La vida del otro

Gabriel Marat

Fragmento

Un largo prefacio

Un largo prefacio

Cómo explicártelo...

Yo no nací. Jamás fui niño ni tampoco adolescente. No tengo pasado; mi pasado es de otro. En realidad, yo empecé a existir el día en que aquel desgraciado le pegó un tiro entre ceja y ceja al viejo armador. Hasta ese momento mi vida, si puede decirse que fuera mía, no había sido más que un largo prefacio. Él había sido su único y absoluto protagonista, sin dejarme el más mínimo espacio, la menor posibilidad de ser. No me malinterpretes, no le guardo ningún rencor. Al contrario, soy consciente de que si hoy estoy aquí es gracias a su egolatría, al hecho de haberse creído que podría vivir eternamente.

Aquel día, Álvaro Stein se había pasado horas mirando al mar, absorto en pensamientos que ya no me pertenecían. El mar había sido su gran amor, su mejor amigo y su confidente habitual. Era lógico que ahora, sintiendo próxima la muerte, buscara consuelo y amparo en él. Había repasado su vida una vez más. Aquellos últimos días lo había hecho a menudo, de forma obsesiva. Afortunadamente para él, esta vez —aún no sabía que sería la definitiva— se sintió bastante satisfecho. No todo había salido como esperaba, había cometido muchos errores, algunos muy graves; pero al fin había logrado comprenderlos, aceptarlos y, hasta donde le era posible, ponerles remedio. En el instante en que el sol rozaba el horizonte se dijo a sí mismo que, ahora sí, ya se sentía a punto para morir.

El mar se extendía inmenso ante él. Parecía acogedor. Un salto y todo habría terminado. Reunió las pocas fuerzas que le quedaban y, tambaleándose, se acercó a la barandilla. Fue entonces cuando oyó una voz aguda y nasal, vagamente familiar, a su espalda:

—¿Señor Stein?

Creía que estaba solo. Se volvió despacio, como si acabara de despertar de un profundo sueño y no supiera aún dónde se hallaba. No sé si llegó a reconocer al que había pronunciado su nombre, si le dio tiempo a sorprenderse por su presencia, si tuvo miedo o si sintió algún dolor cuando, de repente, aquella bala le atravesó la frente. Cayó al suelo como un muñeco. El hombrecillo que le había disparado se acercó a él para comprobar su puntería. Se agachó a su lado y lo examinó de cerca. El viejo tenía la mirada vacía y un hilo de sangre le brotaba de la herida redonda y brillante, perfectamente centrada, como un tercer ojo. El disparo era mortal. Aun así, para asegurarse, el asesino se puso de pie y, extendiendo el brazo, vació el resto del cargador sobre el cuerpo inerte.

Esto pasó poco antes de venir aquí. Durante un tiempo temí que cuando la policía se pusiera a hurgar en todo aquel asunto, me acabaran relacionando con él y vinieran a buscarme. Pero por lo visto aquella banda de criminales lo tenía todo atado y bien atado...

Primera parte

I

1. Muere Álvaro Stein, propietario de la naviera Brazcom Lines

1

MUERE ÁLVARO STEIN, PROPIETARIO DE LA NAVIERA BRAZCOM LINES

—«Muere Álvaro Stein, propietario de la naviera Brazcom Lines.

»Los operativos de rescate hallan una nota de suicidio en su velero.

»São Paulo, 25 de mayo de 20... Esta pasada noche, el teniente Jorge Almeida del departamento de guardacostas ha anunciado en rueda de prensa que, tras cuatro días de búsqueda intensa e ininterrumpida, el barco de recreo del señor Stein había sido finalmente localizado ayer a última hora de la tarde treinta y seis millas al sureste de la Ilha de Búzios. Según ha declarado el teniente, la embarcación se encontraba claramente a la deriva, con las velas plegadas y el motor apagado, y no respondía a las llamadas y señales de la patrullera. Ante esa situación, los equipos de salvamento se han visto obligados a practicar un abordaje de emergencia, complicado por la creciente oscuridad, el empeoramiento del estado del mar y las condiciones meteorológicas cada vez más adversas. Después de elogiar el valor y la entrega de los participantes en la maniobra, el teniente Almeida ha explicado que en el posterior registro de la embarcación, y tras comprobar que no había nadie a bordo, se ha encontrado una nota manuscrita presuntamente por el señor Stein, donde deja constancia de su decisión de quitarse la vida. Así pues, la policía parece dar por sentado que se trata de un suicidio».

El hombre —muy bajito, casi un enano—, que antes de empezar a hablar se había puesto de pie para que así todos pudieran verlo, levantó la vista por encima del periódico con el fin de observar el efecto que lo que acababa de leer había causado entre los miembros del consejo. Las once personas que se sentaban alrededor de la gran mesa de juntas intercambiaron miradas rápidas y cautelosas. A esa hora ya todos conocían la noticia, la habían visto en las redes —donde no se hablaba de otra cosa—, o la habían leído en algún canal de noticias en línea, o la habían escuchado por la radio mientras iban hacia la reunión. No estaban sorprendidos, pero sí desconcertados. No entendían por qué el siniestro jefe de seguridad de la empresa había sido invitado a aquella junta extraordinaria ni por qué había sido él el primero en tomar la palabra. Al ver el estupor que su intervención había provocado, el hombrecillo esbozó una sonrisa y siguió leyendo.

—«Preguntado por si contemplaban alguna otra teoría —recordemos que en un primer momento hubo múltiples especulaciones alrededor de la posibilidad de un secuestro—, Almeida ha admitido que, si bien no descartan que puedan aparecer otros indicios, esa nota convierte la hipótesis del suicidio en la más fundamentada y, en consecuencia, en la línea de investigación más lógica. Ha añadido que durante los próximos días tratarían de confirmarla, y que la Policía c

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos