Que cada cosa cruel sea tú que vuelves

Julio Cortázar

Fragmento

cap-4

LA HOGUERA DONDE ARDE UNA

Fue el primero en acusarme de

Sin pruebas y quizá doliéndole, pero había los que

Ya se sabe en un pueblo perdido entre

El tiempo pesa inmóvil y sólo cada

Gentes que viven de telarañas, de lentas

Acaso tienen corazón pero cuando hablan es

¿De qué podía acusarme si solamente habíamos

Imposible que el mero despecho, después de aquella

(Tal vez la luna llena, la noche en que me llevó hasta

Morder en el amor no es tan extraño cuando se ha

Yo había gemido, sí, y en algún momento pude

Después no hablamos de eso, él parecía orgulloso de

Siempre parecen orgullosos si gemimos, pero entonces

¿Qué memoria diferente tendrá el odio que sigue al

Porque en esas noches nos queríamos más que si

Bajo la luna en las arenas enredados y oliendo a

(Lo habré mordido, sí, morder en el amor no es tan

Nunca me dijo nada, sólo atento a

Me perfumaba los senos con las hierbas que mi madre

Y él, la alegría del tabaco en la barba, y tanta

Nunca llovió cuando bajábamos al río, pero a veces

Un pañuelo blanco y negro, me lo pasaba despacio mientras

Nos llamábamos con nombres de animales dulces, de árboles que echan

No había fin para ese interminable comienzo de cada

(Lo habré mordido mientras él clavado en mí me

Siempre en algún momento se mezclaban nuestras voces si

Podría haber durado como el cielo verde y duro encima de mis

¿Por qué, si abrazados sosteníamos el mundo contra

Hasta una noche, la recuerdo como un clavo en la boca, en que sentí

Oh la luna en su cara, esa muerta caricia sobre una piel que antes

¿Por qué se tambaleaba, por qué su cuerpo se vencía como si

—¿Estás enfermo? Tiéndete al abrigo, deja que te

Lo sentía temblar como de miedo o bruma y cuando me miró

Mis manos lo tejían otra vez buscando ese latido, ese tambor caliente y

Hasta el alba fui sombra fiel, y esperé que de nuevo

Pero vino otra luna y nos tocamos y comprendí que ya

Y él temblaba de cólera y me arrancó la blusa como

Lo ayudé, fui su perra, lamí el látigo esperando

Mentí el grito y el llanto como si de verdad su carne me

(No lo mordí ya más pero gemía y suplicaba para darle la

Pudo creer todavía, se alzó con la sonrisa del comienzo, cuando

Pero en la despedida tropezó y lo vi volverse, todo mueca y

Sola en mi casa esperé abrazada a mis rodillas hasta

El primero en acusarme fue

(Lo habré mordido, morder en el amor no es

Ahora ya sé que cuando llegue la mañana en que me

Le faltará valor para acercar la antorcha a los

Lo hará otro por él mientras desde su casa

La ventana entornada que da sobre la plaza donde

Miraré hasta el final esa ventana mientras

Lo morderé hasta el fin, morder en el amor no es tan

cap-5

LOS AMANTES

¿Quién los ve andar por la ciudad

si todos están ciegos?

Ellos se toman de la mano: algo habla

entre sus dedos, lenguas dulces

lamen la húmeda palma, corren por las falanges,

y arriba está la noche llena de ojos.

Son los amantes, su isla flota a la deriva

hacia muertes de césped, hacia puertos

que se abren entre sábanas.

Todo se desordena a través de ellos,

todo encuentra su cifra escamoteada;

pero ellos ni siquiera saben

que mientras ruedan en su amarga

arena hay una pausa en la obra de la nada,

el tigre es un jardín que juega.

Amanece en los carros de basura,

empiezan a salir los ciegos,

el ministerio abre sus puertas.

Los amantes rendidos se miran y se tocan

una vez más antes de oler el día.

Ya están vestidos, ya se van por la calle.

Y es sólo entonces

cuando están muertos, cuando están vestidos,

que la ciudad los recupera hipócrita

y les impone los deberes cotidianos.

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