Un mes con Montalbano

Andrea Camilleri

Fragmento

Treinta miradas del comisario Montalbano

Treinta miradas
del comisario Montalbano

M. VÁZQUEZ MONTALBÁN

Aunque era un rumor que crecía como una bola de nieve o como el impeachement de un presidente de los Estados Unidos, fue necesario llegar al verano de 1998 para que la irresistible ascensión de Andrea Camilleri se convirtiera en evidencia informativa. Siete novelas, siete, del escritor siciliano aparecían en todas las listas de libros más vendidos de Italia, copando en algún momento los primeros lugares. No estábamos ante un fenómeno de prefabricación publicitaria, sino al contrario, ante la comprobación de que la literatura más artesanal puede ser ratificada por el gran público mediante el concurso de un nuevo sujeto del cambio de gusto: la vanguardia de los lectores, hoy mucho más determinante que la vanguardia de la crítica, por mal que les siente a algunos críticos empeñados en identificar al público con el mercado para desacreditarlo como juez. El propio Camilleri confiesa a la prensa: Soy un escritor lanzado por el tam-tam del público, no he ganado premios de resonancia. Elvira (Edit. Sellerio) no hace ninguna publicidad, y así llegaba a diez mil ejemplares porque la gente se telefoneaba y, como se aconseja una película, se aconsejaba mis libros. Es más, algunas veces los lectores le han abordado y le han desaconsejado los próximos pasos a dar por su personaje, el comisario Salvo Montalbano, a manera de feedback espontáneo que merece un tratamiento en las facultades de Ciencias de la Comunicación.

«¿No has leído a Camilleri? ¿Cómo es posible que no hayas leído a Camilleri?...» dejó de ser un rumor para convertirse en fumetto sobre la línea del cielo de la sociedad literaria italiana. Apuesta meritoria porque sus libros aparecían en una editorial siciliana, Sellerio, prestigiada por el padrinazgo de Sciascia, pero con pocas posibilidades de competir con las grandes editoriales. De cinco mil ejemplares en cinco mil, El perro de terracota , La strage dimenticata. La concesione dil telefono, Il birraio dl Preiton o La voz del violín iban absorbiendo capas de lectores hasta forzar la pregunta ¿quién es Andrea Camilleri? Ante todo estamos ante una personalidad excéntrica con respecto a la sociedad literaria en la que casi todos tratamos de ganar el combate por KO recién cumplidos los veinte años: Camilleri alcanza el irreversible éxito lector a los 73, después de una vida profesional de la cultura, profesor de Arte Dramático, guionista y director teatral y televisivo, con logros importantes como la serie italiana dedicada a Maigret interpretada por Gino Cervi o versiones de autores italianos como Terzetto ipezzato de Italo Svevo. Apasionado por el ámbito del 800 siciliano, autor de un bellísimo ensayo sobre la componenda como procedimiento de acuerdo en la cultura siciliana (La bolla di componenda), en 1980 publica su primera novela en Garzanti que no será un éxito hasta su reedición en Sellerio en 1997 ya en el inicio del fenómeno Camilleri. El escritor clarifica la vía de acceso a una estrategia personal de novela de intriga y al hallazgo del punto de vista propuesto al lector para la complicidad de la indagación: Para escribir un giallo se necesita un delito y un investigador. He escogido el nombre de Montalbano porque es uno de los más comunes en Sicilia y también como homenaje a Manuel Vázquez. Montalbán... Afirmación que recojo porque después de haber conocido a Camilleri y de haberle leído, me parece un honor inmerecido, aunque a veces, Montalbano, no Camilleri, se irrite por los gustos de Carvalho, especialmente por los gastronómicos. En cuanto a la técnica, Camilleri asume que ha destripado las novelas de Maigret para poder llevarlas a la pantalla... Diego Fabbri me ha enseñado cómo deimontar un giallo de Simenon y volverlo a montar para la televisión. En mi primer libro La forma del agua, Montalbano era una función, no un personaje con todos sus atributos. El perro de terracota la he escrito para definirlo y cuando he visto que interesaba, escribí otras dos. Camilleri va connotando los ámbitos hipotéticos sicilianos y a su propio personaje que crece novela a novela hasta poder permitirse el ejercicio de deconstrucciones de su estrategia literaria e investigadora en Un mes con Montalbano.

Este libro propicia una magnífica entrada en el universo de Camilleri y su personaje, a episodio por día del mes, se resuelven casos no siempre criminales pero que ponen a prueba la sagacidad psicológica y deductiva del comisario, así como su gusto por la exhibición cultural. Las referencias cultas actúan como los jeroglíficos egipcios en los poemas de Pound, ventanas abiertas a otro universo, inverosímiles para un comisario de policía real, pero perfectamente verosímiles para un comisario de policía literario, criatura al fin y al cabo construida con palabras. Camilleri juega con la doble vida culta de Montalbano obligando al lector a la complicidad de creer posible que un vagabundo se enfrasque en un diálogo de alto nivel con el funcionario del orden. Pone a prueba de esta manera el verosímil literario que nada tiene que ver con otros verosímiles de ficción, por ejemplo el fílmico tal como lo descodificó Edgar Morin o lo verosímil comprobable en la realidad. Camilleri justificó la escritura de los treinta relatos de Un mes con Montalbano por la intención de ofrecer una galería de la mentalidad siciliana y por el propósito de entretener al comisario Montalbano mediante treinta pedazos de apetitosa carne mientras el autor se concentraba en otras escrituras. La resultante es un muestrario de todas las pinceladas que componen el efecto Montalbano y una magnífica manera de abrir boca para las restantes novelas de Camilleri.

Los diseccionadores de las novelas del comisario Montalbano sitúan la intención literaria y al personaje en un espacio amplio dentro del género policiaco, tan amplio que lo desborda. Más cerca de Maigret que de Spade o de Carvalho que de cualquier investigador científico criminalista a lo Boileau-Narjeac, Camilleri confiesa los homenajes implícitos a uno y otro personaje, incluso el parentesco eufónico entre Montalbano y Montalbán, pero es preciso leer sus novelas para comprender los elementos que le acercan y le alejan de Simenon o de mis intenciones o posibilidades. De Simenon le separa una visión lúdica y culta de la indagación y de la función del mirón así como una cosmogonía sureña frente a las brumas ambientales y cerebrales de la cosmogonía simenoniana. De mi personaje o de mis novelas alquiladas a Carvalho le separa el propio sustrato de Camilleri, en ciertas notas coincidentes con el mío, pero menos condicionado por la ansiedad del escritor con voluntad de serlo y demostrarlo que a veces me ha asaltado. Montalbano exhibe su cultura sorprendente, especialmente dieciochesca y a veces las tramas se construyen en relación con un pretexto culto, en cambio Carvalho quema los libros de los que alguna vez dependió. El estilo de Camilleri está cargado de cultura

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