estos detalles, pero debo expo
nerle mis pequeñas dificultades si quiero que se haga cargo de
cuál es la situación —Le sigo atentamente —respondí
—Todavía estaba dándole vueltas a la cuestión, cuando lle
gó un cabriolé a Briony Lodge y se apeó un caballero Muy
bien parecido, moreno, de nariz aguileña, con bigote Era, evi
dentemente, el hombre del que me habían hablado Parecía
tener mucha prisa Le gritó al cochero que esperase y cruzó
como una exhalación junto a la sirvienta que le abrió la puer
ta, con la desenvoltura de quien se siente en casa
»Permaneció dentro una media hora, y pude vislumbrarle a través de las ventanas de la sala, andando de un lado a otro, hablando acaloradamente y gesticulando excitado A ella no alcancé a verla Finalmente salió, y parecía todavía más agita do que a su llegada Al subir al carruaje, sacó un reloj de oro y lo miró con ansiedad “¡Conduzca como si le persiguieran mil demonios!”, ordenó al cochero “Primero a Gross and Hankey, en Regent Street, y luego a la iglesia de Saint Monica, en Edgeware Road ¡Medio soberano si llegamos en veinte minutos!”
»Allá se fueron, y yo me preguntaba si convendría o no seguirles, cuando apareció por el callejón un pequeño y boni to landó; el cochero llevaba la librea solo abrochada hasta la mitad, y la corbata debajo de la oreja, mientras las correas de los arneses se salían de las hebillas Aún no se había detenido, cuando Irene Adler salió por la puerta del vestíbulo y se metió en el coche Solo pude vislumbrarla unos s