«Y ahora os voy a enseñar un dibujo».
El dibujo colgaba en la pizarra del aula de la universidad. La profesora Tomiko Hagio lo señaló y dijo:
—Antes de dedicarme a la docencia, ejercí muchos años de psicóloga. En mi consulta, traté todo tipo de casos. Esta es una copia del dibujo que realizó una de las primeras pacientes que atendí. La llamaremos «Niña A». Cuando la Niña A tenía once años, la arrestaron por el asesinato de su madre.
Se oyeron murmullos desde los bancos de los alumnos: «¿Cómo ha dicho?», «¿¡Que mató a su madre!?».
—Yo fui la responsable del informe pericial. Decidí utilizar un test de dibujo. Consiste en pedir al sujeto que realice una ilustración que posteriormente se analiza con el fin de obtener su perfil psicológico. Habréis oído más de una vez que «los dibujos son el reflejo del alma», ¿no? Pues es cierto, a través de un dibujo podemos conocer qué hay en el interior de los demás, sobre todo si en él se representan personas, árboles y casas. Bien, ahora quiero pediros que observéis este detenidamente. ¿No notáis nada extraño?
La profesora Hagio miró a los alumnos, que a su vez fijaron su atención en la hoja de papel. En sus rostros se percibía la confusión.
—¿No lo veis? A simple vista puede parecer un dibujo infantil como otro cualquiera, pero contiene detalles extremadamente interesantes. Por ejemplo, fijaos en la boca de la niña, el elemento que está en el centro.
»¿Os dais cuenta de que no es un trazo nítido? De hecho, está bastante desdibujado. La Niña A no conseguía dibujar la boca como ella quería, así que la borró una y otra vez. No tuvo problemas en trazar a la primera el resto de las partes del cuerpo, pero con la boca se encalló. Debemos preguntarnos por qué le sucedió. Este detalle nos puede ayudar a la hora de entender su estado mental.
»Su madre la maltrataba. Cuando estaba en casa, para que no se enfadase, la niña hacía lo imposible por sonreír y mostrarse alegre. Estaba muerta de miedo, pero mantenía todo el rato una forzada mueca. “Si no sonrío, me pegará…”. En eso pensaba mientras dibujaba y por eso se puso nerviosa, le tembló la mano y fue incapaz de expresar su dolor, como se ve también en el dibujo de la casa que hay al lado.
»Esta casa no tiene puerta. Decidme, ¿cómo se puede entrar a una casa sin puerta? Seguro que lo habéis acertado: la casa lo que simboliza es su mente. Se deducen sus deseos de escapar, como si pensara: “No quiero que nadie entre en mi corazón”, “quiero encerrarme y estar sola”…