El huésped

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Fragmento

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Prólogo

FRANK

La música de Aerosmith se escuchaba por última vez en mi habitación mientras cerraba la maleta y la bajaba de la cama. Había metido solamente ropa y algunas pertenencias. No me gustaba la idea de mudarnos, y mucho menos a casa de gente a la que no conocía. Aunque se trataba de la prima de mi madrina, pensar que en esa casa sería acogido por la familia de Melina me hacía sentir bastante incómodo.

Tenía otra opción que me resultaba más tentadora: mi apartamento en la ciudad. Lo había alquilado un par de veces para lograr pagar la universidad, tras adquirirlo gracias a una pequeña herencia que me dejaron mis padres antes de morir. Era un lugar acogedor, solo necesitaba arreglarlo un poco si quería vivir solo.

Melina llamó a la puerta antes de asomar la cabeza y sonreír cuando se dio cuenta de que había seguido sus instrucciones de hacer la maleta. Nunca podía enojarme con ella. Era la única persona que se había hecho cargo de mí desde pequeño. Había crecido sin que me faltara nada, y a pesar de que no se lo demostrara, siempre le estaría agradecido.

—¿Ya lo tienes todo? —Entró a la habitación y miró a su alrededor.

—Estoy listo. —Dejé salir un suspiro, considerando aún la idea de irme a mi apartamento.

Melina pareció intuir mi indecisión.

—¿Qué es lo que pasa? —Caminó hacia mí y me llevó a sentar junto a ella en la cama—. Siempre te pones así de serio cuando algo no te gusta.

Esbocé una ligera sonrisa.

—Nunca te equivocas, madrina. —Mi sonrisa se desvaneció al mirar la maleta—. ¿No crees que ha llegado el momento de independizarme?

Frunció el ceño.

—No tienes que venir conmigo si no es lo que quieres, Frank. Sabes que eres libre de tomar tus propias decisiones —dijo con tristeza—. Entiendo que mudarte con personas que no conoces debe de ser muy frustrante e inapropiado, pero ya hace meses que sabes que esta casa estaba en venta.

—Lo sé, pero no puedo irme y dejarte sola.

—Lo dices como si se tratara de personas desconocidas para mí, pero no lo son, Frank —contestó con tranquilidad—. Rebeca es mi prima. Además, no estaremos viviendo con ellos mucho tiempo. Solo mientras encontramos otra casa.

Fue entonces cuando se me ocurrió una idea.

—Podríamos ir a vivir a mi apartamento. Es pequeño pero estaremos bien allí —dije con la esperanza de convencerla.

Melina negó con la cabeza.

—Queda lejos de la ciudad, y sabes que mi trabajo es repartir catálogos aquí en el centro.

—Pero yo podría llevarte y...

—Frank, decídete... —Tomó mi mano y me miró—. De los cambios drásticos siempre se aprende algo. Nunca sabrás si puede ser algo bueno o malo si no lo haces.

Se levantó y emprendió el camino hacia el pasillo. Reflexioné durante unos instantes: era consciente del cambio radical que suponía mudarnos, por ello mi primera opción había sido mi apartamento y llamar a mi mejor amigo Joel para que me ayudara a organizarme.

Pero ese plan se fue por la borda cuando Melina me mostró una foto de la familia Owens. Fue entonces cuando la vi a ella y sin dudarlo acepté el reto. Tenía que conocerla.

ALEXA

Odiaba levantarme temprano y más aún cuando el sol se colaba agresivamente por las cortinas de mi ventana. Gruñí al sentir la luz brillante en los ojos y me giré hacia el otro lado de la cama para seguir durmiendo, pero mi madre me interrumpió entrando a la habitación.

—Alexa, ya es hora de levantarse —empezó a decir mientras recogía un par de libros del suelo. Seguramente se cayeron anoche al quedarme dormida mientras trataba de seguir leyendo—. Cuida tus cosas, los libros no son tan baratos.

Me quejé cuando corrió las cortinas.

—¡Mamá! Para... —Me escondí debajo de las sábanas para taparme el rostro—. Estoy de vacaciones.

—Es una buena razón para disfrutar del día desde temprano. —Me removió tratando de hacerme cosquillas como si fuera una niña pequeña—. Vamos, despierta.

Dejé salir una media carcajada y fue la manera en que pude dejar el sueño de lado.

—¿A qué se debe tanta insistencia para que me levante? —pregunté ahogando un bostezo—. ¿Hemos de ir a visitar a algún familiar?

—De hecho, vienen a visitarnos a nosotros —dijo con cierta cautela.

Traté de recordar fechas importantes, ya que era el único motivo por el que nos visitaban nuestros tíos de Europa.

—¿De quién se trata?

—No los conoces aún. —Mamá sonrió—. Una prima mía ha vendido su casa y necesita un sitio donde vivir mientras encuentra una nueva. Serán solo un par de meses.

Asentí sin darle mucha importancia. Cogí el móvil para responder algunos mensajes de mi amiga Karina.

—Será agradable conocerla —dije finalmente.

—Melina tiene hijos gemelos de diez años, a ellos los conocerás cuando regresen del campamento —comenzó a decir—. Pero su ahijado sí se quedará con nosotros.

Envié el último mensaje y miré de reojo a mamá.

—Esperemos que no sea un niño demasiado revoltoso.

Mamá se rio pensando que yo estaba bromeando; es que me faltaba algo más por saber.

—Es un par de años mayor que tú, Alexa.

No sabía por qué, pero la idea de tener a un chico en mi casa me puso nerviosa de inmediato.

—¿Lo conoces? ¿Por qué dejas que un chico mayor que yo viva con nosotros?

—Alexa, tranquila —me dijo mamá soltando una risita—. Conocí a Frank cuando era un adolescente; es un buen chico.

Fruncí el ceño, insegura. Su nombre no me brindaba confianza, sabía que era absurdo, pero tenía el presentimiento de que todo sería diferente a partir de ahora. Y lo peor de todo era que, aunque mostrara mi desacuerdo, la decisión de mamá ya estaba tomada, y nada la haría cambiar de opinión.

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1

Primera conversación

Mi padre asignó a Frank la habitación de la segunda planta, que está al lado de la mía. Durante el día, todo marchaba con aparente normalidad. Yo me levantaba muy temprano y me lo encontraba la mayoría de las veces por el pasillo, nos mirábamos de reojo, pero después continuábamos nuestro camino.

Los primeros días, ambos nos tratábamos con indiferencia. Incluso nos evitábamos el uno al otro. Cada uno hacía su vida como si el otro no existiera, y eso no perjudicaba mi rutina cotidiana.

Mis padres trabajaban durante el día y parte de la tarde. Melina —la prima de mi madre— continuaba con sus servicios de catálogos desde casa. Así que yo pasaba prácticamente todo el día con Frank, el ahijado de Melina. A pesar de que no había mantenido ninguna conversación larga con él, por las miradas prepotentes que me lanzaba cada vez que me veía, sabía que era un chico arrogante y egocéntrico.

Una noche estuve despierta hasta las dos de la mañana. A excepción de un grillo que se escuchaba a l

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