Isadora Moon 2 - Isadora Moon va de excursión

Harriet Muncaster

Fragmento

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Isadora Moon: ¡esa soy yo! Y mi mejor amigo es un conejo rosa: Pinky. Era mi muñeco favorito, así que mamá le dio vida con su varita mágica. Mamá puede hacer ese tipo de cosas porque es un hada. Ah, ¿y os he dicho ya que mi papá es un vampiro? Por eso yo soy medio hada, medio vampiro.

Mis segundos mejores amigos son Zoe y Oliver. Vamos todos al mismo colegio. Es un colegio normal para niños humanos. ¡Me encanta!

Cada mañana, Zoe y Oliver vienen a buscarme y vamos andando juntos al colegio. Mamá y papá siempre evitan abrir la puerta. Todavía se sienten un poco raros al hablar con los seres humanos.

Era el primer día de vuelta al colegio después de las vacaciones de verano y tenía muchas ganas de ver a mis amigos. En cuanto oí «toc, toc, toc», fui volando a abrir la puerta.

—¡Zoe! —dije saltando sobre ella y dándole un gran abrazo. No salté encima de Oliver porque a él no le gustan los abrazos.

Empezamos a atravesar juntos el jardín mientras Pinky daba saltos a nuestro lado. Zoe tintineaba al caminar porque llevaba puestas muchas joyas. Quiere ser actriz cuando sea mayor y siempre va vestida de personas distintas.

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—¡Hoy soy la reina! —me dijo enrollándose uno de los collares en el dedo y dando un toquecito a la corona de papel que llevaba en la cabeza—. ¡La reina Zoe!

—Me gustan tus pulseras —dije—. ¿Dónde las has comprado?

—¡En Francia! —respondió Zoe—. Fuimos allí de vacaciones. ¡Fue magnifique! Llegamos hasta allí en ferry.

—¡Ohhh! Eso suena genial —dijo Oliver. Le encantan los barcos.

Entonces Zoe rebuscó en su bolso y sacó otra pulsera.

—Esta es para ti, Isadora —dijo—. Un recuerdo de Francia.

—¡Guau! —dije, cogiendo la pulsera—. ¡Gracias, Zoe!

Al ponérmela, sentí como si me iluminara por dentro.

—Y esto es para ti, Oliver —añadió Zoe, levantando un imán con la forma de la bandera francesa.

—¡Que guay! —dijo Oliver—. Gracias, Zoe.

Zoe había sido muy amable por traerme algo de sus vacaciones, pero me sentí un poco avergonzada por no haberle traído nada a ella.

—Tengo muchas ganas de que llegue el momento de hablar del verano hoy en clase —dijo Oliver—. He traído fotos de mis vacaciones. ¡Estuvimos en un hotel junto al mar!

—¡Qué bien! —dije, e inmediatamente intenté cambiar de tema. De pronto, ya no quería hablar de las vacaciones. Y mucho menos de las mías. Yo también había ido a la playa, como Zoe y Oliver, pero habían pasado cosas extrañas… Esa clase de cosas que seguro que no pasaban en las vacaciones de los seres humanos.

Cuando llegamos al colegio, nuestra profesora, la señorita Guinda, ya estaba preparando la clase para las exposiciones orales.

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—¡Buenos días a todos! —dijo alegremente a toda la clase—. Espero que hayáis tenido un verano maravilloso. ¿Quién quiere ser el primero en salir a la pizarra a contarnos sus vacaciones?

Un bosque de manos se levantó de golpe en el aire y yo intenté escabullirme bajo mi pupitre. No me apetecía nada ponerme de pie y contarle mis vacaciones a todo el mundo. Probablemente pensarían que no eran normales. Me daba vergüenza.

—¡Isadora Moon! ¿Y tú?

La miré con cara de pánico.

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—¡Venga! —dijo—. Estoy segura de que has tenido un verano fantástico.

Me levanté con lentitud y caminé hacia el frente de la clase. Un mar de caras expectantes me devolvió la mirada. Tomé aire profundamente y sentí que me temblaba la voz:

—Pues… —empecé a decir.

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Todo empezó una mañana soleada. Al bajar las escaleras encontré a mamá moviendo la varita por la cocina. Había hecho aparecer una tienda de campaña con flores estampadas justo en medio del suelo. Mi hermanita bebé, Flor de Miel, estaba en su trona restregándose una tostada por la cara, y papá estaba sentado a la mesa con ella, bostezando (acababa de volver de su vuelo nocturno) y bebiendo su zumo rojo. Papá solo bebe zumo rojo. Cosas de vampiros.

Cuando entré en la habitación, mamá me sonrió.

—¡Ya estás aquí! —dijo—. ¿Qué te parece esto? —señaló la tienda de campaña—. ¿Te gusta el estampado? Es para ti. ¡Nos vamos de acampada!

—¡¿QUÉ?! —dijo papá.

—¡Nos vamos de acampada! —repitió mamá—. Vamos a acampar junto al mar. He hecho la reserva esta mañana.

—Yo… —dijo papá con tono remilgado— no hago eso de acampar.

—¡Oh, no digas tonterías! —repuso mamá—. ¡Te va a encantar! No hay nada mejor que despertarse al aire libre con el sol de la mañana inundando la tienda, cocinar en la hoguera, jugar en la playa... ¡Es maravilloso estar tan cerca de la naturaleza!

Papá no estaba muy convencido.

Rodeé la tienda, que estaba en medio de la cocina, inspeccionándola, y levanté la tela de la puerta para echar un vistazo en su interior.

—¿Qué te parece? —me preguntó otra vez mamá.

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—No estoy segura del color —confesé—. El rosa es un poquito fuerte y hay demasiadas florecillas…

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